Domingos Duarte, cariacontecido ante el gol de Fidel frente a Maximiano. BALDOMERO
Granada - Elche

El síndrome de Domingos

LA CONTRACRÓNICA ·

El central luso personifica mejor que ningún otro jugador de la plantilla la diferencia de rendimiento respecto a otros tiempos, convertido en una sombra del futbolista que algún día fue tras su complicada lesión nerviosa

Domingo, 13 de marzo 2022, 00:09

Esta vez Domingos Duarte no miró hacia atrás cuando la pelota le llegó a los pies. Al contrario que frente al Cádiz en su último ... partido en Los Cármenes, cuando a los segundos de encuentro cedió hacia Luís Maximiano para regalar una ocasión de gol a Álvaro Negredo, el portugués envió en largo los tres primeros balones que tocó ante el Elche. Parecieron instrucciones directas de Rubén Torrecilla pero también una vía rápida para no complicarse la vida en su vuelta a la titularidad. Sin embargo, con el esférico y sin él, el luso siguió sufriendo como viene haciéndolo desde que dejó atrás la lesión nerviosa que se produjo en Vigo y que le apartó varios meses de la competición. Ha vuelto a jugar, pero Domingos Duarte no es el mismo.

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El central personifica mejor que ningún otro futbolista de la plantilla el decadente rendimiento de quienes venían siendo animales competitivos durante las últimas temporadas. Todos lo padecen de una u otra forma, entrados en la treintena o aún fuera de ella, inmersos en una depresión colectiva. Domingos Duarte es una sombra del zaguero que algún día fue, miembro hercúleo de una zaga robusta con Diego Martínez en su dirección. Dotado de una personalidad abrumadora, presumía de una aseada salida de balón y un físico imponente, a prueba de balas hasta que, como en un accidente de tráfico, se lo llevó por delante su compatriota Luís Maximiano. La afección nerviosa en el plexo braquial que le paralizaba el brazo le ha transformado en un futbolista distinto, temeroso donde solo había gallardía. Llegaron a parecer pocos los treinta millones que se exigieron por él al Tottenham en septiembre.

Domingos Duarte volvió a sufrir contra el Elche. Su equipo reunía méritos para el gol en los primeros diez minutos con ocasiones a bocajarro cuando llegó tarde a un apoyo en descarga de Lucas Boyé en su propio campo, que cedió cómodo para que, descartado el luso de la jugada, Pere Milla iniciase un contragolpe que finalizó Fidel en el hueco que precisamente correspondía al luso, con la lengua fuera a su espalda. Quedó retratado una vez más pocos minutos después, cuando el autor del gol le fintó con el cuerpo ante su caída a la banda y el balón le superó sin oposición y sin que llegase siquiera a trabar al atacante, que corrió con la pradera abierta.

Hubo un tiempo en el que chocar contra Domingos Duarte era hacerlo con un muro de hormigón, y él mismo se crecía en esas pugnas encantado con su superioridad. Nada de eso queda ya, agobiado en esa clase de duelos personales y permitiendo que la pelota le bote en sus narices. Mejoró algo cuando tuvo que abarcar menos campo en la defensa de cuatro junto a Germán, con alguna anticipación que quería recordar a su mejor versión, pero lejos de la fiereza de otrora. Incluso volvió a dolerse del hombro maltrecho.

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Rubén Torrecilla lo veía todo desde la banda, muy encima de sus futbolistas para darles ánimos. Había optado por vivir sentado el pitido inicial, pero un primer disparo de Lucas Boyé a los veinte segundos le hizo levantarse para ya apenas volver al asiento. Intentó insuflar confianza en sus filas aplaudiendo cada acción, pero el gol no llegó nunca. Siguieron negados Myrto Uzuni y Luis Suárez, que acabó sustituido tras el esfuerzo y ofuscado desde el banquillo. Evidenció su frustración enfrentándose en más de una ocasión al cuarto árbitro, quizás recordándole un posible penalti que pidió y no le concedieron tras mediación desde la sala VOR en Madrid. Al terminar el choque, el colombiano se acercó a todos sus compañeros para levantarles la moral, consciente de que la lucha sigue. Muchos miraban hacia el césped, impotentes, puede que porque hacerlo hacia la grada doliese demasiado.

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