Germán Sánchez intenta un remate a meta que aborta Sergio Asenjo. PEPE MARÍN
Granada-Villarreal

La fiabilidad no sabe de edad

la contracrónica ·

Robert Moreno busca certezas a las que agarrarse llamando a filas a la llamada vieja guardia, conformada por Germán, Víctor Díaz, Gonalons, Montoro o Jorge Molina. Ni por esas. El Granada vuelve a transmitir sensación de poca solidez

Domingo, 20 de febrero 2022, 00:44

Eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor evidencia en una sola frase dos lamentos: que se vive añorando y que el reloj nunca se ... detiene. Quizá hasta el propio Robert Moreno se quiso agarrar a un pasado reciente buscando certezas, reencontrando una versión más fiable de un Granada que lleva semanas desafinando de igual manera aunque se renueven los músicos de la orquesta. Quizá por eso se desandó el camino.

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El técnico catalán quiso apostar por un 'once' que bien podría haber sido alineado por su predecesor en el banquillo nazarí. Solamente el portero, también luso, arrancaba a los granadinistas del recuerdo de aquella época. Con Quini, Germán, Víctor Díaz y Neva en la retaguardia, los tres 'tenores' en la medular, Puertas encarando, Molina sujetando y Suárez percutiendo desde la cal, algunos achacarían la mala primera mitad a la proximidad de un encuentro en Malmö o Eindhoven.

Nada más lejos de la realidad. La apuesta por la llamada vieja guardia era una declaración de intenciones, buscando reverdecer los laureles con una alta dosis de veteranía y experiencia. Pronto el fútbol se encargó de recordar que no se puede vivir en la atemporalidad. Que las manecillas del reloj vuelan como las piernas de Pino y Danjuma. No en pocas veces dejaron atrás los dos atacantes amarillos a Víctor Díaz y Germán. En lo emocional, fue un partido duro para el gaditano, con el corazón en la garganta desde el minuto de silencio por su padre. Se mantuvo de pie el central, al que pronto le llegó el agua al cuello. Los dos centrales no estuvieron cómodos con balón y penalizaron los huecos que quedaban a sus espaldas, con menos reprís del que solían tener. Tampoco Neva y Quini estuvieron finos, para muestra el segundo gol.

Por delante, la enésima lesión de Gonalons dejó al equipo sin ese poso de calidad que aporta el francés. Su lectura táctica era el ancla al que se agarraban dos magos a los que la ausencia de Max les multiplicó el trabajo. Lo encaró con su habitual optimismo Milla, pero no pudo seguirle mucho rato el ritmo un Montoro que sigue oteando el horizonte con maestría. Lo probó con uno de sus disparos desde el centro que más de un susto han dado en Primera. Pero por lo general, el director valenciano encontró pocas veces ese socio con el que jugar en largo. En un equipo desnortado, la brújula servía de bien poco.

Se acentuó esa sensación de apuesta fallida en la figura de Jorge Molina. El delantero fue, como siempre, un espectáculo en las ayudas y la pelea con los centrales, pero apenas gozó de ocasiones claras. Curiosa fue su discusión con Robert Moreno al poco de empezar el partido. El de Alcoy no pierde la fe, pero casi necesita un milagro en estos últimos partidos para sacar provecho de su olfato e intuición. En la segunda parte cargó el área con el alma y sin suerte.

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Resulta lógico que, tras ir dando minutos a los nuevos fichajes en dos salidas complicadas de las que nada se sacó, se decidiera sostener el discurso en los pilares de la vieja guardia, aunque estos parezcan en dos líneas temporales completamente diferentes. Porque lo que se acabó demostrando es que la fiabilidad no siempre reside en los nombres ni en los dibujos, sino en los planes.

No fue, per se, el cambio de Torrente o la línea de tres la que mejoró la cara al Granada, si no el olor a azufre en el vestuario tras el 0-2. El descanso devolvió a los guerreros rojiblancos con el colmillo del que lleva meses sin probar bocado. Al final, veteranos y noveles estuvieron cerca puntuar sin gol. Tarea tan imposible como negar el paso del tiempo.

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