Los éxitos rojiblancos llegan a las librerías

Los dos son hijos del confinamiento domiciliario entre marzo y mayo de 2020. «Barajamos la idea de elegir el mejor 'once' en la historia del Granada por su noventa aniversario y lo primero que hicimos fue contar con los historiadores del club para una primera selección de seis candidatos por puesto en un sistema clásico 1-4-4-2; después, lo abrimos a los integrantes de la asociación y a los aficionados en general. Como teníamos semblanzas de todos, decidimos publicarlo como un libro y añadir las vivencias personales de los asociados», comparte Antonio Rodríguez. «Detrás de los dos libros hay dos motivos principales: el confinamiento y el buen momento que vive el Granada. Cuando todo va bien, dan más ganas de escribir un libro; hacerlo con el equipo en Tercera habría supuesto un relato triste», justifica Javier Aguilera.

'El Granada de Diego' empezó a tramarse con las primeras gestas del equipo en su vuelta a Primera división, tras alcanzar un liderato momentáneo tras ganar al Betis en Los Cármenes o tras disputar allí la semifinal de la Copa del Rey contra el Athletic. «Veía y sentía cosas que nunca había experimentado; todo era extraordinario y digno de recopilar. Fui teniendo un batiburrillo de ideas y, cuando el equipo consigue el hito de clasificarse para Europa y tras haber tenido mucho tiempo libre en casa al no haber convocatorias de prensa presenciales sino telemáticas, decido escribirlo», cuenta Aguilera, que se desempeña profesionalmente para la Agencia EFE y Granada Hoy. «El Granada iba a jugar contra el Manchester United y yo estaba pensando y escribiendo sobre el partido que jugó contra el Rayo Majadahonda en Segunda. Fue complejo, porque el equipo jugaba cada tres días y había mucha vorágine informativa, pero la escritura fue amena; lo más engorroso fue la documentación revisionista de dos años hacia atrás hasta que el relato alcanzó la realidad en los últimos partidos de Liga la temporada pasada», apunta. «El epílogo fue la salida de Diego; solo me quedaba ver qué decidía. Si hubiese seguido, me tendría que haber replanteado cerrar el ciclo con esas tres temporadas extraordinarias o ampliar a una cuarta», admite.

La elaboración del libro mientras el Granada disputaba la Europa League permitió a Javier Aguilera entender el éxito de aquel equipo. «Todo empezó en Segunda división, cuando se construyó todo, y de hecho el libro empieza en Albacete tras un prólogo maravilloso de Fernando Díaz de la Guardia. Y no con el partido, que resumió a la perfección las claves del Granada de Diego -la unión, el compañerismo, la confianza y la variabilidad táctica-, sino con lo que sucedió antes. Esa campaña tuvo mucho peso en lo que ocurrió después y de hecho, aunque algunos jugadores se quedarán con las noches contra el Nápoles, el Manchester United o el Athletic, muchos elegirían esos partidos porque ocurrieron cosas extraordinarias que luego tuvieron continuidad», advierte Aguilera.

También 'El once de nuestras vidas' premia a Diego Martínez como al mejor entrenador en noventa años de historia del Granada CF. «Fue la figura clave de esos tres años de éxitos, porque el Granada ha tenido mejores equipos en su historia seguramente, como en los dos sextos puestos de los 70, pero aquella unión fue fundamental», subraya Antonio Rodríguez. «De hecho, en la votación se impusieron ocho jugadores de aquella época -Izcoa, De la Cruz, Aguirre Suárez, Fernández, Lasa, Castellanos, Vicente y Porta-; es muy significativo. Lasa no se creía que cincuenta años después se acordasen de él todavía», rescata. «Aunque el Granada de Diego fue irrepetible como bloque, siempre se ha dicho que el jugador con más calidad en la historia del club fue Vicente y el mejor delantero, Porta», agrega Aguilera. «En los 70 hubo futbolistas de mucho caché que luego dejaron mucho dinero en el club, y si Porta no salió fue porque Candi pidió un millón de pesetas por cada gol que hizo... e hizo veinte», comenta con una sonrisa Antonio Rodríguez. «Y aunque luego les persiguiera una leyenda legra, y eso que en aquella época pegaban todos, Aguirre Suárez y Fernández eran grandes defensores y formaban una pareja magnífica... era un equipazo», añade.

Aunque aquel Granada no jugó en Europa, porque los sextos puestos no daban acceso entonces, «se quedó muy cerquita», recuerdan. «No se pueden comparar las etapas; ambas fueron extraordinarias. La desgracia de esta ha sido la pandemia, porque casi todo se ha vivido con los aficionados en casa. En los setenta, la ciudad era un hervidero cuando había partidos los domingos, de Puerta Real a la carretera de Jaén. Había un ambiente futbolístico tremendo», apunta Antonio Rodríguez. «Los jóvenes no conocen a aquellos jugadores, pero son referentes. Por eso es interesante que lean 'El once de nuestras vidas', con anécdotas que nadie sabía», sigue el presidente de la AEPD. «Y que las cuenten los historiadores, que son quienes mejor les conocen, tiene mucho valor. El libro es una joya, una enciclopedia no-oficial que es difícil mejorar», añade Aguilera. Para no devaluar sus imágenes con fotografías antiguas, se optó por ilustraciones de Juan Fardo, además del fantástico póster central de Rafael Aguilar, para equilibrar el pasado y el presente.

Javier Aguilera siente como «una suerte» haber escrito «el primero de los muchos libros que se escribirán sobre Diego Martínez». «No tengo ninguna duda de que progresará hasta convertirse en uno de los mejores entrenadores del mundo, porque muy pocas personas tienen su búsqueda de la excelencia», apunta. En cada rueda de prensa en la que le veía, a Aguilera le venían «recuerdos de veintitantos años atrás». Ambos compartieron durante seis meses un mismo campo de entrenamiento de tierra en el polideportivo de Albolote, como técnicos del Imperio. «Diego cogió un cadete de primer año y yo tenía al infantil de segundo. Compartíamos el frío, el calor, el polvo, los balones duros, los conos… ni imaginábamos el césped», bromea. «Sin esos recuerdos, quizás no me habría animado a escribir el libro. Fue un acicate», admite.

Los jueves, organizaban un partidillo entre sus equipos. «Todo fue pura casualidad y azar, pero entonces, cuando aún no tenía ni veinte años y como muchos estudiantes de la Facultad del Deporte hacía allí su debut en los banquillos, ya se le veían cosas de buen entrenador. La mayoría de los que entrenábamos allí éramos 'pringaíllos' con tiempo libre y en él sí se veían capacidad, gestión y visión del juego», señala. «No creo que sus charlas prepartido de entonces fueran muy diferentes a las que tuvo luego con el Granada en la Europa League. Se implicaba muchísimo al instruir a los niños, y sin fliparse; era pura verdad y sabíamos que tarde o temprano lo haría con otros, aunque no hasta el punto al que llegó», advierte Aguilera.

Sus caminos se separaron, pero siempre han mantenido «una relación normal, buena, fraguada en el respeto y el cariño pero no en el amistad». «Diego es una persona muy agradecida, cariñosa, inteligente y cordial con todos los que le han acompañado. Le pregunté si le parecía bien que escribiese el libro y me dijo que sí, pero luego he hablado poco más con él. No sé si lo ha leído», reconoce Javier Aguilera. «En el libro no cuento por qué se fue, pero porque no lo sé», avisa. «Creo que quedan muy pocos granadinistas que no entendieran que se marchase como algo natural al cerrar una etapa vital en búsqueda de nuevos horizontes tras tanto desgaste, aunque sí es cierto que su salida estuvo envuelta en mística por cómo se produjo al no poder despedirse del granadinismo», entiende.

En 'El Granada de Diego', aunque los capítulos se orden por partidos, tiene mucho valor el poder del anecdotario entre ellos y antes y después de cada uno. «Es el valor añadido, la chispa que lo diferencia con respecto a lo que ya se sabe por más que esté más o menos bien escrito. ¿Qué pasa cuando se quedan encerrados en el ascensor del hotel? ¿Por qué hay tan buena relación con el conductor del autobús del equipo, Antonio? ¿Qué le dice un futbolista al técnico antes de un partido? ¿Qué se dicen Diego Martínez y Montoro la primera vez que se encuentran? ¿Qué hace Diego Martínez cuando vuelve a la Ciudad Deportiva después de ganar un partido? En mi trabajo de periodista 24 horas al día, siete días a la semana, traslado un 50% de lo que me llega, pero un libro sí es un formato adecuado para contar esas cosas. No destripo la fórmula del éxito del Granada de Diego, pero intento acercarme», explica el autor.

Ni Antonio Rodríguez ni Javier Aguilera imaginaron jamás que el Granada llegaría a jugar en Europa, y menos después de «las eternas temporadas en Segunda B y el pozo de la Tercera». «Durante mis primeros años en el periodismo, de hecho, tenía más teléfonos de abogados y jueces que de jugadores», confiesa Aguilera. «Ambos libros miran mucho a esos años, en los que tiene que aparecer personas como Ignacio Cuerva o Lucas Alcaraz, al volver en los peores momentos, para permitir que hayamos tenido estos últimos años maravillosos», premia. «También Gino Pozzo, una figura clave porque ya se había solicitado el concurso de acreedores con la gestora y el club estuvo a punto de echar la persiana y desaparecer por la desastrosa gestión de los presidentes anteriores», agrega Antonio Rodríguez. «Ni el más optimista del universo granadinista habría imaginado lo que pasaría después; era impensable», celebran.

Tanto Antonio Rodríguez como Javier Aguilera contemplan el futuro del Granada CF «con inquietud». Parafraseando a Diego Martínez, «será lo que su presidente y propietario quiera que sea y según lo que decida invertir». «Creo que se están aplicando directrices equivocadas en lo económico que trascienden en lo deportivo; no ha habido un esfuerzo después del superávit de temporadas anteriores y sí gestiones que están condicionando», apunta Rodríguez. «En este fútbol moderno de sociedades ánonimas con dirigentes extranjeros en realidades lejanas, al menos en cuanto a kilómetros, es complicado vaticinar lo que va a pasar», se resigna Aguilera. En cualquier caso, ninguno de los dos duda de la permanencia: «Tiene equipo para quedarse».