La victoria frente al Alavés debe servir para alejar viejos fantasmas. Fue un triunfo cuyo efecto reparador en lo psicológico aportará estabilidad al estado anímico ... de unos futbolistas sobrepasados emocionalmente, como evidenciaron las lágrimas derramadas por Luis Suárez sobre el césped de Mendizorroza.
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En Vitoria hubo futbolistas que rayaron la perfección. Uno fue Jorge Molina –un veterano– y otro, Maximiano, que parece tener la edad del anterior por la tranquilidad que trasmite en la portería. También lo hicieron Milla, Germán y Escudero, acompañados por el resto que se dejaron todo en el campo.
Merecía el aficionado granadinista un triunfo así después de tanta pesadumbre, y lo merecía también esta plantilla única, cuyo círculo de fuego formado por los jugadores al final del partido resultó tan emotivo como indicador de la reunificación del vestuario que Rubén Torrecilla ha conseguido en tan poco espacio de tiempo.
Al equipo le vendrá bien este parón para recuperar la calma, cualidad que no está reñida con la intensidad. También para encontrar tácticamente el equilibrio que como sucede en el arte, se alcanza mediante la simetría, técnica que los maestros clásicos utilizaban en sus composiciones pictóricas y arquitectónicas para preservar el orden.
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Si en las pizarras del fútbol se trazara una línea vertical, resultaría evidente la diferencia entre un sistema táctico simétrico y otro asimétrico. El Granada volvió a comenzar el partido del sábado con este último, cambiando durante el segundo tiempo al más equilibrado o simétrico, lo que permitió recuperar la proporción y conseguir la victoria.
Aunque en sentido espiritual, San Ignacio de Loyola vino a decir que en tiempos de zozobra es aconsejable no hacer cambios para que en la toma de decisiones no influyan las vacilaciones del momento, y romper la simetría, se podría añadir.
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