Al revulsivo le faltó tiempo para el milagro
Inculca la fe en su plantilla pero no evita el desastre
Pocos creían ya y él lo hizo desde que llegó, pero se quedó sin tiempo. Aitor Karanka consiguió algo que ya parecía imposible: recuperar la ... confianza de sus futbolistas. Sin embargo, y a pesar de que llegó a sentirse con la permanencia en el bolsillo, un dramático final aguardaba al Granada tras haber disfrutado en plena pandemia de las mayores mieles de su historia en la Europa League el curso anterior. El vasco se esforzó por inculcar una organización al equipo sobre el terreno de juego y los triunfos ante Mallorca y Athletic le autorizaron a soñar, pero el fatalismo parecía escrito.
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No estaba el Granada en descenso cuando Aitor Karanka asumió el cargo, pero apenas tardó 24 horas en caer por un triunfo del Mallorca ante el Alavés. A las 48, estaba en el Wanda Metropolitano dirigiendo a un equipo desahuciado en lo anímico ante el aún por entonces vigente campeón de Liga y, con todo, fue capaz de sacar un punto que supo a pura esperanza. Ya en aquel primer partido mostró el preparador vasco las que iban a ser las bases de su ideario: orden, solidez defensiva y confianza con el balón en los pies. «Si no creyera que la plantilla tiene calidad, no habría firmado», aseguró desde su llegada, con solo seis partidos por delante.
El equipo fue siguiendo una evolución progresiva basada en la protección de Luís Maximiano a partir de ese empate sin goles ante el Atlético, cuando apenas inquietó en ataque. Aitor Karanka tuvo diez días para preparar el partido contra el Celta de Vigo en Los Cármenes, pero el encuentro de los suyos volvió a ser decepcionante. Con las bajas por sanción de Quini, Víctor Díaz y Domingos en defensa, tuvo que reconfigurar la zaga con Puertas de lateral y el salto de Barcia desde el filial en la zaga. El equipo no funcionó y apenas pudo rascar un nuevo punto en el añadido por un centro de Machís que se coló sin tocar en nadie. El empate, que no sacaba al equipo del descenso, fue sabiendo mejor con el paso de las horas tras la derrota del Mallorca en el Camp Nou y la posibilidad de superar a los baleares con un triunfo en la isla en la jornada siguiente, tal y como sucedió.
La visita a Palma tuvo visos de finalísima y el equipo respondió, aunque nada fuese definitivo. Tras un primer tiempo dubitativo pese a adelantarse, el Granada terminó goleando por pura efectividad sobre los hombros de Jorge Molina. Pareció dejar un cadáver en Mallorca, pero los de Aguirre revivieron. En cualquier caso, los rojiblancos pasaron a depender de sí mismos desde entonces. El triunfo ante el Athletic en Los Cármenes acercó la salvación e incluso la derrota en el Villamarín pasó por momentos a un segundo plano porque la permanencia era matemática si el Mallorca no ganaba al Rayo, algo que finalmente consiguió en el añadido para emplazar el desenlace a la última jornada, en la que las cosas no pudieron salir peor.
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Torrecilla: la fórmula interina ilusiona pero pierde el crédito en casa
Una fórmula de interinidad fue la reacción de la dirección del club a la fatídica racha de resultados con Robert Moreno desde que entró 2022. Rubén Torrecilla dejó el filial y junto a su inseparable Diego Mainz como segundo entre otros ayudantes promocionó con dos partidos de margen en principio: en casa contra el Elche y fuera contra el Alavés, dos rivales directos por la permanencia. La apuesta por el tándem de exfutbolistas ilusionó entre la afición, pero fueron precisamente los resultados en Los Cármenes los que terminaron condenándolo.
La derrota con el Elche redescubrió las carencias del equipo, con la moral por los suelos, a pesar del refuerzo moral que Torrecilla impulsó desde los entrenamientos y en sus comparecencias. El triunfo con remontada incluida en Mendizorroza pareció dar la razón a su optimismo, pero un primer tiempo horroroso frente al Rayo Vallecano de vuelta a casa y el empate agónico con superioridad numérica devolvieron las dudas. El conjunto dio la cara y rozó llevarse un punto del Pizjuán, con atrevidas elecciones del entrenador, pero la goleada del Levante en el Zaidín, tercer patinazo consecutivo en casa con un rival directo, forzó a gastar la última bala.
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«Quiero pedir perdón a toda la afición. Me estoy dejando la vida, sinceramente lo digo, por mejorar a este equipo. Estoy mal, porque este escudo me duele», reconoció Rubén Torrecilla tras esa derrota con el Levante que dejaba al equipo a merced de un triunfo del Mallorca que mandó al equipo al descenso al día siguiente. Aunque Torrecilla no fue cesado de inmediato, inició la semana de entrenamientos e incluso se avanzó su comparecencia habitual prepartido, acabó destituido, que no despedido. Su supuesta reubicación quedó aplazada.
Robert Moreno: un traumático reseteo con nuevas ideas que no calan en el vestuario
Nadie en el Granada estaba preparado para el adiós de Diego Martínez. La despedida del mejor entrenador en su historia, tras tocar techo con la disputa de la Europa League, obligó a un traumático reseteo del proyecto deportivo que empezó mal desde el principio. La directora general, Patricia Rodríguez, empleó sus galones recién asumidos con la supervisión de la propiedad china y apostó decididamente por el exseleccionador nacional Robert Moreno. Lo hizo, eso sí, mientras iniciaba un 'casting' de directores deportivos a espaldas de quien aún por entonces ocupaba ese puesto, Fran Sánchez, quien terminó en Valladolid. Una vez Rodríguez se decidió por Pep Boada para el cargo, y aunque este postuló a Domènec Torrent –ahora en el Galatasaray–, el proyecto se rearmó con ambos catalanes al frente.
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Robert Moreno asumió con entusiasmo su primera experiencia como primer entrenador en un club español tras haber sido segundo de Luis Enrique. Era consciente de que iba a sufrir la inevitable comparación con Diego Martínez y, aunque se esforzó por ilusionar a la afición con un discurso elaborado, terminó devorado por ella. «El equipo llegó a una cima y ahora tiene que dar un salto a la Luna», lanzó en su primera entrevista con IDEAL. Solo tres meses después, apabullado por los malos resultados y los pitos y cánticos en recuerdo de su predecesor en Los Cármenes, soltó: «Diego ya no está y está Robert Moreno. Es lo que hay».
Antes de aquella primera salida de tono que tanto la dirección del club como los propios futbolistas le reprocharon en privado, Robert Moreno insistió en implantar una serie de ideas futbolísticas muy propias y radicalmente distintas de las que habían funcionado con Diego Martínez. Parecía convencido de que podía incluso mejorar al equipo con un mejor juego con balón si este mantenía la tensión competitiva que le llevó a Europa, pero pagó la pérdida de futbolistas claves como Yangel Herrera o Roberto Soldado y las apuestas fallidas por Monchu Rodríguez o Carlos Bacca como recambios. Su sello nunca caló, ni en el vestuario ni entre la afición, aunque quiso rectificar.
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Siete partidos tardó el Granada en conseguir la primera victoria, ante el Sevilla en Los Cármenes. La irregularidad marcó el resto de su trayectoria, capaz de igualar la mejor racha sin derrotas y firmar los peores números en 27 partidos. Solo estuvo, eso sí, dos jornadas en descenso. Aunque sobrevivió a debacles como la eliminación copera en Mancha Real, lo que terminó por costarle el cargo fue el peaje de una revolución invernal excesiva con hasta cinco fichajes. Fue destituido el 5 de marzo tras sufrir en Mestalla su noveno partido sin ganar consecutivo. Siempre le estarán agradecidos por su fe en los más jóvenes Isma Ruiz y sobre todo Raúl Torrente.
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