La ventana del Geoparque y la puerta del paraíso
De Pozo Alcón a Cuevas del Campo ·
En los límites de Jaén y Granada se alzan Pozo Alcón y Cuevas del Campo con impresionantes cañones de arcilla roja y hasta sus playas, una de ellas nudista. Si alguien había pensado que al nordeste de las provincias de Jaén y Granada, entre bosques y extensos eriales no existen playas, se equivoca. Las podrá encontrar en diferentes puntos del pantano del Negratín. Moverse por ese territorio es enfrentarse a mil contrastes y paladear lo mucho que cambia el paisaje en un puñado de kilómetros que van desde las tierras que se asoman a la ventana de Geoparque granadino hasta la misma puerta del paraíso jienense de interiorDomingo, 21 de agosto 2022, 00:36
En el horizonte de poblaciones como Huéscar, Orce, Galera o Zújar, se atraviesan llanuras y valles quebradizos manchados de olivares, almendros y, desde hace unos ... años, también de espárragos. No son visibles, pero el agua del pantano del Negratín ha convertido en un vergel tierras vírgenes en las que hoy se recogen cientos de toneladas de melones o sandías cultivados a cielo abierto. La vista se pierde entre las plantaciones a las que llegan a diario autobuses con obreros para el tratamiento o la recogida de las frutas. De esas propiedades salen en plena temporada decenas de camiones que llevan el producto a plantas para su clasificación y embalaje y de ahí, el 90% se distribuye a los mercados europeos.
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La 'frontera' entre Granada y Jaén que marca los poco menos de 12 kilómetros que separan los municipios de Cuevas del Campo y Pozo Alcón, es parte de un viaje sorprendente en el que se cruzan los sentidos y las sensaciones de una naturaleza, ora agreste y luminosa con impresionantes cañones de arcilla roja coronados con mechones de frondosos pinares que se funden en las llanuras y las lomas de suelo blanco y calcareo, ora verde donde la naturaleza fluye entre bosques y manantiales en el entorno de la Sierras de Cazorla, Segura y las Villas.
Los dos municipios son tan diferentes que se vuelven complementarios, con la necesidad uno del otro, y los lugareños, conscientes de ello, mantienen vivo el trasiego entre uno y otro compartiendo sueños y proyectos, celebrando bodas, festejando tradiciones... Se saben unidos en la distancia y aquí no hablan de fronteras ni de provincias porque se consideran vecinos de la necesidad y están acostumbrados a que la 'gloria' y los beneficios caigan siempre del lado de Cazorla o Zújar.
Cuevas del Campo es el último pueblo de Granada en este lugar y es aquí, en el Altiplano granadino, donde nace este rincón entre los embalses de La Bolera y Negratín que beben del Guadiana Menor y de su afluente, el Guadalentín que, todo sea dicho, hasta hace un suspiro de unos 10.000 años la cuenca era un lado salado de interior. El origen de su nombre no puede ser más explícito al tratarse de un lugar de labranza en el que los jornaleros cavaban pequeñas cuevas en los cerros para protegerse del sol. Poco a poco se fueron convirtiendo en refugios provisionales para ellos y para el grano, y más tarde en viviendas habituales. Hoy las cuevas siguen siendo hogar para algunas familias y un atractivo turístico imprescindible para entender la zona y vivirla con la intensidad que merece para no perderse, dicen los del lugar, las impresionantes puestas de sol que se descuelgan, cálidas y brillantes, sobre las aguas del Negratín.
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La imagen del municipio no es diferente de la de otros pueblos en los que la vida discurre con la calma de un reloj parado. Es verano y en las calles hay pocas almas que se aventuren al enojoso calor contra el que claman las chicharras, pero los hay a la sombra de acacias y plátanos de paseo. Es el caso de Andrés, que ha sido concejal durante dieciséis años y asegura que ahí lo conocen «hasta los gatos». Fue uno de los que lucharon por la independencia de Cuevas del Campo, que hasta noviembre de 1980 pertenecía a Zújar. «El pueblo ha cambiado mucho desde que nos segregamos porque había cosas que no eran admisibles y un ejemplo son las fiestas: descubrimos que a Zújar se destinaban 250.000 de las antiguas pesetas y a Cuevas 35.000», refiere el exconcejal.
Una tortura de viaje
Mientras pasea al nieto, se ha detenido un momento con su amigo Jacinto Martínez, que durante más de treinta años fue el único taxista del pueblo. Solía viajar a la capital granadina varias veces en semana para trasladar a vecinos con citas médicas, pero también al puerto de Alicante para esperar los barcos de las islas porque muchos lugareños trabajaban en la hostelería y llegaban o partían con frecuencia. «El viaje a Granada era una tortura de más de dos horas y 110 kilómetros con las carreteras de entonces, y eso que mi Seat 1500 respondía como un campeón».
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«Escriba usted que el problema del pueblo es que los jóvenes no tienen futuro y se tienen que ir». El que lo pide se llama Antonio Moreno, que dice haber trabajado duro desde que tenía 7 años, y ahora es feliz tocando la guitarra en el coro rociero del pueblo. Irene Carmona, una joven de 30 años, coincide plenamente con el abuelo. «Hoy casi todo el mundo estudia y los jóvenes queremos trabajar para lo que nos hemos formado, y eso en el pueblo es imposible». Es su propio caso y anuncia que en unos días viaja a Málaga contratada como azafata por una aerolínea. «En Cuevas el invierno es duro para todo el mundo, pero más para los jóvenes que tampoco tenemos muchas opciones para divertirnos si no nos vamos a Baza y sobre todo a Granada».
Uno de los locales con más trasiego de vecinos está a la mitad del paseo. Lo regenta Frasquito, que además de peluquero es el lotero oficial de Cuevas. Si alguien acude para echar una Primitiva Frasquito deja unos segundos al cliente y sale a la ventanilla en la que vendió el Segundo premio del sorteo de El Niño en la Navidad de 2017. Sea por si la suerte repite, porque se matan dos pájaros de un tiro al pelarse y echar una quiniela al mismo tiempo, o por la necesidad de soñar para tapar agujeros, los juegos de azar tienen tirón en el pueblo.
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Todos coinciden en algo: En Cuevas se vive bien y quizás por ello Luis Joaquín Miranda, un cubano de 33 años, llegó hace un lustro y no piensa en marcharse. Trabaja de pintor y en la aceituna y vive con su pareja. «Hay pocos jóvenes españoles, ahora la mayoría somos extranjeros; hemos colonizado Cuevas del Campo», bromea. A Joaquín no le falta algo de razón, o mucho. La propia alcaldesa del municipio, Carmen Rocío, reconoce que la colonia de inmigrantes es numerosa con más de 200 hondureños empadronados, además de los originarios de otros países latinos, que dan vida al pueblo, además de cubrir las necesidades de personal para el olivar.
Hermano mayor
A un paso nos vamos a encontrar con Pozo Alcón, que en este caso es el primer pueblo de la provincia de Jaén aunque no han faltado intentos para incluirlo en la de Granada, a la que llegó a pertenecer entre los años 1823 y 1829. Pozo Alcón debe su nombre a una fuente, la primera conocida en el municipio, que un toro de nombre 'Alcón' hizo brotar con su pezuña en la dehesa donde está actualmente la calle Parras. El agua nutre en abundancia a la Fuente Taza, los caños del Barranco o los nacimientos interiores de numerosas casas.
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Una vez más son las distancias y las mejores o peores comunicaciones las que imponen las verdaderas fronteras entre las gentes de un territorio porque los vecinos se mueven a veces por proximidad más que por afinidad. En el caso de Cuevas y Pozo Alcón son las dos razones que infieren en una relación en la que la población jienense ejerce de hermano mayor porque sus casi 5.000 habitantes lo dotan de más y mejores servicios que los apenas 2.000 cueveros.
Los lugareños revelan la estrecha relación de Cuevas con Pozo Alcón. «Es una 'frontera' que no existe porque hablamos de proyectos conjuntos y las relaciones de ida y vuelta son mejor que buenas», recuerda la alcaldesa. La estrecha vinculación de Pozo Alcón con Granada viene de lejos y como sucede siempre viene dada por las distancias que al final alimentan los sentimientos de identidad y apego. Lo reconoce Ana Monge, que regenta una óptica en el municipio. Estudió Bachillerato en Baza y la carrera en Granada, como otros muchos, y más cuando en Jaén no había Universidad. «Ir a Jaén supone dos horas de camino y por carreteras malas, y a Granada solo hora y cuarto y gran parte por autovía. En Pozo Alcón nos tira más Granada por una cuestión de cercanía y malas comunicaciones con Jaén. Además dependemos de Baza y Granada para los médicos y lo mismo para renovar el DNI o pasar la ITV».
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Monge echa de menos mayores oportunidades para retener a las nuevas generaciones y explotar mejor sus recursos «porque somos la puerta del paraíso interior de Jaén, pero nosotros no lo rentabilizamos, en parte porque hay un exceso de focalización en Cazorla y los demás nos quedamos muy en segundo plano, a pesar de tener el nacimiento del río Guadalquivir en la sierra del Pozo y una oferta cada día más apreciada». Joaquín lo comparte. Él es de Águilas y está casado con una poceña, así que se ha aprendido bien la tierra que visita desde hace muchos años, tanto que se considera uno más. «Cuando vienes de fuera da la impresión de que falta un poco de alegría y creo que se podría aprovechar mejor nuestra oferta natural con propuestas dirigidas al turismo en familia».
Estos y otros como Ignacio, propietario del bar más antiguo del municipio con más de 40 años de experiencia, aseguran que el problema de fondo es que su pueblo y otros de las zonas de interior como Cuevas, se están vaciando porque la gente busca vida fuera de ellos, muchos en las islas. «Antes era temporal: se iban en verano y regresaban al acabar la temporada, pero ahora ya no vuelven, se quedan fuera y nosotros nos quedamos solos, aunque tengamos cosas que ofrecer».
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La teniente de alcalde de Pozo Alcón, Sandra Coronado, sostiene que las comunicaciones son letales para el municipio porque lastran iniciativas y frenan oportunidades, a pesar de contar ya con 1.500 plazas hoteleras en establecimientos de diferente categoría. «Todo no es Cazorla. Nuestra oferta es amplia para disfrutar de la naturaleza y para comprobarlo invitamos a que nos visiten, que pasen un día en nuestros parajes y que descubran una localidad llena de matices».
«Todo no es Cazorla»
La dirigente municipal tiene razón al decir que «todo no es Cazorla», y reivindica el potencial de su municipio, que lo tiene y, como los vecinos granadinos, comparten muchas cosas en común, pero hay una que destaca entre las demás: no son lugares en los que asombre su patrimonio por templos, castillos o palacios, que los hay. Su extraordinaria belleza está en los sentidos, en los increíbles parajes naturales en los que se abren paso los olivares y las arboledas; en las 'catedrales' de aguas de cristal; en las fortalezas de parajes verdes y montañas hidalgas, o en los palacios de calles blancas entrelazadas. Y claro, en los sabores intensos de un manjar de dioses, el aceite de oliva que dicen, como en esas tierras, no se hace otro igual.
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Pozo Alcón es patrimonio de la belleza irreverente que 'chulea' al visitante con la cascada de Guadalmanco, el Bosque Encantado de las Higueras y sus mil y un senderos que llevan, efectivamente, al paraíso interior que pregona Jaén, y entre ellos, el que discurre hasta el nacimiento del río Guadalquivir en la Sierra del Pozo.
La pasión, en vivo
Un enorme mural a la entrada de Cuevas del Campo anuncia un acontecimiento importante para este municipio: la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo cada Jueves y Viernes Santo. Algo que se inició como una idea colectiva de voluntad en la que vestuario y atrezzos salían de colchas, sábanas o cortinas viejas, no tardó en convertirse en una magistral representación de la Pasión a partir del Evangelio de San Mateo que llevó al cine Pier Paolo Passolini. Organizada en tres actos, comprende una veintena de escenas, entre ellas el desfile del ejército romano, la entrada del gobernador de Judea, el juicio de Pilato, la flagelación, la subida al Calvario con las Tres Caídas, la crucifixión, el entierro y la resurrección y finalmente, la despedida desde el Gólgota. Además de un preámbulo y un epílogo, comprende una veintena de escenas.
En un municipio de menos de 2.000 habitantes cerca de 600 participan como actores en los decorados naturales del pueblo desde el juicio de Poncio Pilatos hasta la crucifixión. Se cuida hasta el más mínimo detalle y desde hace años incluso el vestuario cumple con los rasgos históricos. La Semana Santa Viviente de Cuevas del Campo fue declarada en 2004 De Interés Turístico en Andalucía, y ha sido considerada como Patrimonio Inmaterial de Andalucía.
Este acontecimiento sirve como reclamo para que los pueblos de la zona y sobre todo Cuevas del Campo o Pozo Alcón, muestren su mejor cara y aprovechen para abrir las ventanas del Geoparque y las puertas del paraíso.
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