Sin premio a la eterna lucha
La contracrónica ·
Todo habría sido distinto en el Zaidín si Soldado hubiese adelantado al Granada a los tres minutos, aunque ni eso habría asegurado la pernoctación en la 'Europalí'; a falta de ideas, el Granada se lanzó a tumba abierta por el empateLa definición más elemental para esto del juego del fútbol, después de aquella que dice que siempre gana Alemania –aunque hombres como Santi Cazorla, ayer ... en Los Cármenes, probasen lo contrario–, apunta que lo único que diferencia al vencedor del vencido es que uno meta más veces el balón en la portería contraria que el otro. Hay días en los que basta con hacerlo en una sola ocasión, aun sin saber cómo. Y no hay más, en ciertos partidos no hay más misterio. Todo habría sido distinto en el Zaidín si Roberto Soldado hubiese adelantado al Granada a los tres minutos, o que Asenjo no hubiera hecho uno de los milagros de su vida para ser más precisos. Todo habría sido distinto, aunque ni eso podría haber asegurado la pernoctación en la 'Europalí'. Por eso es inútil darle más vueltas.
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Si el Granada empezó y terminó el partido arrollando fue porque algo se le escapó de por medio. Fue al poco de que Soldado tuviese la ocasión más clara para los rojiblancos en el partido, cuando un envío a priori inofensivo de Rubén Peña cogió despistada a la zaga, con el inteligente Gerard Moreno acostado al espacio entre Carlos Neva y Germán. Su magistral definición para ponerse como Zarra justifica por sí sola por qué el Villarreal oposita a lo que el Granada sólo sueña; sin que esto menosprecie por el camino a Soldado como la manopla de Asenjo no desmerece a Rui Silva. Lo único cierto es que ambas acciones decantaron el partido en sus diez primeros minutos.
Quiso pero no pudo el equipo de Diego Martínez desde entonces. Flotaba la séptima plaza en el ambiente y los rojiblancos salieron al partido en volandas como si hubiese público en las gradas aunque nadie les recibiera en su llegada, como si la megafonía emitiese el ambiente virtual de LaLiga con el '¡vamos mi Granada!'. No se puede decir que no creyesen en la gesta ni que no lo peleasen. Lo hicieron hasta el final, sin premio a la eterna lucha que profesan hasta las últimas consecuencias.
Se lanzaron a tumba abierta con Yangel Herrera surcando los cielos y rematando cráneos, el futbolista que más golpes recibe y propina por partido en la historia reciente rojiblanca. A falta de temple o más ideas, porque tampoco hay tiempo para analizar demasiado cada encuentro, el Granada se puso a atacar por oleadas con envíos constantes desde las bandas como quien agita un árbol. Carlos Fernández, asumidos los galones con la sustitución de Soldado al descanso, trataba de aportar algo más de imaginación en un zafarrancho al que se sumó Antoñín, un potrillo salvaje malagueño que aún recién empieza a galopar.
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Aunque pudo sentenciar con otro disparo al larguero, este de Alcácer en el segundo tiempo tras el de Ontiveros en el primero, el Villarreal concedió dominio y el Granada se le subió a las barbas. Con recursos mucho más limitados en comparación a la portentosa 'unidad B' castellonense, los de Diego Martínez agotaron hasta el último de ellos en busca de un golpe final más por empuje que por suerte. Terminó con Germán de delantero centro, Domingos 'taconeando' en el área y Rui Silva entrando como Batman al primer palo del último saque de esquina. No hubo manera, pero el sueño sigue.
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