En su número del 5 de agosto, una fecha muy emblemática para la historia religiosa y montañera de Sierra Nevada, IDEAL informaba de manera destacada ... del inmediato comienzo de la reconstrucción del conocido popularmente como refugio de Elorrieta. Su origen se halla en el programa de repoblación forestal de la vertiente sur de Sierra Nevada iniciado en 1928 bajo la dirección de los ingenieros José Almagro San Martín y José García Nájera. Jalonando el río Lanjarón se construyeron media docena de albergues para obreros, facultativos y vigilantes. Del último, denominado primero albergue del Tajo de los Machos y luego Elorrieta, en homenaje al director general de montes que autorizó el proyecto, se conserva una fotografía publicada en diciembre de 1932, fecha en la que, en consecuencia, ya estaba construido.
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Elorrieta está enclavado a 3.187 metros de altitud entre el Tosal del Cartujo y los Tajos de Nevero, en un cruce confuso de términos municipales, un lugar que en invierno se halla completamente cubierto de nieve y azotado por permanentes ventiscas. Constructivamente consta de tres partes: dos abovedadas exteriores y otra excavada en la roca, con un conjunto de galerías recubiertas con una bóveda de ladrillos y zócalo de azulejos hasta metro y medio de altura. La diferencia de temperaturas fisuró la bóveda hasta dejarla caer y el tiempo y el vandalismo hicieron lo demás, de manera que pronto empezó su desmantelamiento: poco a poco fueron desapareciendo las puertas, ventanas, calefactores, conducciones de agua, la baranda de las escaleras... hasta la más completa ruina. Desapareció incluso la nostálgica placa que a su puerta informaba: «Siempre abierto fiado a la hidalguía del caminante. Para entrar, hacer girar el picaporte».
En 1963 el Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias cedió los refugios de Elorrieta y del Caballo a la Federación Española de Montañismo y ésta, a través de su delegación en Granada acometió su reconstrucción parcial. Treinta años después, en 1992, cuando éste y los restantes refugios de montaña se hallaban en una situación precaria, la Junta de Andalucía planteó un extenso plan de refugios que fue evaluado muy negativamente por la Federación Andaluza de Montañismo. A su juicio estaban a demasiada altitud, eliminaban la aventura en la montaña, representaban un peligro real para los montañeros más que una garantía de supervivencia, se convertían en basureros de altura, destruían las zonas donde se ubicaban, tenían un impacto negativo sobre la fauna y algunos, incluso, se proyectaban en zonas con un altísimo grado de protección. Lorenzo Arribas lo calificó como un «regalo bomba» del que los alpinistas no deberían ser cómplices, concibiendo los refugios como puntos de partida para subir montañas y no como puntos para desbravarlas: «refugios bajos, y, en la altura, soledad y aventura, para conservar las montañas como son en realidad». Y ante la disyuntiva de Elorrieta, si restaurar un refugio o una cima, la respuesta era meridianamente clara: «Elorrieta es un buen ejemplo de donde no debe estar un refugio. Allí, lo que hay que restaurar, es la cima».
Esa es la política sobre refugios que definió la Federación Andaluza, asumió la Federación Nacional, la expandió a ámbitos europeos y la hizo suya, finalmente, la Junta de Andalucía a través de la gestión del Parque Nacional. Los refugios del Poqueira y Postero Alto, en los que ahora se ha hecho un gran esfuerzo de renovación, son sus resultados. Río Seco y Elorrieta debían pasar a la historia, que es un buen lugar para permanecer durante la eternidad.
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La oposición a la demolición del primero y la restauración del paraje de la laguna fue discreta y ahí están sus resultados, ejemplo reconocido internacionalmente de civismo, moderación y compromiso deportivo y medioambiental. Sobre Elorrieta la discrepancia ha sido mayor. Hace una docena de años se creó una plataforma para reivindicar su restauración, pero la FAM, en su asamblea general celebrada en Antequera en marzo de 2015 ratificó su decisión, que continúa vigente, de vetar los refugios por encima de los 2.500 metros. Si la Federación, que representa legítimamente los intereses y la opinión de los montañeros no lo quiere ¿para qué reconstruirlo? Esa postura se mantuvo durante largo tiempo desde el Parque Nacional que se limitó a desescombrar el lugar sin llevar a cabo ningún proyecto de restauración.
Se ha argumentado a favor de su recuperación que su impacto visual y ambiental es mínimo, que forma parte del escaso patrimonio histórico de Sierra Nevada, que ha sido auxilio de montañeros, que es una construcción sumamente singular y que su desaparición representa una evidente pérdida patrimonial y económica.
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Por contra, algunos creemos que es un mamotreto en ruinas inútil y descontextualizado erigido en una cima de 3.187 metros. Su tipología constructiva y los materiales utilizados nada tienen que ver con las construcciones de la zona y su historia de menos de un siglo se va a conservar en el conocimiento sin necesidad de preservar sus paredes ni sus hoyos, desvirtuar la cumbre ni romper la grandeza del paisaje. Los mismos argumentos que para la demolición del edificio que la Universidad mantiene en la misma cima del Veleta, que tanto costó acordar y ahora está costando ejecutar. No se puede abrir, y así se ha advertido, para el público que allí podría caber, porque ni hay agua en verano, cuando sería habitable, salvo que se conduzca desde la laguna de Lanjarón, que espero no se le haya ocurrido a nadie, ni se puede realizar la depuración, ni resolver el vertido de los residuos sin enterrarlos ni echarlos al barranco. Está en una zona extremadamente peligrosa para su acceso hasta bien llegado el verano, según demuestran los percances que casi anualmente se producen, y la rehabilitación del refugio, aunque no se llegue a abrir como tal, aumentará las expectativas de la cumbre y los riesgos de accidente de montaña. La propia cima se halla cortada en su cara sur por un enorme precipicio ubicado en la misma entrada de la construcción principal. Elorrieta es un destino, no un punto de partida y eso no es un refugio. O no debe serlo.
El Plan de ordenación de los recursos naturales de Sierra Nevada incluye la zona dentro de las de uso moderado, donde se prohíbe la construcción de edificios o instalaciones permanentes de gran envergadura, aunque permite la restauración de instalaciones existentes, pero con las limitaciones establecidas para las zonas de uso restringido: respeto al entorno y utilización de materiales y tipologías tradicionales, sin aumentar el volumen. Está claro que se refiere a instalaciones en uso y no a construcciones semiderruidas que llevan medio siglo abandonadas. Por otra parte, el Plan rector de uso y gestión del parque establece como objetivo específico «restaurar el paisaje de las altas cumbres y otras zonas degradadas». Y como uno de los programas de actuación a desarrollar para recuperar la calidad paisajística, ordena la «evaluación general del estado de los refugios y, en caso de ser necesario, la demolición y retirada de escombros».
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El objetivo claramente marcado por la normativa ambiental de restaurar el paisaje de las altas cumbres debería prevalecer frente a las vagas expectativas que se derivan de la inclusión de Elorrieta en el Catálogo general del patrimonio andaluz como bien de catalogación general y del uso que se pueda dar al refugio después de su reconstrucción. Lo que para mi está claro es que en Sierra Nevada por encima de los tres mil metros no debería haber, sencillamente, nada, salvo las rocas que la conforman y las plantas diminutas con las que la naturaleza se esfuerza en mostrarnos el prodigio de la vida.
Manuel Titos Martínez
Premio 'Cumbres Salvajes' 2024, de la Federación Andaluza de Montañismo.
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