De la sierra mágica al río de la fortuna
Huelma a Guadahortuna ·
Desde Huelma, Jaén se frena en seco al llegar a Guadahortuna, en los dominios de Granada. Es curioso cómo se transforman los territorios jienenses cuando se van fundiendo en los de Granada de norte a sur. Si en sus pueblos de la parte meridional de Sierra Mágina la música del agua, el color de la vegetación y hasta sus sierras son la muestra de la vida que perdura, cuando se atraviesa la 'frontera' camino de Guadahortuna se diluyen en lomas donde reinan el olivar y amarillean extensas llanuras de cereales. El olivo los identifica a todos, como si los humanizase en un mismo trazo del mapaMiércoles, 10 de agosto 2022
A medio camino de las dos provincias, desde la autovía se abre una ruta que lleva hasta Huelma. A medida que se avanza la carretera ... se estrecha a izquierda y derecha encogida por los espesos bosques de lo que algunos llaman 'la sierra mágica', incluso 'la sierra magna'. Debe de serlo porque la luz juega con las sombras y los manantiales con los sentidos y, con suerte hasta podremos ver sobrevolar las montañas abiertas en tajos rapaces protegidas, como la majestuosa águila imperial, que vigila sus dominios. En la 'sierra mágica', con sus peñas y cerros Almadén, Cárceles o Miramundos domina el pico Mágina, el techo de Jaén con sus casi 2.200 metros de altitud. Esta es una de las diez comarcas de la provincia y un parque natural de inagotables recursos y sugerencias para la sensibilidad de los que buscan silencios y paisajes para el recuerdo. Tal vez por ello el escritor jienense Antonio Muñoz Molina recrea en su obra una ciudad imaginaria que llama Mágina.
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El trayecto se hace ameno con los frecuentes cruces de caminos y sinuosas carreteras que anuncian la vecindad con Noalejo, Cambil, Bedmar y Garcíez, Jódar, Cabra de Santa Cristo y hasta la misteriosa Bélmez de la Moraleda, de fama por sus extrañas caras aparecidas sobre los suelos y paredes de una casa. ¿Pintadas de manera interesada?, ¿humedades caprichosas que han dibujado rostros y perfiles?, ¿el fenómeno paranormal más importante del siglo XX, como lo consideran algunos expertos en la materia?, o se trata sencillamente de un fraude. Nadie ha podido explicar del todo con ciencia su procedencia. María, propietaria de la casa, murió en 2004 y siempre negó que la autoría fuese 'cosa humana'. Esta de Bélmez puede ser una buena parada en el camino que nos lleva a Huelma. No hay nada como un misterio para apuntar recuerdos que contar después.
Es un pueblo grande con sus casi 6.000 habitantes y eso lo convierte en la 'capital' de la zona a donde acuden para el ocio y las compras los lugareños de las poblaciones vecinas, sean de Granada o Jaén. Ha crecido a los pies del castillo de los duques de Alburquerque, con calles bien formadas y encaladas que recorren el municipio montaña abajo. Sus vecinos las mantienen engalanadas con macetas en trancos y fachadas. Un buen ejemplo es Umbría, que se extiende como un manto de geranios rojos y blancos. Es un pueblo limpio y de historia larga desde su primer asentamiento en el siglo IX durante el emirato Omeya de Al-Ándalus. Sus raíces culturales se han alimentado con el paso de judíos, bereberes, árabes, muladíes y mozárabes.
Antonio Guzmán recuerda con nostalgia el paso de los años en una localidad que durante el pasado siglo llegó a tener dos fábricas de muebles, una de ellas la mayor de Andalucía. La madera ha sido protagonista en la zona durante décadas y daba de comer a la mayor parte de la población, que hoy se refugia en la aceituna y el turismo de naturaleza, los que se han quedado, porque la mayoría, sobre todo los jóvenes, emigraron. Julián, un vasco que descansa en la puerta de su residencia de vacaciones, viene al pueblo desde hace muchos años. Viajante de comercio jubilado, un día alguien le habló en Bilbao de Huelma y decidió visitarlo. Ya es uno más de la comunidad y tiene buenos amigos. Su intención es mantener su idilio con este lugar mientras viva. «No creo que nada me ofrezca más para ser feliz».
Es costumbre en estos pueblos que los panaderos repartan a domicilio y anuncien su presencia con estruendo. No pasan desapercibidos y los vecinos tras certificar su presencia asomados tras las cortinas, se acercan al coche de Maricarmen, al frente de una de las cuatro panaderías del lugar. La barra cuesta 80 céntimos, 20 más que hace dos semanas, «pero qué puedo hacer si las cosas están por las nubes y la harina me cuesta a mi cada día más». Gema, una mujer de 38 años, que acude con su hija pequeña a comprar pan, asiente con la cabeza. «Todo está imposible, así no sé dónde podemos llegar y menos mal que en un pueblo podemos apañarnos algo mejor que en las ciudades». Su lamento por los precios y por la falta de oportunidades lo comparten varios vecinos en corro en una plaza-paseo en la que el ruido de un grupo de niños jugando parece un soplo de vida.
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No se ven demasiados niños en los pueblos jugando en la calle. Hay lugares en estos territorios de frontera en los que ni siquiera se ven muchachos desafiando el calor en fuentes y caños, como siempre fue costumbre hasta que las consolas los recluyeron en sus cuartos o, cuando crecen lo suficiente, porque los abandonan para estudiar o trabajar en las terrazas de Mallorca.
Los pueblos se vacían
Este no es un drama de aquí o de ahora. Los pueblos se vaciaron a partir de los años cincuenta y todavía más en los años siguientes cuando sus padres y abuelos buscaron la vida en el Levante, Cataluña y en el 'Dorado' de Suiza y Alemania. La 'España vaciada' es el drama de los pueblos del interior que se agrava cuando éstos se encuentran lejos de los principales núcleos urbanos, lejos de las oportunidades, y duele más cuando hubo tiempos mejores en los que las serrerías o las fábricas de confección daban trabajo a casi todo el mundo.
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La reflexión la comparten mayores y jóvenes como Alicia, concejala por IU en el Ayuntamiento, que tiene entre sus cometidos idear proyectos para retener a la juventud en Huelma, algo que no deja de tener complicaciones cuando a su despacho solo se acercan para saber cómo serán las fiestas, que les interesa más que las opciones de empleo.
Alicia y como ella la compañera de corporación María Jesús González, son de las que creen en las oportunidades que da Huelma y el entorno para que nadie tenga que marcharse. La joven es maestra de profesión, carrera que estudió en Granada y ciudad en la que ha trabajado el pasado curso. «Mi relación con Granada es muy especial, me siento muy cercana porque de toda la vida para los huelmenses la cercanía con Granada nos ha llevado por estudio o por ocio casi más que a Jaén, aunque en kilómetros está más cerca. La relación de hermandad es absoluta con los pueblos del entorno a un lado y otro de la frontera, y para los pueblos limítrofes de Granada somos el lugar al que acuden de compras o para pasar un domingo». María Jesús no ve problemas en los límites provinciales, solo en las necesidades sociales y en la importancia de prosperar.
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En la parte granadina a la que se refieren las concejalas cuando hablan de su cordial vecindad se encuentran Alamedilla, Montejícar y Guadahortuna, pero su relación más estrecha la tiene con esta última localidad, que está en su trayecto en dirección a Granada. Los límites de la provincia de Jaén se frenan en seco cuando la carretera alcanza las primeras viviendas de Guadahortuna, junto a un restaurante y un enorme silo que tiene en la puerta el monolito de la Diputación que declara el comienzo de Granada. Hace tiempo que en el camino, áspero y virgen, solo los olivares rompen la imagen desértica y tórrida y refrescan la mirada al traspasar esa línea imaginaria, que lo es más por las sensaciones de un paisaje de cambios bruscos.
Primero topamos con lo que parece una contradicción, quizás capricho del callejero, porque junto al cauce del llamado 'río de la fortuna' se alarga con él y en paralelo la calle de la Amargura, que recorre el centro de la localidad. A diferencia de las que con este nombre figuran en Costa Rica, Sevilla o Madrid ligadas a leyendas de muerte, tragedias o espiritualidad, en esta de Guadahortuna no hemos conseguido que nadie acierte a darnos razón de un nombre que, eso sí, las mujeres suelen utilizar con sus hijos cuando hartas de diabluras le reprochan que las lleven... «por la calle de la amargura». Puede que la explicación más sencilla tenga que ver con la tragedia, ya que el río se encuentra en una hondonada y ha causado más de una inundación, alguna catastrófica como la de 1825 o, más reciente, en los años setenta. Y puede que no sea nada de lo anterior porque los hay que afirman que el topónimo de Guadahortuna es 'río de los huertos' por la unión de la voz árabe 'wad' y 'hortus', huerto en latín. Los hay que prefieren la primera porque tener a su lado un 'río de la fortuna' siempre puede ser el principio de algo bueno.
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Como Azorín y Pirri
Pero volviendo al nombre de la calle, algunos lugareños reconocen que así, 'por la calle de la Amargura', los llevan unos cuantos del lugar que se dedican a poner las cosas difíciles a los demás y alterar la convivencia. A José Martínez Ruiz, que presume de llamarse como el escritor Azorín y Pirri, el que fuese un gran jugador del Real Madrid, sus clientes se le quejan de que el pueblo «tenga mala fama y que se transmita la imagen de un municipio conflictivo, cuando es un lugar agradable para vivir».
José, que nació en la calle Molinos de la capital y acabó al frente del mesón 'El Borrego', denuncia que en los medios siempre salgan para lo malo y que nadie hable de ellos por sus cosas buenas. «En Granada se nos mira mal y no es justo».
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Anselmo García Lorite va más allá y cree que sí hay cierta sensación de impunidad por las fechorías de unos pocos. «Hasta los emigrantes que antes venían de vacaciones a las viviendas que habían heredado de sus padres han dejado de viajar por temor a la delincuencia». Anselmo pide que alguien haga algo para que Guadahortuna recupere su vida y la alegría.
Miranda Alcaraz, empleada en uno de los restaurantes de la localidad, prefiere quedarse con lo bueno y recurre a la historia del municipio o a su patrimonio, y razones no le faltan porque hablamos de una población fundada en el siglo XVI, tras la conquista del Reino de Granada, como enclave para dar seguridad en el viaje a Granada y ayudar a consolidar su señorío frente al de Jaén. Este lugar acogió durante siglos una potente industria del vidrio y fue mucho tiempo el principal suministrador de madera y carbón a Granada, con quien debía comerciar en exclusiva.
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Guadahortuna compró su independencia a Felipe II en 1557 por 7.000 maravedíes por cada uno de los 351 vecinos contados entonces. Y siguiendo el ruego de Miranda no podemos dejar de lado su patrimonio, como la iglesia de Santa María la Mayor con una fachada espectacular que recuerda a la Puerta del Perdón de la catedral granadina, y sobre todo el Puente del Hacho.
Son argumentos de peso para acercarse a la frontera con Jaén, una ruta, la de los Nazaríes, que lleva desde aquí al corazón de la sierra mágica, o que desde Huelma aterriza en las tierras granadinas. Vecinos de uno y otro lado suelen hacerlo y es frecuente que los guadahortuneños miren a Huelma como su mejor opción –incluso acaban ahí sus estudios de bachiller–, y que los huelmenses no pierdan la oportunidad de cruzar estas tierras camino de Granada y hacer un alto en el camino en un pueblo en el que encontrará excelentes carnes a la brasa.
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Puente del Hacho, una obra maestra
Entre Guadahortuna y Alamedilla hay un monumento que ningún granadino debería dejar de conocer si quiere engordar su ego y poner el grito en el cielo al mismo tiempo contra los bárbaros que quisieron venderlo para chatarra. Hablamos del Puente del Hacho, una colosal obra de arte, un monumento majestuoso construido en 1898 por dos discípulos directos del arquitecto francés Gustave Eiffel, que desde luego dejaron el sello y el diseño del creador de la famosa torre parisina o del puente de San Juan, en Oporto. El que es el puente de hierro más largo de España tiene una estructura metálica de 625 metros de longitud y una altura de casi 50 metros en su parte más alta. Está situado en la línea Linares-Almería, junto a la estación de Guadahortuna-Alamedilla convertida hoy en un montón de nada y ejemplo vivo de la torpeza de una tierra que no sabe aprovechar su patrimonio. Por esto vendría lo de torpes.
Lo de bárbaros tiene más recorrido y es que Renfe optó por vender la estación de Alamedilla y varios puentes, entre ellos el del Hacho, a un chatarrero madrileño por un millón y medio de pesetas. Los vecinos de Alamedilla se rebelaron y consiguieron que se incoara el expediente para declarar el viaducto como monumento histórico artístico. La Guardia Civil, enviada por el gobernador José María Fernández Fernández, se desplazó hasta el puente para desmontar las cargas de dinamita que ya habían sido colocadas en su estructuras para derribarlo.
Hay más porque los genios pensaron que estaría bien adosar a este monumento el nuevo viaducto de hormigón para el tren y de camino fastidiar su imagen. Si es que cuando nos ponemos...
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