ESPECIAL

Dirigir al Granada como privilegio sentimental

ENTRENADORES ·

Diego Martínez y Lucas Alcaraz se encuentran ante la Puerta de los Entrenadores en la que están inmortalizados por sus logros rojiblancos

JOSÉ IGNACIO CEJUDO | RAFAEL LAMELAS

Granada

Viernes, 23 de abril 2021

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Dirigir al Granada ha sido tanto para Lucas Alcaraz como para Diego Martínez mucho más que un trabajo. Un privilegio que entronca directamente en las ... raíces de lo que son como personas, más allá de profesionales del fútbol. IDEAL es testigo del respeto y la admiración mutua que se profesan al reunirles ante la Puerta de los Entrenadores de Los Cármenes, donde ambos están inmortalizados como dos de los técnicos más importantes en toda la historia del club, buenos representantes de lo que implica estar al frente del equipo rojiblanco aunque en ninguna de las tres etapas de Lucas Alcaraz se viviera un esplendor ni de cerca similar al que ha desprendido el tiempo de Diego Martínez.

Vídeo. Diego Martínez y Lucas Alcaraz felicitan al Granada por su 90 aniversario. PEPE MARÍN

«Entrenar al Granada fue cumplir un sueño, ya que como jugador no me daba», bromea Lucas Alcaraz. Dirigió al equipo en tres etapas: de octubre de 1995 a febrero de 1998; de enero de 2013 a mayo de 2014, cuando se convirtió en el único granadino en hacerlo en Primera, con dos permanencias; y de octubre de 2016 a abril de 2017, cuando no pudo conseguir ese objetivo ya bajo la nueva propiedad asiática del club. El Granada siempre fue su prioridad, su «madre», en sus propias palabras, atento si le necesitaba como cuando en 2013 se despidió del Aris de Salónica griego para volver a su casa. «Como entrenador, me quedo con los debuts en Jerez en Segunda división B y con el Real Madrid en Primera, los dos ganando, y con la permanencia en Valladolid. No hay mayor sensación de trascendentalidad que mantenerse en el último partido; es incomparable», subraya. «Ahora, como aficionado, me alegra que mi hijo haya vivido aquí grandes partidos del máximo nivel; es una gran herencia en vida».

Con Diego Martínez, que agarró el timón en verano de 2018 en Segunda división y llevó a los rojiblancos hasta Europa, la cota más alta de su historia, hay que bucear algo más: vigués, estudió INEF en la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Granada, y en la ciudad conoció a la que hoy es su mujer mientras iniciaba su carrera en los banquillos al frente de equipos modestos de la provincia como el Imperio de Albolote, el Arenas de Armilla o el Motril. Con contrato hasta junio, aplazó la decisión sobre su futuro a final de temporada. Aun así, se le ilumina la sonrisa cada vez que habla del granadinismo.

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«No conocí a otro equipo distinto del Granada al nacer. Entrenarlo fue mi sueño, ya que como jugador no me daba»

Lucas Alcaraz

«Por suerte me quedé siete años en esta maravillosa ciudad, hasta mi vuelta luego. Aquí me hice hombre primero y entrenador, después. Siento que Granada me ha dado muchísimo. Me cuesta separar lo personal de lo profesional, y quizás por eso lo siento más, tanto para lo bueno como para lo malo», admite Diego Martínez, a quien le cuesta quedarse con un recuerdo como entrenador. «Quizás la celebración del ascenso a Segunda tras el partido con el Alcorcón, que la pude celebrar con mi hija en el campo; y ahora lo valoro mucho más porque estaba el estadio lleno y estábamos con nuestra gente. También la clasificación para Europa, que además fue como local y no es habitual eso en la historia de este club», comparte el técnico, que invita al granadinismo a seguir «exhibiendo orgulloso sus valores».

Lucas Alcaraz sigue siendo un aficionado fiel del Granada con Diego Martínez, porque nunca dejó de serlo. Tampoco en las peores épocas, mientras él alcanzaba la élite del fútbol español. «Recuerdo venir a ver un Granada-Vandalia en 2004 y creer que el equipo descendería y desaparecería», confiesa. De ahí que, cuando habla de su homólogo y lo que ha hecho por el club de su vida, sus palabras sean de agradecimiento. «Siento admiración máxima por Diego Martínez y su trabajo. Me quedo ante todo con su capacidad de adaptación al contexto para superar a los rivales. Es la clave para competir», apunta Lucas Alcaraz.

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«Vine a Los Cármenes como estudiante primero y veía imposible llegar a dirigirle. Aquí me hice hombre y entrenador»

Diego Martínez

«Se me hace muy cuesta arriba pensar que esto vaya a ocurrir otra vez», reconoce ante la primera experiencia europea del club coincidiendo con su 90 aniversario. «Es imposible celebrarlo en un momento mejor, es oportunísimo», felicita. «Los que hemos vivido épocas de zozobra, desilusión y hastío le damos aún más valor a lo que se está haciendo. Tenemos que disfrutarlo lo máximo posible», insiste Lucas Alcaraz.

Diego Martínez le devuelve los elogios insistiendo en el ejemplo que dio a muchos como él durante su periodo al frente del Recreativo de Huelva. «Su final de la Copa del Rey nos demostró que se podía aspirar a un título con un equipo modesto. Los que venimos de abajo necesitamos referentes como él», agradece a Lucas Alcaraz, quien le conociera cuando aún era estudiante en Mollina (Málaga) durante un congreso de la Federación Andaluza de Fútbol tras ascender este a Primera con el Recreativo de Huelva en 2002. «Era el referente entre los entrenadores de Granada», subraya Diego Martínez. Juntos brindan por 90 años más de salud. El futuro está asegurado con entrenadores que, como ellos, conviertan su trabajo en un privilegio sentimental.

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El técnico, en su casa de Lugo. IDEAL

Fabri y los ascensos que sentaron las bases del futuro

Fabri González es, junto a Lucas Alcaraz y Diego Martínez, el otro técnico con vida entre los inmortalizados en la Puerta de los Entrenadores. Los rigores de la pandemia impiden por ahora que viaje desde su Lugo natal a Granada, un lugar que le encanta y en el que le gusta rememorar aquellas temporadas magníficas, las mejores de su carrera. Llegó en Segunda B, a falta de ocho partidos para el final de Liga, y acabó celebrando el ascenso a Segunda en el 'play off' de 2010. La campaña siguiente fue el salto a Primera, lo que le elevó a la categoría de mito. «Se sentaron las bases del futuro del club», sentencia.

Está orgulloso de haber formado parte de todo aquello y muy agradecido. «Granada es una ciudad que embruja. Yo conseguí algo importante: conquistarla, y eso me hizo ser uno más. Siempre va dentro de mí. La gratitud hacia los aficionados y por la oportunidad que tuve», se sincera.

En sus estancias, tiene su ritual. «Siempre que voy camino alrededor del estadio para recordar todo. Voy a donde vivía, a los hoteles, a los campos de Antonio Sánchez», reflexiona, citando aquellos terrenos de la vega, pertenecientes a un exdirectivo, en los que el equipo tenía que entrenar al no poseer una instalación acorde. «Es muy bonito hablar ahora de lo que tiene el equipo, es sensacional, pero hay que ver cómo se inició todo eso, dónde trabajábamos. No hay vez que no vaya a Granada que no visite esos campos… Porque ahí es donde se gestó todo», abunda.

El valor de esos detalles le trae otra anécdota a la memoria. Un regalo que le hizo un chico que se acercó al bus el día de la celebración del ascenso. «Era una simple servilleta de papel que ponía: 'Quédate en Granada diez años más'… Eso llega a la gente que tenemos sentimientos», reconoce. Ese amor es mutuo por parte de la hinchada rojiblanca.

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