El canterano Pepe despeja un balón durante el partido contra el Omonia. REUTERS
Omonia - Granada

Le llaman Pepe

La contracrónica ·

Ocho meses sin disputar un partido oficial pueden ser demasiados como para irrumpir de golpe por la enfermedad de un compañero o nada si uno hace de la sobriedad una virtud, como hizo el canterano en Chipre

Viernes, 6 de noviembre 2020, 01:19

Ocho meses sin disputar un partido oficial pueden ser demasiados como para irrumpir de golpe por la enfermedad de un compañero o nada si uno ... hace de la sobriedad una virtud. Fue lo que hizo Pepe en Chipre, un canterano que se reencontró con la adrenalina de la competición por primera vez desde que la pandemia mandó al traste la Segunda B en marzo. Él, que hace poco más de tres años que se mudó a Granada bajo el sueño de hacerse futbolista, quizás de jugar en Primera división alguna vez, no podía imaginar por entonces que se estrenaría antes en Europa que en el propio campeonato doméstico. Así, lo que empezó en la Copa del Rey la temporada pasada, en Hospitalet, siguió en Chipre frente al Omonia. Y Pepe cumplió como lo hizo entonces, como un defensa de los de antes, que optan por no complicarse y hace serigrafiar su camiseta como le han llamado toda la vida en Linares.

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Al jienense, central por naturaleza aunque ya hecho al traje de lateral, le tocó ocupar el costado maldito de la zaga tras el aislamiento preventivo de Antonio Puertas, que fue la solución contra el PAOK y probablemente la habría vuelto a ser en Nicosia ya que Foulquier, que viajó, aún no estaba en condiciones. Pepe no quería problemas en Chipre ni Diego Martínez, al otro lado del continente, quería que los tuviese. Contó con los mejores guardaespaldas en Yangel Herrera y Darwin Machís, cambiado de banda este último por este mismo propósito. Entre ambos venezolanos protegieron al cachorro, que no pudo evitar cierto nerviosismo en la primera acción en la que entró en juego. Forzó un saque de banda y sacó atrás hacia Germán con tanto entusiasmo que casi provoca un contragolpe rival.

A Pepe le tocó bailar con la más fea, o sea Tzionis. Se sintió lo suficientemente respaldado como para perseguirle por todo el campo, marcando territorio, hasta aburrirle. El canterano, pura concentración hasta en la forma de perfilarse, cuajó un encuentro modélico bajo la intención de pasar desapercibido, porque a veces la mejor forma de pasar por el campo es con sigilo. Sólo se comió dos fintas en el partido: a la primera, de Tzionis, respondió con un estacazo reglamentario que desató las iras del banquillo local ya con 0-2; en la segunda, del lateral impronunciable Lecjaks, no pudo más que encogerse porque estaba en el área.

Pero Pepe, que ya está curtido de 'diegomartinismo', compitió en Nicosia como lo hizo su equipo, con seriedad pese a las circunstancias, que está la cosa como para que uno ya no pueda toser tranquilo. El Granada compite como se quieren los novios, en la salud y en la enfermedad, últimamente sobre todo en lo segundo. Fue un día feliz para Pepe, quien pese a todo recibió un aviso de la maldición del lateral derecho –tras Víctor Díaz, Foulquier, Vallejo y Puertas– en forma de calambres. Aunque no parece preocupante, es mejor que se ande con ojo. Entró por él Nehuén, de quien no se sabe si lo hizo con el ceño fruncido por la suplencia o simplemente porque salió así del potrero. En cualquier caso, Pepe solventó la papeleta en Chipre con la discreción por aliada.

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