Ni la resaca vírica ni la acumulación de partidos justifican la bochornosa derrota. Al Granada le pudo llover una goleada, como si les vertiesen las ... rías por encima, de no ser por su portero, Rui Silva. Iago Aspas le puso la cara colorada a la defensa –como en su día el ojo morado a Roberto–, que por momentos pareció la zaga de un futbolín: rígidos como la madera ante las diabluras de dos pontevedreses y uno de Sanlúcar que ya fueron socios en Sevilla, como Rincón y Cortado.
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En la delantera, la única buena nueva fue la de Luis Suárez, que corrió y aguantó los embates como un búfalo para picar la bola a lo Raúl González. Milla no anduvo mal y Machís, impetuoso de inicio, se fue consumiendo. Herrera, sin 'flow', y Molina, un galápago aislado, completaron ese futbolín que Diego Martínez fue incapaz de coordinar.
Al entrenador gallego, en su vuelta a casa, le ganó la partida el míster local, un recién aterrizado en la 'madre patria'. Hablando el idioma Citröen, pareció que ayer pilotaba un 'Dos Caballos' y Coudet, un C5. Que sí, que el Covid, que Europa… No digo yo que no afecten pero de ahí a que justifiquen dos derrotas consecutivas ante sendos colistas encajando tres goles cada partido… Ojalá que el equipo sume un punto el jueves ante la balompédica de la Philips y se olvide de Europa un tiempo. Para que no se repitan estas lamentables derrotas, y en el caso de replicarse, que no quepa el justificante de que se acusa el cansancio físico y tal y cual. Vayamos ahora a parecernos a esas aficiones jeremíacas del suroeste.
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