Repliegue, velocidad y pólvora arriba

Agarra bien las palomitas, por si acaso, Asier Garitano, que ha deambulado con el Alavés por la mitad baja de la tabla durante todo el curso, pero nunca ha pisado los tres últimos puestos. No obstante, no ha sido un ejercicio especialmente lleno de alegrías para el cuadro albiazul, aguerrido en Mendizorroza y un flan lejos de casa. De las quince derrotas que ha sufrido en todo el curso, once se han producido lejos de Vitoria, un registro que le convierte en el segundo peor visitante de Primera.

El Alavés es un equipo vertical, de transiciones rápidas que apenas trata de retener el esférico. No en vano, ostenta el promedio más bajo de posesión del balón, que oscila en torno al 40 por ciento, aunque le importa poco. Galopando, con el peso del juego sobre las bandas, logra explotar al máximo las cualidades de sus delanteros, lo que le ha permitido hasta ahora respirar con tranquilidad. La eficacia de Joselu, con diez goles, y Lucas Pérez, con once, suple las carencias ante del conjunto de Garitano ante el marco rival, resumidas en que, al margen de los dos puntas, sólo un jugador de la plantilla (Aleix Vidal) ha sido capaz de marcar en más de una ocasión.

El técnico guipuzcoano dibuja habitualmente un clásico 4-4-2, con dos hombres de ida y vuelta en el centro del campo que respalden las embestidas babazorras. No huye de los envíos en largo y sufre con el balón cuando no puede correr. En ocasiones, ha adaptado el esquema a un 4-1-4-1, sobre todo cuando alguno de sus hombres gol se ha ausentado.

En faceta defensiva, la premisa es el repliegue intenso, con la orden de correr cuando se produce la recuperación. El Alavés no presiona habitualmente la construcción de la jugada rival, sino que junta sus líneas y acumula hombres cerca de su área. Permite jugar, aunque el nutrido entramado defensivo dificulta las combinaciones. Una técnica de protección en bloque bajo que, sin embargo, no ha evitado que el plantel albiazul se halle entre los equipos más goleados de la categoría.