Iván Amaya y Tariq abrazan a Benítez tras la victoria en la ida con el Alcorcón. R. L. P.

Dani Benítez, el ídolo caído que busca la redención

El ascenso que lo cambió todo ·

El balear recuerda su etapa más feliz, años antes del positivo por cocaína que torció su carrera. Arrepentido, ahora quiere orientar a jóvenes conflictivos

Martes, 19 de mayo 2020, 02:42

Tenía sólo 22 años cuando llegó al Granada y atesoraba virtudes colosales. Rapidez, desborde, un guante para los centros y un cañón para los disparos ... a puerta. Zurdo y centelleante, Dani Benítez necesitaba un proyecto en el que explotar y, para ello, dio un paso atrás que le sirvió para coger carrerilla y esprintar. Dejó el Elche en Segunda para enrolarse en un equipo de Segunda B con historia pero con deudas, bajo la gestión de Quique Pina y Juan Carlos Cordero y el auxilio económico de Gino Pozzo. Este le había captado para el Udinese, previo pago de 500.000 euros al Mallorca, propietario de sus derechos. Benítez desplegó las alas en Los Cármenes y disfrutó de grandes momentos. Asistió en los tres goles de aquellos ascensos: en los dos al Alcorcón y en el de Elche, aunque Ighalo pusiera la mejor parte. «Teníamos un gran equipo, con la presión añadida de estar a la altura. La responsabilidad de devolver al club a lo más alto tantos años después. Al final, lo logramos», resume satisfecho.

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Nunca olvidará todo aquello. «Yo vivo en Palma, pero mi idea sigue siendo volver a Granada. Eché raíces allí. Fueron mis mejores años como jugador y persona, también con sus cosas malas», exterioriza. Conserva amigos como Diego Mainz, ahora segundo entrenador del Juvenil A rojiblanco. «Cada vez que voy me pregunta si estaría interesado en dar un empujón a los chavales y trasladarles lo bueno y malo de mi experiencia», desvela.

Lo malo, el principal error sobre todo, es de sobra conocido. Lo tenía todo para triunfar, pero confundió su camino fuera de los terrenos de juego hasta cometer el fallo de su vida. Dio positivo por consumo de cocaína en un control antidoping hecho el 16 de febrero de 2014, tras un partido ante el Betis. Le cayeron dos años de sanción y fue despedido. Nada fue lo mismo desde entonces. Ahora, arrepentido, quiere contribuir a que otros no incurran en algo parecido.

«La semana pasada di una charla telemática gracias a varias empresas de Granada. Tenemos un proyecto muy bonito, altruista, para hablar con chavales conflictivos o gente con problemas a los que contarles mi historia para que les sirva de aprendizaje. Yo lo pasé fatal, pero contarlo espero que sirva a otros para no repetirlo», detalla. Su intención es hacerlo físicamente en Granada cuando la situación lo permita, «y si se puede expandir, estupendo». El programa implicaría ir a colegios o intervenir con canteranos. «Me quiero enfocar a esa labor social», afronta. «Algunos no me reconocerían ahora», bromea. «Si hubiera tenido algo de cabeza y estuviera así, las cosas habrían sido diferentes. No sé dónde habría llegado. Lo que sí sé es lo que pasa cuando lo haces mal», suelta ya más maduro.

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Benítez, en la actualidad.

Aquella primera temporada en el equipo, en la división de bronce, fue motivadora como local pero tortuosa como visitante. Tras un arranque fulgurante, tuvo desavenencias con el primer entrenador de aquel curso, Miguel Ángel Álvarez Tomé, que ni siquiera lo convocó en sus dos últimas citas en el cargo antes de su destitución. Sin él, su destino varió. «Fue un punto de inflexión para todos. Llegó Fabri y cambió la mentalidad del equipo y lo hizo más competitivo. Sobraba la calidad, pero faltaba esa mejora. Si seguíamos así, el ascenso se podía ir», reconoce. También confirma la conversación con el gallego que le implicó hasta el tuétano. «Su llegada fue especial porque sacó lo mejor de mí, supo cómo hacerlo. Nos mirábamos y ya nos entendíamos. Sabía cuándo estaba haciendo lo que quería y cuándo estaba cabreado. Le debo mucho. A día de hoy tenemos una relación magnífica», indica.

En la eliminatoria con el Alcorcón fue uno de los protagonistas. Lanzó el contragolpe del 1-0 y botó el córner que significó el 2-0 definitivo del encuentro de ida. «Lo pasamos muy mal. En el descanso, Fabri me recordó que había que intentar alguna contra. Que no me lo pensara; si cogía un balón y veía posibilidad, a correr al espacio y a buscar a Ighalo. Luego él lo hizo perfecto, con esa serenidad con la que juega», rememora, mirando con orgullo al que ahora está en el Manchester United. «A Nyom también le ha ido bien, por ejemplo. Cuando llegó a Granada, pensábamos que de dónde había salido; era fuerza sin control. Todos aprendimos mucho y mejoramos. Ahí está el tiempo para demostrarlo», incorpora.

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Amaya le atrajo

La segunda diana, la de Amaya, allanó el camino y cerró un círculo. «Él fue uno de los motivos por los que fui a Granada. Éramos compañeros en el Elche y vivíamos puerta con puerta. Me llevó a hablar con Quique (Pina)», abunda. La vuelta en Alcorcón se les hizo larguísima hasta el éxtasis final, pero en perspectiva no tanto como la de Elche: «En la segunda parte parecía que había jugado tres partidos».

Hubo otros momentos alegres en la élite hasta aquel desenlace desagradable. Cuando cumplió el castigo, Benítez intentó enderezar el rumbo. Probó precisamente en el Alcorcón en Segunda, pero una lesión le frenó en seco. Bajó a Segunda B para enrolarse en el Racing de Ferrol. Después intentó una aventura en Chipre con el Limassol. Ahora está en su tierra, dando los últimos coletazos en el Poblense, líder de su grupo en Tercera, que quiere renovarle si suben. Con 33 años, sigue mirando hacia la ciudad que le dio todo. «Llegamos a Primera varios de los que estuvimos en Segunda B. Al club le ha tocado mantenerse, pero nosotros pusimos nuestro granito de arena», fundamenta.

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