Una persona sin hogar duerme en la calle. Freepik

«Tener un hogar es la salvación, lo es todo»

Nuestros solidarios ·

«Me toco el bolsillo y digo: '¡Hostia, tengo las llaves de un piso, no tengo que ir a dormir a un parque!'»

Lunes, 2 de noviembre 2020, 01:09

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Alfonso sabe que eso de que se hace camino al andar no sólo es un verso, que ya sería bastante. A diario recorre Granada de ... madrugada. «Me gusta salir a las cinco o las seis de la mañana. Me relaja mucho la noche. Y el silencio», explica.

Pero lo mejor llega cuando la fatiga le dice que debe poner fin a uno de esos interminables paseos. «Entonces, me toco el bolsillo y digo: '¡Hostia, tengo las llaves de un piso, no tengo que ir a dormir a un parque!'». Ahí, Alfonso, que las ha pasado de todos los colores, es feliz. «Tener un hogar es la salvación, lo es todo. Te da un poderío que te cagas. Un hogar es un refugio, un castillo. Cuando no tienes un hogar, solo sobrevives», afirma con una conmovedora rotundidad.

Alfonso ya hace un año que vive y no sobrevive. Fue cuando entró en el radar de la Fundación Red de Apoyo a la Integración Sociolaboral que persigue la «atención integral a las personas sin hogar». La iniciativa, que cuenta con financiación de la Fundación la Caixa, nace de la fusión de los programas Housing Led y Hábitat, que, entre otras prestaciones, ofrece un alojamiento estable para que quienes huyen de la calle y la intemperie residan solos en una vivienda. Alfonso es uno de los elegidos. «Estuve en 2018 en el programa, pero tuve que entrar en prisión para cumplir once meses. Cuando salí, volví», recuerda,

Ahora, como todos, maldice al coronavirus. Un síntoma de que la normalidad ya corre por sus venas. «Si no hubiera venido lo del Covid estaría trabajando», se lamenta, pero, al mismo tiempo, respira aliviado porque el 'bicho' llegó después de que él dejase las malas calles. «Pienso en cómo lo estarán pasando los que siguen ahí fuera...»

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Él, como otros muchos, soportó el confinamiento en soledad y admite que tuvo un bajón anímico cuando el encierro comenzó a alargarse con las sucesivas prórrogas. «Fue bastante durillo. Bueno, fue duro para todo el mundo. El primer mes me puse a hacer muchas cosas, pero el segundo me vine un poco abajo.... Solo hacía las cosas mínimas de la casa, no me preocupe de leer. Ni de escribir... Últimamente me gusta escribir poesía tonta», detalla. Golpe a golpe, verso a verso.

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