El joven que ha abierto un bar en un pueblo de 351 habitantes y da hasta 50 comidas al día
Fran Ortega, que acaba de ser padre a los 23 años, confiesa que hizo «una apuesta atrevida y me ha salido bien. Las expectativas se han multiplicado por quince»
Laura Ubago
Sábado, 18 de octubre 2025
Thiago vino con un bar bajo el brazo. Cuando el bebé tenía apenas quince días, su padre se lanzó y abrió Azahar, la segunda tasca ... de Restábal, un pueblo pequeño del Valle de Lecrín de solo 493 habitantes. Esto fue en julio, desde entonces, este negocio da vida a un pueblo de casas viejas en el que ser joven es todo un desafío.
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Fran Ortega tiene 23 años y después de trabajar como camarero en varios negocios de la zona, se lanzó, junto a su mujer Helena, a montar su propio restaurante. Se llama café-bar Azahar por la flor de los naranjos que pueblan su valle.
Cuenta el joven empresario que fue una apuesta arriesgada. Que el bar llevaba un tiempo cerrado, que se traspasaba y que se lanzó a abrir la persiana. De hecho, este ha sido siempre un bar emblemático que nació como remanso de paz para los trabajadores de la tierra. Fran le ha dado un aire nuevo. Tiene redes sociales. Pone en Instagram un plato de pescado y le llueven los 'megusta'. «Hice una apuesta atrevida y me ha salido bien. Las expectativas se han multiplicado por quince», expresa muy contento.
Fran nació en Restábal, que es un núcleo de un municipio que se llama El Valle. Tiene 351 habitantes, un cajero automático, una farmacia y la vida justa durante la tarde de un miércoles cualquiera. Un grupo de tres niñas a lo lejos y una pareja de señoras son las únicas que recorren el centro de este pueblecito. Está a media hora de Granada y tiene fácil acceso tras una carretera corta y poco sinuosa.
En café-bar Azahar salen las tapillas y pasa el tiempo lento. Están los parroquianos, entre los que se encuentra Fajardo, que muestra fotos de su gran amistad con el cantante Manolo Escobar. Hablan de casi de todo o de apenas nada mientras Thiago duerme en el carrito al cuidado de Helena, la mujer de Fran, la otra mitad de la apuesta valiente por abrir un bar en un pueblo donde el exilio sigue siendo una palabra vigente.
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Cuenta Fran que fue complicado encontrar una vivienda. Que en la zona «valen una pasta» y que son casas viejas que hay que rehabilitar.
«Yo creo que los jóvenes no se quedan porque los alquileres están disparatados y no se van a estar viviendo con los padres toda la vida».
Fran Ortega dice que él encontró un alquiler con mucha insistencia pero que el mercado inmobiliario, como en todas partes, tiene unos precios astronómicos. Él apunta a la comunidad extranjera, sus grandes clientes, que tienen pensiones altas que compran casas, las arreglan y las ponen preciosas.
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Parte de estos extranjeros son sus clientes y dejan «unas propinas impresionantes». «Cuando les digo lo que cuesta un vino, alucinan», explica Fran. Se quedan sorprendidos también con las tapas y con las raciones que ponen en el Azahar.
50 comidas
Un día fuerte de fin de semana puede dar hasta 50 comidas. Siempre tiene clientes. Durante la semana, más los fijos, los vecinos del pueblo, de los alrededores... en la barra de su negocio no ha notado la despoblación.
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El joven del Valle da una vuelta por su pueblo y va llenándose de recuerdos. En las escuelas antiguas donde jugaban, en esas calles que le han visto crecer.
No se aburre. Tampoco se lo plantea. Va a un mirador y divisa a lo lejos Restábal. La apuesta por café-bar Azahar fue doble porque Fran se dedica al pescado fresco. Lo compra en Mercagranada y trata de dar la máxima calidad. Considera que a los clientes no hay que subestimarlos y que dar producto fresco es algo esencial, estés donde estés.
Con esa ilusión se levanta Fran cada día que cuando descansa hace chapuzas en su casa o le mira la cara a Thiago, el vecino más joven de Restábal, al que han dado un premio por su lozanía en comparación con el resto de habitantes.
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A sus pocos meses es el futuro del Valle. Thiago y su padre, que ha creado empleo y que ya es responsable de estas criaturas (el niño y el bar) junto a Helena. Fran está agradecido a los guiris que lo visitan, a los turistas, a los ciclistas y a los vecinos que deciden entrar en su local. No está cansado ni desilusionado. Tiene los 23 años intactos y las ganas de comerse el mundo y de que otros se coman lo mejor de la provincia en su local. Es la cantera de Restábal y sus raíces tienen solvencia. Él, se queda.
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