Matías Arezo, en la acción personal en la que se midió con Remiro. LOF
Análisis

El Granada y la duda de ser toro o torero

La resaca ·

El equipo profundiza en su crisis y ahonda en una vulnerabilidad que no solventa por ahora con las nuevas incorporaciones

Martes, 15 de febrero 2022, 00:08

Antes de la escalada de éxitos de la Selección de fútbol entre 2008 y 2012, cuando afloraban los debates sobre su estilo de juego, el ... entrenador argentino César Luis Menotti planteó una metáfora que venía muy al caso. España, decía, tenía que elegir entre ser toro o torero. Entre seguir siendo el combinado de la furia y las cautelas o dejarse llevar por la creatividad y el espíritu de aventura. Luis Aragonés apostó por lo segundo y se refrendó todo gracias a los fenomenales resultados cosechados, dejando un legado que continuaron sus sucesores en mayor o menor medida. Entre ellos, el propio Robert Moreno, en aquella coyuntura cuando Luis Enrique abandonó el cargo.

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Esa querencia se le adivina al técnico catalán desde que llegó al Granada, pero la propia competición y sus avatares modularon su propuesta. Fue cediendo por fuerza hacia una versión con más similitudes con los rojiblancos de las últimas temporadas, en la que los miembros de la 'vieja guardia' tenían un peso notorio en lo deportivo y en lo emocional. En fútbol suele ser más fácil consensuar que imponer. Así, el equipo reaccionó. Primero, con algo de fortuna. Luego, con algunas actuaciones más convincentes. No hubo un trazo regular y hasta ocurrió un desastre con la eliminación en Copa frente al Mancha Real, de 2ª RFEF. Dos victorias seguidas, con Mallorca y Atlético, hicieron olvidar aquella humillación antes del fin de año. El vestuario parecía espabilar a las puertas de las vacaciones.

Pero el grupo entró en cierta regresión desde entonces, con algunas salvedades. Motivado ante rivales de enjundia, como el Barça, al que empató, o el Madrid, que le venció por la mínima, al Granada se le atragantaron los duelos con rivales directos. En Elche no pudo ante un rival con diez durante casi toda la segunda parte. En Getafe y con Osasuna en casa, el rendimiento fue deficiente, abrumado por contrarios con la mirada inyectada en sangre, deseosos de alejarse de la parte baja. Caer en el Bernabéu y en el Reale Arena entra dentro de cualquier pronóstico. El problema, sobre todo en las segundas partes de ambos encuentros, fue la creciente vulnerabilidad, la nula producción ofensiva y la escasa aportación de los refrescos.

A esta ceremonia de la confusión en la que se sume la escuadra se añade la aparición de incorporaciones de evidente juventud y sin experiencia en la Primera española, salvo Raba, que se perdió la visita a San Sebastián por lesión. La impresión es que la mayoría es de perfil técnico, con buen pie, pero sin la tensión defensiva que tanto se echa de menos del Granada de antes, aquel que tenía como clave de bóveda a Yangel Herrera.

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Salvo que Petrovic acabe cuajando bajo ese perfil, asoman deficiencias que los nuevos, recién aterrizados, por ahora no subsanan. Robert Moreno quiso jugar en Anoeta con dos delanteros que corren en profundidad, parecidos en sus movimientos, y con un falso extremo como Collado, tendente a irse al centro continuamente. Esto deparó que la Real, en circulación, superara esa primera línea de presión y se adentrara por un centro del campo que no fue precisamente una aduana de la antigua Alemania Oriental. Quini y Escudero quedaron desnudos ante la cantidad de rivales que aparecían sueltos por su zona. No había equilibrio alguno. En cuanto las fuerzas decayeron y el Granada encajó el gol de penalti de Oyarzabal, su armazón se desmoronó hasta quedar sepultado.

Ni el 4-2-3-1 en Madrid ni el 4-4-2 en Donostia funcionó como debían, quizás porque lo de menos fuera la distribución, sino los fallos técnicos y de concentración. Se puede pensar que Robert Moreno ha metido con calzador a las incorporaciones, pero conviene recordar que algunos veteranos tampoco estaban en un momento dulce cuando salieron de las alineaciones.

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La clave, como casi siempre, está en el centro del campo, donde la pareja más consolidada, Milla y Gonalons, no se encuentra arropada. Con Molina, al menos, había una boya sobre la que descargar el juego en largo y marcar los tiempos para el desmarque de Suárez o la llegada de los de segunda línea. Con Collado por dentro hay un elemento creativo más, pero que no roba balones y que repliega sin constancia. Arezo tiene una pinta interesante, pero de nada sirve tener un portento de futuro si atrás hay fisuras y las pelotas llegan divididas.

El entrenador vuelve a estar en la picota tras las cuatro derrotas consecutivas, aunque la evaluación no puede separarse de la de la dirección deportiva. Robert Moreno puede meterse en un lío gordo si no rompe esta trayectoria ya, por más que la mayoría de técnicos con experiencia reciente en Primera estén colocados. También Francisco, el del Elche, el que más cerca estuvo de sustituirle si no hubiera remontado el vuelo. La cúpula de mando se ha gastado diez millones en enero, pero de momento los fichajes no han tenido el mejor contexto para asentarse. Collado sí parece una debilidad para Robert, pero luce con el balón y desaparece sin este. Uzuni ha aprovechado el amago de salida de Machís para encauzar dos titularidades, pero está ansioso. Del resto, pocos detalles. De los que estaban, la seguridad de que el Granada tiene un porterazo y poco más. Con eso, no aguanta. Toca conjura para el sábado ante el Villarreal. La siguiente jornada también será en Los Cármenes. Dos fechas para resurgir o para instalar el nerviosismo. Del equipo no se sabe si será toro o torero. Lo que está claro es que Robert vuelve a ejercer de trapecista.

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