El 28 de enero de 1986, el transbordador espacial Challenger despegó de Cabo Cañaveral a las 11:38 de la mañana. Llevaba siete tripulantes, una ... bandera en la escotilla y miles de miradas fijas en el cielo. Setenta y tres segundos después, la nave explotó. La noche anterior, varios ingenieros habían advertido que las juntas tóricas del sistema de propulsión podían fallar si bajaban demasiado las temperaturas y pidieron que se cancelara el lanzamiento, pero las presiones externas fueron más persuasivas. Aquello no fue un accidente, fue una negligencia.
Publicidad
La nueva derrota del Granada en Tenerife no ha impedido que Fran Escribá encienda, una semana más, los motores del Challenger rojiblanco. Queda la sensación de que ni el entrenador, ofuscado desde hace semanas y errático en su dirección de campo (especialmente desacertado con los cambios de sistema), ni los jugadores, proclives en exceso al error fatídico, están a la altura del objetivo. Y, sin embargo, todo sigue igual. El club no ha considerado preciso detener el lanzamiento de una nave que quizás encare su último vuelo.
Este fin de semana aterriza en Los Cármenes la UD Almería. En el horizonte se vislumbra ya la figura felina de Luis Suárez, que de un tiempo a esta parte se ha convertido en una bestia implacable cada vez que ha encontrado un rastro de sangre rojiblanca. Aunque el cuadro indálico tampoco pasa por un buen momento, tiene armas suficientes para amenazar la endeble estructura de los nazaríes.
El Challenger no estalló por casualidad, sino porque alguien creyó que podía soportarlo todo. Tras el próximo encuentro, el margen de error para el Granada será mínimo si no vence. El transbordador está en la plataforma de lanzamiento y la cuenta atrás ha comenzado. Esta vez, si estalla, nadie podrá decir que fue una sorpresa.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión