Escena de 'Shutter island', con Di Caprio como protagonista. :: IDEAL
CULTURA

¿Qué hay en común entre 'Lost' (Perdidos), 'Shutter island', 'El escritor', 'Lucía y el sexo' y 'Rapa Nui'?

Las islas tienen una enorme capacidad simbólica para el desarrollo de films

JESÚS LENS ESPINOSA DE LOS MONTEROS jesus-lens@telefonica.net

Martes, 11 de mayo 2010, 04:52

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Con un barco que llega a una isla. Así comienzan dos de las mejores películas de lo que llevamos de año, 'Shutter island' y ' ... El escritor', ambas dirigidas por un par de directores que, atesorando un más que merecido prestigio y una envidiable filmografía a sus espaldas, siguen teniendo dos de las miradas más lúcidas e interesantes del actual panorama cinematográfico internacional.

Las islas, esos pedazos de tierra en mitad del mar, refugio y a la vez condena de náufragos sólo relativamente afortunados, tienen una enorme capacidad simbólica por lo que no es baladí ni casual hacer que una película transcurra en uno de esos lugares tan especiales, mágicos y singulares.

Martin Scorsese, para trasladar al cine una de las mejores y más comentadas novelas de Dennis Lehane, 'Shutter island', hace comenzar la película con una de esas imágenes densas, turbias y poderosas, a la que la potencia de una banda sonora aplastante confiere toda la fuerza posible, poniendo alerta a unos espectadores que se ven arrastrados por la historia de una forma abrumadora. Sin concesión. El barco en que viajan los personajes interpretados por Leonardo Di Caprio y su compañero parece acercarse a la isla como atraído por una fuerza sobrenatural, como si de un todopoderoso imán se tratara. La bruma, las nubes y el frío no hacen sino cargar de malos presagios toda la estampa.

Y no es de extrañar. Porque en 'Shutter island', como no tardaremos en descubrir, está radicada una institución dedicada al cuidado y a la custodia de los presos más peligrosos que imaginarse pueda: los aquejados de trastornos mentales profundos.

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Pero es que, además, los protagonistas sospecharán que en lo más recóndito de la isla, en un faro prácticamente inaccesible, se pueden estar desarrollando unos experimentos de lo más peligrosos. Así, y aunque sean advertidos de que se marchen de allí, una fuerte tormenta se cernirá sobre la isla, el servicio de ferry quedará interrumpido y, en consecuencia, todos sus habitantes y visitantes se verán doblemente aislados.

Como decíamos, las islas tienen una enorme carga simbólica. Juan Eduardo Cirlot, en su imprescindible 'Diccionario de símbolos', señala que «la isla es un símbolo de aislamiento, de soledad y de muerte. Islas malditas, en las que se producen apariciones infernales, encantamientos, tormentas y peligros, correspondiendo al castillo negro de otras leyendas».

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Metáforas de la muerte

Aislamiento, soledad y muerte. ¿Cómo no pensar en todo ello, nada más ver el también portentoso comienzo de 'El escritor'? Un barco llega a puerto. Todos los coches salen de la bodega del ferry y sólo uno permanece en ella, abandonado, vacío, inmóvil. Metáforas de la muerte hay muchas en la historia del cine. El comienzo de la última película de Roman Polanski es una de las mejores. Porque, como no tardaremos en saber, el cadáver del teórico conductor del referido vehículo aparecerá, devuelto por el mar, en una de las playas de otra isla de la Costa Este de los EE.UU.

¿Por qué viaja el escritor por encargo protagonista de la cinta hasta allí? Pues porque en ella está refugiado, aislado, escondido y solo, muy solo, el anterior Primer Ministro del Gobierno británico, al que pone su flemática imagen el siempre solvente Pierce Brosnan. Un ex Premier a quién el Tribunal de La Haya quiere procesar por delitos de lesa humanidad, al haber propiciado una guerra en un país de Extremo Oriente por causas poco claras y creíbles. Vive rodeado de estrechas medidas de seguridad en una casa de diseño frente al mar, solitaria, sin incómodos vecinos. Una casa decorada con grandes lienzos de arte contemporáneo, conceptuales, que contrastan con los grandes ventanales que, dejando ver el mar, no hacen sino incidir en el aislamiento de los habitantes de la casa. Un mar gris, frío y ominoso.

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Y a esa isla llega el personaje interpretado por Ewan McGregor, un escritor por encargo que tiene que revisar, pulir y corregir el manuscrito con las memorias del político retirado que había escrito el muerto con que empezaba la película. Y, por supuesto, se sentirá solo, abrumado y... con el aliento de la muerte en el cogote, alimentándose nada más que de insulsos sandwiches, mañana, tarde y noche: al aislamiento, también, a través de la gastronomía.

En la historia del cine hay otras muchas islas entre lo misterioso y lo enigmático, que albergan a personas que, en su soledad y distanciamiento, buscan encontrar campo abonado a su creatividad y a sus veleidades técnico-científicas, liberados de una encorsetada vida social y alejados de la incómoda mirada de vecinos, amigos y conocidos. Como 'La isla del doctor Moreau' que, partiendo de una novela del célebre y anticipatorio H. G. Wells, ha tenido hasta tres adaptaciones diferentes, la última de las cuáles contó entre su elenco artístico con un postrer y desmesurado Marlon Brando, leyenda del cine. Otro famoso autor de novelas de aventuras y anticipación, Julio Verne, publicó en 1874 una de sus obras más conocidas y leídas, 'La isla misteriosa', que ha sido varias veces trasladada al cine y la televisión. Juan Antonio Bardem, por ejemplo, dirigió en 1973 una miniserie que contó con Omar Sharif como protagonista.

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'Perdidos'

A buen seguro ha sido leer 'La isla misteriosa' y muchos lectores habrán pensado automáticamente en esos mares del Sur en que transcurre la gran serie del siglo XXI: 'Perdidos', en la que la gran protagonista es la enigmática isla en la que acontece buena parte de la acción. Pero antes de hablar de la gran obra de J. J. Abrams, volvamos a Cirlot cuando señala que, «para Jung, la isla es el refugio contra el amenazador asalto del mar del inconsciente, es decir, la síntesis de conciencia y voluntad, siguiendo la doctrina hindú, la isla es concebida como el punto de fuerza metafísico en el cual se condensan las fuerzas de la 'inmensa ilógica' del océano».

¿Habrá leído Abrams a Jung y a Cirlot? ¿Estará en esas palabras (parte de) la respuesta que todos esperamos en los últimos episodios de la serie que más bytes ha consumido en la historia de Internet? 'Perdidos' es una serie postmoderna que, además de cambiar todas las estructuras narrativas convencionales, ha enganchado visceral e intelectualmente a millones de espectadores de todo el mundo, hasta el punto de que la FNAC coloca libros con el anagrama de Dharma en sus anaqueles dedicados a la Filosofía.

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No es momento ni ocasión de hacer cábalas sobre qué es la isla de 'Perdidos' ni sobre qué hacen allí los supervivientes del vuelo 815 de Oceanic. Pero lo cierto es que nunca antes una isla nos tuvo tan en vilo como ésta, con sus osos polares, su humo negro, sus señales de radio, los barcos 'hundidos' en mitad de la selva, los búnkeres, las escotillas, los restos de gigantescas estatuas rituales, las estaciones de la iniciativa Dharma, los templos y, sobre todo, esas tribus isleñas, de Los Otros a los científicos, pasando por la solitaria Rousseau o el sempiternamente joven Richard.

Richard, que originalmente se llamaba Ricardo y que provenía de otras islas. Muy cercanas a nosotros en este caso. Las islas Canarias. Las islas afortunadas. Esas otras islas bienaventuradas y que son sinónimo del paraíso terrenal, el contrapunto luminoso, feliz y transparente de las islas negras con que empezábamos este reportaje.

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Así las cosas, ¿qué encontraron los marineros de 'la Bounty' cuando arribaron a Tahití, en los mares del Sur, en su búsqueda del Árbol del Pan? El paraíso. El paraíso en la tierra. Especialmente, cuando comparaban aquellas buenas tierras y la amable y cariñosa acogida de sus habitantes con la férrea y dictatorial disciplina impuesta a bordo por el tiránico capitán Bligh. Por tanto, ¿quién le iba a reprochar al segundo oficial del barco, Fletcher Christian, que comandara un motín que pasaría a la historia del cine y la literatura?

Aunque del motín de la Bounty se han hecho muchas adaptaciones, interpretadas por actores como Anthony Hopkins, Clark Gable o Charles Laughton, la más célebre es la protagonizada, nuevamente, por Marlon Brando, uno de esos actores 'bigger than life' (más grandes que la vida) y que, durante el rodaje de 'Rebelión a bordo' protagonizó un sonado escándalo al emular a su personaje en la ficción, el levantisco Fletcher, e iniciar una relación sentimental con Tarita Teriipia, la actriz protagonista de la cinta, con la que se casaría y tendría hijos, llegando a comprar una pequeña isla cercana a Tahití, en la que se refugiaba siempre que sus obligaciones cinematográficas se lo permitían.

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John Ford también situó en los Mares del Sur la acción de su divertidísima 'La taberna del irlandés', trasladando al azul del océano la magia del verde irlandés en que radicó su otro personal paraíso en la tierra: esa otra gran isla llamada Irlanda. Para la ocasión, se llevó a John Wayne, Lee Marvin y el resto de actores a la isla de Haleakala, donde se lo pasaron indudablemente en grande.

Le preguntaba el crítico Peter Bogdanovich a Ford, en su célebre entrevista con el director, que si le hubiera gustado llevar la vida que se retrata en 'La taberna del irlandés'. Y Ford le contesta lo siguiente: «No, en absoluto. No me hubiera gustado vivir en una isla. Me gusta ir a Honolulú a pasar un par de semanas de vacaciones, pero al cabo de ese tiempo se me cae encima la isla. Claro que conozco a gente que ha hecho eso exactamente y sigue todavía en los Mares del Sur, que tiene viejas tabernas de marineros y les va muy bien, con treinta o cuarenta hijos de la Marina, cinco o seis mujeres de la Marina. Pero no es la vida que me gustaría a mí». Toda una declaración de principios sobre la vida en las islas.

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Julio Médem y las Baleares

En España, además de las afortunadas islas Canarias, tenemos las no menos luminosas y deseadas Baleares. Y un director, Julio Médem, las ha utilizado como escenario para sus apasionadas y tempestuosas historias de amor, abandono, celos y soledad. En 'Lucía y el sexo', el personaje interpretado por Paz Vega se traslada de Madrid a Formentera, donde recordará la relación que mantuvo con el escritor interpretado por Tristán Ulloa. La luz del Mediterráneo y las solitarias playas de la pequeña isla servirán como el mejor marco para que Lucía recuerde, viva y sueñe despierta. En 'Caótica Ana', por su parte, será Ibiza la isla elegida por el director para hablar de esas mujeres que mueren antes de tiempo y en trágicas circunstancias, recordando a su propia hermana, que falleció en accidente de tráfico unos años antes.

De entre las islas más atractivas, misteriosas y enigmáticas del mundo, una de las más conocidas es la isla de Pascua, Rapa Nui, o Isla Grande. Situada en la Polinesia, en mitad del Océano Pacífico, esta isla chilena ha cautivado y espoleado la imaginación de millones de personas de todo el mundo gracias a las colosales estatuas, los Moáis, que decoran sus colinas y montañas. Una isla que este verano recibirá la visita de miles de turistas dispuestos a presenciar, el 11 de julio, un gran eclipse solar completo, con motivo del que habrá todo un festival folclórico y cultural, cuya difusión cuenta con su propia página web (http://www.honueclipse.org/home/) y su grupo de fans en Facebook, por supuesto.

En 1994, Kevin Reynolds asumió el reto del productor Kevin Costner de dirigir una película que contase las leyendas de la famosa isla, sobre todo una llamada 'Tangata Manu' u 'Hombre pájaro'. Aunque el argumento fuera históricamente discutible, la importancia de la película radica en el mensaje ecologista implícito en la misma. Y es que hasta el más verde paraíso terrenal puede ver su futuro amenazado por la superstición, el miedo y las rivalidades humanas: la obsesión por levantar el Moái más grande en el menor tiempo posible conllevó la necesidad de talar inmensas cantidades de árboles para transportar la colosal mole de piedra, radicando en ese tipo de comportamiento la actual deforestación que sufre la isla.

Como en toda superproducción que se precie, en 'Rapa Nui' también hay una historia de amor. Al final de la película, cuando la suerte parece echada para la isla de Pascua, los protagonistas huyen de la misma en una canoa, con todo el dolor de su corazón.

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¿Qué nuevos horizontes esperan a Noro y Ramana, los dos amantes en fuga? Es difícil, después de haber vivido en una isla que es lo más cercano al jardín del Edén, imaginar un mejor destino para vivir. Pero, por desgracia, si algo nos ha enseñado la historia, es que es más fácil perder y ser expulsado del paraíso que habitarlo en paz y por siempre jamás.

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