El sendero desconocido de las Riquelminas en Granada
El próximo 9 de noviembre se cumplirán seis años de la beatificación de la fundadora de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada
María Dolores Martínez
Sábado, 25 de octubre 2025, 10:42
El próximo 9 de noviembre se cumplirán seis años de la beatificación en la Santa Iglesia Catedral de Maria Emilia Riquelme y Zayas, fundadora de ... las Misioneras del Santísimo Sacramento y Maria Inmaculada. En la Plaza Sor Cristina de la Cruz de Arteaga (cerca de Severo Ochoa) se encuentra la Casa Madre de esta congregación, donde viven las religiosas y se venera el cuerpo incorrupto de esta grandísima mujer.
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Pasear por este maravilloso lugar rodeado de grandes jardines es adentrarse en un 'Cachito de Cielo', haciendo uso del nombre de una de las capillas de adoración de las 'Riquelminas' en Madrid. En esta casa señorial se respira paz y espiritualidad en cada uno de sus rincones porque todo gira en torno a Jesús Sacramentado, al que se adora en su preciosa capilla central. Es el corazón de este hogar y también el de cada una de las hermanas.
Con el objeto de profundizar en la figura de la primera beata granadina y la enorme dimensión de su obra en todo el mundo hemos realizado el 'Sendero Misionero' en esta casa fundada por Maria Emilia Riquelme. Se trata de una magnífica propuesta de las religiosas, consistente en un recorrido por amplios espacios, pasillos y habitaciones hasta finalizar en el oratorio donde se encuentra la beata y la gruta de la Santísima Virgen hecha construir por ella. En todas estas estancias se distribuye la extraordinaria colección de pertenencias y objetos de Maria Emilia desde niña, recuerdos de su familia, ornamentos litúrgicos, preciosas imágenes, pianos, fotografías, cuadros y monumentos eucarísticos. Junto a ello, toda una muestra de la presencia misionera de la congregación en España, Estados Unidos, México, Puerto Rico, Colombia, Perú, Brasil, Bolivia, Portugal, Angola y Filipinas.
En nuestro recorrido hemos contado con una guía de excepción, la hermana María José. Una religiosa muy querida por todos y una de las voces más autorizadas para hablar de María Emilia Riquelme por ser vice postuladora de su causa. «Deseamos que todos la conozcan, cuantos más mejor, porque pueden estar orgullosos de tener a una granaína de pura cepa que es santa. Murió a los 93 años, vivió muchos años aquí y fundó en Granada».
En concreto, nació en 1847 y murió en la Casa Madre en 1940. Había venido al mundo en el seno de una familia muy acomodada, donde estudió piano, francés, bordado, equitación, canto y pintura y adquirió una gran cultura. Su padre era un militar de enorme prestigio, el general Joaquín Riquelme, y su madre, Maria Emilia de Zayas-Fernández de Córdoba, descendiente directa del Gran Capitán. Pese a tener una posición privilegiada, su vida acabó siendo «de mucho sufrimiento porque pasó por momentos muy duros, tuvo una salud débil y sufrió persecuciones y calumnias», explica la hermana María José. Sin embargo, «todo lo ponía en las manos del Señor y de María. Ella fundó esta congregación en 1896 con el deseo de llevar a Jesús Sacramentado por todo el mundo y que acudieran muchas personas a los pies del Sagrario, donde se amasan las grandes batallas del amor de Dios».
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La vida de Maria Emilia estuvo marcada por la pérdida de madre por cólera, cuando contaba siete años, y la de sus tres hermanos menores. El último, con 17 años siendo ya cadete. A partir de entonces se queda sóla con su padre, «un hombre recto, honrado y con muchos valores como militar, persona y cristiano». Desde muy joven «sintió el deseo de ser religiosa» y al poco de morir su madre «se le apareció la Santísima Virgen con su divino Hijo, niño, prometiéndole su especial asistencia», patente a lo largo de su vida. La niña prometió a los dos (lo refleja en sus apuntes biográficos) «constante fidelidad».
Cuando Maria Emilia comunicó a su progenitor su deseo de ser religiosa con 21 años éste no aceptó su decisión ante el miedo de perderla y quedarse solo. Pese a ello, el director espiritual de Maria Emilia y el arzobispo de Granada, José Moreno Mazón, le recomiendan que espere y permanezca al lado de su padre. Hasta la muerte de éste 17 años después, la joven vivió durante bastante tiempo en Sevilla.
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En esta etapa se dedica a hacer el bien, visitar a enfermos y cuidar de los más necesitados. Gracias a ello, entabla una enorme amistad con Santa Ángela de la Cruz a la que ayuda económicamente en más de una ocasión. En una ocasión, nos cuenta la hermana Maria José, entregó a la santa sevillana una cantidad de dinero que coincidía (sin ella saberlo) con la que necesitaba para abrir una casa para los pobres. Justo en el último día del plazo apalabrado.
Tras el fallecimiento en Sevilla de su padre en 1885, la idea de Maria Emilia era mandar construir una casa en sus tierras para entregarla a una congregación que tuviera el carisma de la adoración eucarística, junto a María Inmaculada. «Ella pensaba quedarse sólo con una habitación para hacer también adoración y una doncella a su servicio por ser una chica bien.
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Cuando se lo dijo al obispo Moreno Mazón, este le propuso que fuera ella quien fundase una familia religiosa». Aquello supuso el empujón definitivo para Emilia, que para entonces ya tenía un grupo de jóvenes que la seguían y tenían su misma vocación de adoración. Y «dado que su deseo era expandirla por todo el mundo nuestro carisma ha sido siempre el de misioneras, pero misioneras del no ser, sin figurar». Tanto es así que, antes de morir, ya habían fundado casas en Portugal y habían partido para Brasil nuevas misioneras.
Junto a las religiosas, la congregación cuenta también con «los misioneros eucarísticos laicos, nuestra rama seglar, que viven también nuestro carisma con una ilusión enorme. Es una fuerza enorme que Dios nos ha regalado.» En opinión de Maria José las misioneras consagradas y los misioneros laicos han sido «una gracia muy grande para la Iglesia y para el mundo entero porque siembran la Palabra de Dios, el amor entrañable a la Eucaristía y a María y hacen todo el bien que pueden. En ocasiones, las hermanas están en sitios muy difíciles y pobres, pero ahí siguen siendo presencia».
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Cuando murió Maria Emilia Riquelme «ya tenía fama de santa». Por ello, su sucesora en el cargo, la Madre Amada «le cortó parte del cabello para hacer unas trencitas a modo de reliquia». Sin duda, una gran idea porque posteriormente les fue imposible tener alguna otra reliquia «de primera clase», es decir del propio cuerpo de la persona. «Al hacer la exhumación de los restos para la beatificación no tenía ni un sólo hueso suelto. Su cuerpo estaba entero e incorrupto». Toda una sorpresa.
El milagro por intercesión de La Venerable y Sierva de Dios, reconocido por el Vaticano para la beatificación tras un largo proceso, se produjo en Colombia en 2003. El hermano de una de las Riquelminas en Medellín, Nelson Jesús Yepes Rodríguez, se curó «de forma inexplicable y evidente» de una pancreatitis aguda, sin solución médica. Justo al finalizar la novena que se rezó de forma comunitaria porque «se movilizó a todo el mundo».
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El deseo de las Riquelminas es que su fundadora sea canonizada y proclamada santa y para ello hace falta el reconocimiento de un nuevo milagro por la Santa Sede. No les preocupa «porque su fama de santidad sigue creciendo». En buena parte, también, por el impulso que le dió en su día la desaparecida hermana Amelia y por religiosas tan entregadas y comprometidas como la hermana María José.
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