Volver a los veranos en los pueblos de Granada
Vacaciones atípicas ·
Las restricciones a la movilidad y la incertidumbre han empujado a muchos a regresar a sus localidades de origen para disfrutar de un estío diferenteViernes, 28 de agosto 2020, 00:12
Me voy p'al pueblo/hoy es mi día/voy a alegrar toda el alma mía. Lo cantaban 'Los Panchos' hace más de medio siglo ... y a fe que esa guajira ha descrito la pulsión de aquellos que tienen la suerte de tener un pueblo al que regresar. Para muchos, los pueblos, como las bicicletas, son para el verano pero este año más que nunca. Aquí vienen tres historias de almas llenas de alegría por el simple hecho de volver... al pueblo.
Publicidad
Ángel Miranda-Salar
La pandemia, la prevención, el teletrabajo, los buenos recuerdos… y una antigua casa familiar en Salar puesta a punto tras 17 años sin ser habitada. Son parte de la historia de Ángel Miranda y su familia, que llevan desde primeros de junio asentados temporalmente en la que fuera la vivienda de sus abuelos y en la que tantos veranos pasó durante su niñez y juventud.
Con raíces en este pequeño pueblo del Poniente, Ángel conoce bien este municipio rural pero ya hacía 21 años que no pasaba un verano en el pueblo de su padre, sus tíos, sus abuelos… «La pandemia y la oportunidad de teletrabajar han sido decisivos para que nos decidamos a venirnos a pasar todo el verano», comenta Ángel, que, con la ayuda de su mujer, Estefanía, y algunos familiares ha acondicionado una antigua casa que necesitaba algo más que una capa de pintura.
Por eso, como aclara este granadino, fue una decisión meditada porque la casa necesitaba arreglo de fachada, patio, piscina… Pero reúne todas las condiciones para que sus hijos, Ángel y Gonzalo, puedan disfrutar el verano. Ellos sólo habían visitado Salar dos veces antes, una de ellas para ver la Villa Romana. «En cuanto se permitió la movilidad, nos vinimos para acá a preparar todo y a primeros de junio nos instalamos con la idea de regresar a primeros de septiembre, con el inicio del curso escolar», explica Ángel, que insiste en que sin el coronavirus no se hubieran planteado esto. Arreglar la casa –una herencia propiedad de varios miembros de la familia– suponía mucho trabajo. «De hecho, llevamos más de dos meses y no hay día que no hagamos algo», reconocen estos veraneantes.
Publicidad
La familia asegura que la experiencia está siendo buenísima, sobre todo para los niños, que incluso han coincidido con compañeros de su 'cole' que tienen lazos con el pueblo. «También viene la familia; la casa es grande y prácticamente no pasa una semana sin que tengamos visitas», dice Ángel, feliz al ver cómo sus hijos pueden vivir esa experiencia del verano en el pueblo, que él mismo disfrutó tantos años hasta 1999. «Además, gracias a todo esto hemos puesto en marcha una casa a la que ahora por supuesto volveremos. La idea es venirnos cada vez que podamos, echar fines de semana cuando no haga mucho frío, porque la casa no está tan acondicionada», planea Ángel, que comenzó a veranear en Salar cuando apenas tenía 8 años.
La experiencia que vivió ha sido otro motivo para que diera el paso a este inesperado verano en el pueblo, «con menos miedos, más tranquilo», califica. «Pensé en mis hijos porque aún tengo muchos recuerdos de mis tardes de paseo, cogiendo fruta, yendo al bañuelo... Me gusta que mis niños también tengan esos recuerdos. Es una alegría retomar el contacto con esa parte tan importante de tu vida», concluye.
Publicidad
Antonio Gómez-Purullena
Hace 20 años que Antonio Gómez tomó la costumbre de visitar cada verano Purullena, el pueblo en el que nació. Vuelve unos días año tras año con su familia y disfruta con sus paisanos del frescor que otorga vivir cerca de la ribera del río Fardes, de las alamedas y, naturalmente, de la cueva familiar que conserva y a la que llama 'Villa Los Pericos', en alusión al apodo familiar. Pero este año Antonio y su familia hacían las maletas mientras el coronavirus merodeaba por todos los rincones. «Estábamos medio confinados, así que cogimos la furgoneta y nos plantamos aquí», comenta. Y en Purullena llevan todo el verano. Es la tierra de su familia, el lugar en el que se desollaba la espinillas jugando al fútbol entre escapada y escapada, el lugar en el que aprendió sus primeras letras y en el que se conservan las tradiciones familiares: encalar la cueva cada verano o la devoción al Cristo de los Milagros. Antonio está agradecido a Purullena y a Barcelona, la ciudad que lo acogió desde los doce años, donde conoció a su esposa, Cristina, aprendió un oficio y sacó adelante a sus tres hijos, Así que Antonio, a sus 63 años, comparte su cariño entre una y otra. Antonio mantiene cerrada la cancela que da acceso a su cueva. «Aquí no entra nadie que no sea de la familia». Mantiene así a salvo a los cinco miembros de su familia, que comparten con él estas vacaciones en una residencia que se ha convertido en una fortaleza anticovid. «Aquí sólo salimos para llenar la nevera y otra vez vamos de vuelta a casa».
Antonio acostumbra a echar una mano en la organización de las competiciones de petanca, deporte al que es aficionado, que se organizan con motivo de las fiestas de cada año, menos este. Tampoco podrá sentir sobre sus hombros el peso del paso del Cristo de los Milagros, aunque acude a él para pedir por la salud de su familia y la suya. Este año no habrá cohetes que ofrecerle, pero sí flores... un verano raro.
Publicidad
Antonio admira el trabajo que se está realizando desde el Ayuntamiento de Purullena por mantener informada a la población y por hacer más llevadero el día a día de sus vecinos y vecinas. «Han pasado desinfectando, se reparte gel a los vecinos y entre los negocios...», comenta feliz de que en Purullena se siga viviendo como en una gran familia, lo que, sin duda, ayuda a pasar este mal trago. La solidaridad es más patente en Purullena.
Antonio Morillas-Purullena
Antonio Morillas trabaja en una oficina de empleo de la Comunidad de Madrid. Es uno de esos trabajos que durante los meses del estado de alarma ha tenido que poner toda la carne en el asador, aunque poco conocido. Las consecuencias laborales de esta crisis de la Covid le han obligado a trabajar más durante estos meses que en las circunstancias de la antigua normalidad. Ahora, por fin, disfruta de sus vacaciones en Purullena, su pueblo natal.
Publicidad
Como en años anteriores, Antonio llegó a Purullena a mediados del mes de agosto, vino acompañado de su mujer Josefa Navarro, y de su hija, María, de 21 años. En Madrid se quedó el otro hijo de la pareja, Antonio, de 26. El de este año ha sido uno de esos retornos que ha ido haciendo a su pueblo desde su infancia. A los 9 años marchó con su familia lejos de Purullena, pero desde entonces no ha dejado de venir. Su primer regreso fue en diciembre del año siguiente a su partida. «Fue para la matanza», puntualiza y acompaña su apunte con una sonrisa nostálgica.
Este mes de agosto el regreso ha sido diferente. La familia procede de la 'zona cero' para llegar a un lugar tranquilo. Sin embargo, se ha quedado sorprendido del «alto nivel de concienciación» que la gente de Purullena y otros pueblos tiene con las medidas de seguridad e higiene: «He visto a una señora caminar sola por la carretera, subiendo un cuestarrón, pero con su mascarilla».
Noticia Patrocinada
El pesar de todo lo que ha está dejando el coronavirus a su paso también se siente en las calles de Purullena. «Otros años por estas fechas se celebran las fiestas, sin embargo, ahora se nota cierta tristeza en las calles y en los bares», apunta. La pandemia ha limitado también la vida social porque las visitas y los encuentros se hacen con cuentagotas y con muchas precauciones.
Antonio es autor de la novela 'Lo que cuesta nacer' (Ed. Nazarí, 2018), del poemario 'Un paseo por los días' (Ed. Aliar, 2015), y del libro de relatos 'Las arcas del agua' (Ed. Hades, 2019). Durante sus vacaciones tenía previsto presentar su última obra, 'Fría aritmética', y una de las consecuencias de esta pandemia es que ha tenido que dejar atrás su encuentro con sus lectores. El confinamiento no le ha ayudado en su faceta creativa, además de la mayor carga de trabajo, la crisis ha sido un duro golpe. Quizá tras unos días de descanso en Purullena, se reencuentre con las musas.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión