Astracanadas
El 'doce' ·
La llegada del VAR no ha arreglado para nada el arbitraje, al menos el de LaLiga, sino que ha convertido en mamarrachadas muchas de las decisiones tomadas en el campo o desde la sala de televisión arbitralDe Burgos. No relativo a la ciudad castellana de hermosa catedral, sino referente a un árbitro del colegio vasco con desafortunadas actuaciones cuando imparte ... justicia estando de por medio el Granada. Ya se tragó una mano clamorosa de Busquets en Los Cármenes previa a una jugada de gol de los culés, y en el Sánchez Pizjuán anuló primero un gol a los rojiblancos, obra de Puertas, por una supuesta falta previa de Yangel –que pareció imponerse simplemente por fuerza–, señaló seguidamente un penalti de Gonalons por 'soplar' al Papu, y, llamado desde la sala VOR por el ínclito Mateu La Hoz –otro que tal baila y además es internacional–, decretó en los estertores del partido un penalti a favor del Granada por una mano que en otros casos no se ha considerado punible. A todo ello, una retahíla de faltas no pitadas de los defensores del Sevilla, de tarjetas prescindibles, y el culmen con un final esperpéntico del encuentro decretado un minuto antes de consumirse la prolongación por él mismo fijada. Pura comedia bufa.
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Algunos dirigentes pretenden convertir el fútbol de élite en un puro teatro, en una especie de 'pressing catch', promoviendo torneos cerrados donde tanto dé ganar como perder. Los propios equipos del selecto club elegirían a los colegiados, confirmando que lo de la imparcialidad en el arbitraje ha estado siempre lejos de sus preocupaciones. La llegada del VAR no ha arreglado para nada el arbitraje, al menos el de LaLiga, sino que ha convertido en mamarrachadas muchas de las decisiones tomadas en el campo o desde la sala de televisión arbitral. Nadie duda de la necesidad de que las grandes entidades generadoras de ingresos deban administrar las ganancias, ahora secuestradas por secuaces de las ligas profesionales –puestos allí por ellos mismos– y de las federaciones nacionales, europeas y mundiales –en cuyas elecciones también tienen gran influencia–, pero es exigible la autocrítica sobre malas gestiones y fichajes desafortunados realizados, y sobre su complicidad en la creación de una burbuja infumable de sueldos y comisiones estratosféricos inasumibles.
Los dirigentes del fútbol profesional han perdido credibilidad, ensoberbecidos por su posición de poder fáctico y/o alejados de los sentimientos de los clubes que compran. En algunos casos ni dan explicaciones sobre el presente ni el futuro de las entidades que dominan. Esa falta de respeto hacia sus aficionados, esa hipocresía de blandir camisetas y escudos solo en el éxito, de comparecer solo en las ocasiones excelsas de grandes duelos, es parte también de una serie de astracanadas que carecen además de gracia. Aquí sabemos de ello con la actual propiedad del Granada de nuestros amores, ausente en el presente y sin querer desvelar el futuro.
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