Irene Urbistondo Molina, de Cordelería y Espartería San José. M. D. Martínez

Así es el último negocio de Granada dedicado a una artesanía milenaria

Irene Urbistondo Molina es la quinta generación al frente de esta tienda que ha permanecido inalterable desde 1907

María Dolores Martínez

Granada

Lunes, 15 de septiembre 2025, 11:07

Adentrarse en la Cordelería y Espartería San José de la calle Jáudenes, cerca de Mesones, es volver a la Granada de hace más de un ... siglo y conocer esa parte de la historia ligada a las gentes del campo y los trabajos artesanos. Pocas cosas han cambiado desde que la fundara Antonio Rosales Yañez en 1907 y nada ha podido con ella tras sufrir todo tipo de pruebas. Entre ellas, una Guerra Civil, crisis económicas, una pandemia y las subidas de los alquileres en pleno centro. Las sillas de enea y mimbre, las cestas y los burritos de esparto trenzados a mano nos dan la bienvenida a pie de calle junto a la misma fachada de siempre.

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Es el último negocio que queda en la capital dedicado exclusivamente al esparto, la mimbre, la madera y el olivo, con toda la esencia de sus comienzos. La historia cuenta que «gentes de los pueblos cercanos a Granada, cosarios de pueblos del Valle de Lecrín y la Alpujarra así como los cortijos de la provincia compraban astiles, jáquimas, hoces, cribas, piedras de sal, cencerros, albardones, orcas, viergos y viergas, palas, jamugas, cañizo, sillas de anea y un gran número de útiles necesarios para el trabajo en el campo. En aquella época, además, dos artesanos trabajaban en la Espartería: Vargas, que se dedicaba al cuero y la albardonería, y Garrote, picador de toros y albardonero de profesión, los cuales fabricaban útiles muy utilizados en el campo y que hoy en día casi han desaparecido».

Al frente de esta tienda se encuentra la quinta generación de sus propietarios, representada por Irene Urbistondo Molina. Reconoce que «hemos tenido suerte con el alquiler porque mantenemos el antiguo y si no fuera por eso quizás no podríamos seguir en la tienda». Para ella trabajan siete artesanos, procedentes de Andalucía, Alicante y el norte de España, y pueden mantenerse cuatro familias. Su profesionalidad y el cuidado con que elaboran cada una de las piezas ha logrado fidelizar «a clientes de toda la vida, tanto de Granada como de fuera de ella». Algunos de ellos frecuentaban el local de pequeños con sus padres y abuelos y siguen volviendo de adultos para que los atienda Irene. Se acuerdan mucho de su abuelo, al que llamaban cariñosamente Manolín. «Siguen preguntando por él porque era un hombre muy cariñoso al que le gustaba hablar con todo el mundo».

Espartería San José en Granada. M. D. Martínez

Vivir del trabajo artesano no es una empresa fácil en los tiempos que corren. El futuro se plantea incierto, en buena medida porque hace falta una continuidad en este tipo de profesionales. Ante este panorama, Irene prefiere vivir el presente, aunque no oculta cierta preocupación. De momento, «nuestros artesanos no son personas jubiladas ni van a cerrar su negocio. Tienen mucho trabajo y disponen de fábricas grandes».

Entre los planes de Irene no se encontraba dedicarse al negocio familiar, que conocía ya por las visitas que hacía a su abuelo y a su tío, Manuel y Jesús Molina. «No tenía mucho interés, pero a raíz de la pandemia mi tío se puso malo y no había nadie que pudiese sustituirlo. Me vine aquí compaginándolo con otro trabajo que tenía en esos momentos». Ahora oferta todo tipo de trabajos artesanos en los que las nuevas tendencias y la modernidad sólo se filtran de manera casi imperceptible en los bolsos, las lámparas y los artículos decorativos. El whatsapp, la página web y el Instagram no han sustituido del todo a la libreta y el lápiz pero se han convertido también en medios muy útiles para mantener el contacto con la clientela y recibir pedidos. «Se venden mucho los utensilios de olivo para la cocina, los bastones y cayados, el esparto enfocado a la decoración, los sombreros de fibras vegetales y los bolsos y capazos para la playa». Otro producto estrella son las sillas de enea, que «se llevan mucho para regalo» al igual que las cestas cuando llega la Navidad.

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En las estanterías y expositores se distribuyen las escobas, las cabezas de animales, los cuencos de madera de abedul, los platos de pulpo, los sacudidores de alfombras, las albarcas, la cordelería, las leñeras, alfombras, espejos y maceteros, entre otros muchos productos.

Irene apuesta fuerte por mantener el negocio familiar y, también, por contentar a una clientela que le pide siempre que no lo cierre. «Yo les digo que para ello tienen que comprar. Es la única forma de poder seguir adelante».

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