El presidente de la cooperativa de aceite San Rogelio de Íllora observa una de las fincas afectadas por la sequía. RAMÓN L. PÉREZ

La sequía destruye en dos años más de la mitad de los empleos del campo granadino

La reducción de cosechas y la economía de guerra que arrastran las explotaciones se ha llevado ya por delante a 18.900 trabajadores

Martes, 27 de junio 2023, 00:24

La sequía que ha reducido este año de noventa a sesenta días la cosecha del espárrago ha supuesto que se necesiten unos seis mil trabajadores ... menos en las fincas y las cooperativas y ha asestado un mazazo a una campaña que supone el sostén del empleo de la mujer rural en una veintena de pueblos del Poniente y la Vega de Granada. Es un ejemplo de la sangría para el empleo que se viene repitiendo, agravada y aumentada, en las principales campañas agrícolas de la provincia, desde el olivar del Poniente y los Montes Orientales hasta los subtropicales de la Costa Tropical pasando por los frutales, la almendra o los cereales que se han quedado sin cosecha en el norte.

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El campo granadino ha entrado en economía de guerra y la consecuencia es que en apenas dos años se han destruido el 55,7% de los empleos que sostenía. La provincia tiene en la actualidad 15.000 ocupados en el sector agrario, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa relativos al primer trimestre del año, lo que supone su nivel más bajo de trabajadores desde 2011, cuando la crisis económica golpeaba los cimientos de toda la economía granadina. En el último año, el campo granadino ha perdido 3.900 trabajadores y son 18.900 menos si se echa la vista atrás dos años, hasta 2021 cuando comenzó a agudizarse la destrucción laboral por culpa de la merma de las cosechas.

La última campaña de la aceituna fue desastrosa, con una pérdida del 40% de la produccion y las perspectivas que la de 2023/2024 venga aún peor está haciendo que centenares de olivareros de zonas donde el fruto no ha cuajado ni inviertan ya en abono, ni dediquen mano de obra a las tareas de poda o mantenimiento. «Los perceptores del subsidio agrario van a tener dificultades para completar los jornales pero también el empresario agrícola lo está pasando mal y esto no ha terminado», advierte el director de Cooperativas Alimentarias de Granada, Gustavo Ródenas.

«El empleo que se genera en los cultivos que no están afectados por la sequía como los invernaderos de la Costa y en las hortalizas de La Alpujarra y Zújar no logra compensar la sangría que está provocando el olivar. Se está recolectando la mitad y la estadística de empleo va en sintonía», apunta el secretario de COAG Granada, Miguel Monferrer.

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15.000 ocupados

Tiene la provincia en el sector agrario, según la EPA

Los sacrificios de ganado que han reducido un 20% las cabezas de ovino y caprino en Baza y Huéscar o los mil agricultores que no han podido sembrar cultivos de verano en la Vega de Granada porque el agua no está garantizada suman más respuestas a la pregunta de por qué se tritura a este preocupante ritmo el empleo agrario en la provincia. «Si para los agricultores de toda la vida es duro levantarse a regar a las cuatro de la mañana, cuando no hay jóvenes dispuestos a este sacrificio ni agua la situación ya no se sostiene. La falta de relevo generacional se va a agravar muchísimo y la administración no ayuda», resume el secretario de la Comunidad de regantes de la Acequia Gorda del Genil , José Luis Taboada, que lleva años luchando para que les dejen regar con aguas regeneradas.

Para el secretario general de UPA Granada, Nicolás Chica, detrás de la progresiva destrucción de empleo que sufre el campo no solo está el grave factor sequía sino el «cambio de paradigma» de un sector que cada vez se las arregla con menos mano de obra. «Antes a primera hora salías al campo y veías cuadrillas y ahora no. Hay empresas profesionalizadas con tanta maquinaria que hacen la recogida con siete en lugar de con veinte. El campo ha dado un salto en mecanización y digitalización pero es que además, los que saben hacer trabajos agrícolas están desapareciendo... No se encuentra gente para trabajar. ¿Quien corta aquí el ajo? Solo ecuatorianos y bolivianos», resume Chica.

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Por su parte, el secretario general de ASAJA Granada, Manuel del Pino, entiende que la situación de emergencia ante la sequía obliga a plantear ya políticas de futuro que reconviertan zonas de secano a regadío para garantizar la supervivencia del campo. «No se puede ayudar al sector como algo puntual por la sequía, necesitamos un plan a futuro. Hay que definir ya una estrategia nacional de hacia donde queremos llevar la agricultura y las soluciones hídricas o perderemos superficie y despoblaremos territorios», concluye.

«Hemos tenido que despedir, no hay faena ni dinero para pagarla»

El calor, la falta de riego y la mala calidad del agua dejaron un escenario desolador en la vega del Valle de Río Verde el pasado verano, con aguacates ennegrecidos pudriéndose en el suelo y los agricultores se vuelven a ver atrapados en este bucle. «La campaña pasada fue nula y esta tampoco la vamos a salvar, ya se está cayendo fruta al suelo. Estamos regando con agua mala y el árbol escupe el fruto para sobrevivir», resume el vocal de subtropicales de COAG, Juan Camacho. Eso significa que los productores, ante un nuevo año de ingresos mínimos, estén invirtiendo lo mínimo en mano de obra. «Él árbol no ha crecido, no necesita talas, no se están haciendo estas tareas de mantenimiento, tampoco en la polinización del chirimoyo y no se necesitarán manos para recolectar, todo es una cadena», lamenta Camacho. Y los productores de chirimoyo y mango se encuentran igual. En sus fincas, en concreto ha pasado de tener doce empleados a seis. «Deberíamos tenerla desbrozada ya la tenemos al 40%, vamos despacito, haciendo lo que podemos. Se ha tenido que despedir porque ni hay faena ni dinero para pagarla», lamenta Camacho, que culpa a los políticos que veinte años después no han logrado llevar el agua de Rules hasta la Costa. No el único empresario agrícola que ha tenido que prescindir de trabajadores. «Se están perdiendo jornales por todas partes. Yo tenía quince trabajadores y este año me apaño con seis», lamenta el presidente de la cooperativa de aceite San Rogelio de Íllora, Cristóbal García.

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