Antonio, el sintecho que se ganó el cariño de la Caleta
Falleció el pasado 29 de junio a los 54 años en el Hospital Universitario Virgen de las Nieves tras vivir 13 años en la calle.
Miguel Ángel Pérez
Granada
Miércoles, 6 de julio 2022
Antonio deambuló durante 13 años de calle en calle. Se convirtió en un sintecho después de divorciarse y padecer una depresión. Durante un tiempo vivió ... en la Azucarera de San Isidro, donde conoció a su perro y le puso de nombre 'Covid-19'. Ahora el animal se ha quedado sin dueño.
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Antonio se marchó junto a sus compañeros de la Azucarera cuando los operarios del Ayuntamiento entraron para realizar una limpieza. No le quedó más remedio que echarse a la calle –una vez más– hasta que encontró una nueva zona donde levantar su 'casa' en el aire, la Caleta.
Pero Antonio siempre será querido y recordado, tanto por sus compañeros con los que habitaba en la calle como por los vecinos de la zona. Los últimos días los pasó arropado por otras siete personas, entre ellas una joven embarazada de 26 años. «Era muy bueno y marcaba mucho respeto. Se preocupaba por todos», asegura Juan José González Martínez, presidente de la asociación Tiempo de Dios.
Para los miembros de esta asociación, Antonio era alguien «agradable y con ganas de vivir». Además, se le nombró como «el patriarca del grupo» porque siempre estaba preocupado por sus compañeros.
Tanto Tiempo de Dios como otra asociación involucrada en la atención a personas sin hogar, Existe Más Mundo, ofrecen a los sintecho ayuda psicológica y alimentos.
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En la calle sufrió dos infartos y terminó con graves problemas de salud. A falta de cuidados, sus piernas acabaron gangrenadas. Fueron sus propios compañeros quienes lo trasladaron de urgencia al Hospital Universitario Virgen de las Nieves. El 27 de junio fue la fecha en la que acabó en Traumatología. «Estuvo atendido dos días», comenta Juan. Después falleció. La incineración fue el pasado viernes y a ella asistieron sus dos hijos para recoger las cenizas.
Sus compañeros y miembros de las asociaciones se concentraron el 4 de julio para concienciar de que su fallecimiento no será «el primero ni tampoco el último». Uno de los principales motivos por los que se convocó esta concentración era «para que acudieran los políticos», pero «no para vender discursos, sino para que sean conscientes de la realidad», explica Lola Ortiz Lirola. El objetivo es que la marcha de Antonio sea un antes y un después para la gente que no tiene un techo bajo el que vivir.
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Una de las hijas de Antonio se puso en contacto con este periódico para aclarar que el divorcio no fue la causa de su depresión. Durante varios años, estuvo viviendo con su mujer incluso estando separados. Ella quiso rehacer su vida y Antonio «se sintió como una carga», de ahí que empezase a vivir en la calle. Los días que estuvo en el hospital «sí que estuvo acompañado de sus tres hijos», precisa.
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