La venganza más dulce
LA CONTRACRÓNICA ·
Los caprichosos guionistas del fútbol quisieron que hasta Aarón Escandell tuviese una oportunidad de redimirse tras aquella cruel eliminación de la Copa del Rey; el Granada ya tiene plaza en la Superliga de FlorentinoLas heridas cicatrizan, pero las afrentas no se olvidan nunca. El Granada acabó hundido la última vez que se enfrentó al Barcelona, pisoteado ... durante una prórroga forzada en el último segundo a la que llegó sin aliento y encima burlado por algunos integrantes de la expedición culé, que celebraron la remontada como un título y con resentimiento. Los futbolistas de Diego Martínez han hecho del orgullo por quienes son su mayor armadura, y con aquella eliminación en los cuartos de final de la Copa del Rey en la memoria pisaron el Camp Nou, donde el curso anterior les derrotaron por la mínima tras acabar Germán en la calle. Demasiadas cuentas pendientes. Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, pero este equipo no pierde la fiebre competitiva nunca. Y se lo cobró todo.
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El destino quiso que tuviese una oportunidad para redimirse hasta Aarón Escandell, que jugó su primer partido de Liga en la temporada por la lesión de Rui Silva en el Pizjuán. Llevaba sin competir desde febrero, cuando ni una actuación de esas que consagran una carrera pudo impedir que el Barcelona siguiese adelante en el torneo del KO. Aquella derrota, además, implicaba que no volvería a jugar salvo lesión de Rui Silva, pero el fútbol tiene guionistas caprichosos. Ponerse los guantes en el Camp Nou podía parecer un marrón para un portero que lleva casi tres meses sin hacerlo en un partido, pero el valenciano salió a hombros y ni siquiera tuvo que ensuciarse demasiado. Quiere acostumbrarse a estas batallas; Rui Silva no seguirá y lleva demasiado tiempo esperando su momento a la sombra.
Hay que ponerse en la piel de Aarón Escandell. Él y sus compañeros fueron sometidos desde el principio al dominio aplastante de un equipo sin delantero centro pero que por momentos reunía hasta a seis, una colmena endemoniada de movimientos, desmarques y paredes al primer toque en busca de un espacio que atacar para disparar a portería. El Barcelona quería ponerse líder de LaLiga y el Granada no iba a ser un obstáculo, o eso creían todos. Los rojiblancos no podían sino unirse en defensa, multiplicar su atención y mandar el balón lo más lejos posible si caía a sus pies para que arriba Soldado, Machís o Suárez inventasen algo. El gol de Messi a los 23 minutos pareció inclinar la balanza ya irremediablemente, pero el equipo de Diego Martínez está hecho de otra pasta.
Repite el vigués que lo mejor está siempre por llegar. Lo dijo cuando Los Cármenes lloró la cruel eliminación en las semifinales de la Copa del Rey, y le siguió la clasificación europea. Insistió cuando la primera aventura por el continente acabó en Old Trafford, y desde entonces se han conseguido dos hazañas inéditas: puntuar –con victoria– en el Camp Nou y vencer al Eibar de Mendilibar. Koeman, que aseguró haber vivido en su última visita a Los Cármenes su día «más feliz» como entrenador culé, acabó sufriendo uno de los peores expulsado en la grada -dijo 'vaya personaje' al cuarto árbitro-. Había visto cómo Machís empataba el partido y aún le quedaba por comprobar cómo Jorge Molina le daba la vuelta gracias a un centro delicioso de Adrián Marín, bendito sea. Hasta Fede Vico aprendió la lección copera y se fue al córner. El Granada ya tiene plaza en la Superliga de Florentino.
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