Emilio Calatayud, junto a la surfista Sarah Almagro. C. M.

Sarah Almagro, una surfista sin pies ni manos en la cresta de la ola

La malagueña, estrella mundial del deporte adaptado, ofrece en Granada una lección de vida en una conferencia presentada por el exjuez Emilio Calatayud

Carlos Morán

Granada

Sábado, 22 de noviembre 2025, 00:12

Sarah Almagro perdió los pies y las manos con 18 años, pero ya ha vuelto a dominar el arte de hacer la peseta. No tiene ... el dedo corazón –ni ningún otro–, pero eso no le impide trazar peinetas con una desafiante elegancia. Puede parecer un detalle menor, pero ella lo lleva a gala. El hecho de realizar ese gesto es la demostración de que vuelve a ser aquella Sarah que llegó a estar muerta seis veces y resucitó a la séptima.

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Todo empezó con un fuerte dolor de cabeza que no se iba con nada. La náuseas se sucedían. Pensó que el malestar se debía a que la noche anterior había salido de fiesta. Apenas había bebido alcohol, pero los síntomas eran los propios de una resaca.

Pero era algo bastante peor. La surfista malagueña iba a tener que enfrentarse a una ola con las dimensiones de un tsunami. Padecía una meningitis que, en un principio, se diagnosticó como una inflamación estomacal, una dolencia banal.

Pasaban las horas y no mejoraba. Al contrario: los síntomas iban a peor. «Salí a rastras de mi habitación. Lo más preocupante es que tenía 41 grados de fiebre», narró ayer en Granada en un conferencia que ofreció en el Centro Cívico del Zaidín y en la que fue presentada por el juez jubilado de Menores Emilio Calatayud.

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Septicemia

Sus padres decidieron llevarla a un centro de salud, pero inicialmente la evaluación fue la misma: una probable gastroenteritis. La bomba de relojería que circulaba por su sangre no tardaría en estallar y Sarah se despertó en la Unidad de Cuidados Intensivos de un hospital. La meningitis le había causado una septicemia, una infección generalizada en todo su organismo, que a punto estuvo de acabar con su vida. Y no una vez, sino seis. «El corazón se me paró siete veces pero consiguieron estabilizarme», recordó la deportista.

Tras permanecer diez días en coma inducido, recuperó la consciencia y se dijo a sí misma «que tenía que seguir dando por saco», rememoró su reacción.

Pero los problemas no habían hecho más que empezar. A Sarah y su familia no les esperaba un camino de rosas. «Me fijé que tenía las manos negras, pero creí que se debía a los tratamientos que me daban», añadió.

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Su padre le donó un riñon

La realidad era más cruda. Había sufrido un fallo multiorgánico que había desbaratado todo su cuerpo y los cirujanos tenían que extirparle las manos y los pies. «Y gracias a que mi padre se opuso no me amputaron los brazos y las piernas, lo que habría dificultado más la adaptación a las prótesis», desveló la campeona de España, Europa y el mundo de surf adaptado.

Pero el calvario no se detuvo. Las bacterias que habían invadido el torrente sanguíneo de Sarah habían destrozado sus riñones. «Tras cinco meses que fueron muy duros, salí del hospital en silla de ruedas y con una máquina portátil de diálisis (el tratamiento médico que sustituye la función de los riñones cuando estos fallan, filtrando y depurando la sangre)».

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Ante una situación así, sería humanamente comprensible que Sarah sintiera la tentación de tirar la toalla, pero ella insistió en «seguir dando por saco».

Su padre le donó uno de sus riñones y la joven malagueña prosiguió su carrera de obstáculos hacia su nueva vida. Aprendió mucho y, cuando volvió a caminar y a hacer la peseta gracias a las prótesis, decidió que quería contar su experiencia a los demás. Por eso estuvo ayer en Granada, de la mano de la organización Voluntariado de la Caixa, ante un auditorio compuesto principalmente por chavales que residen en centros de acogida.

Recién graduada en Derecho

En este sentido, Sarah anunció su reciente graduación en Derecho –además de ganar la triple corona del surf adaptado, le dio tiempo a estudiar– y su deseo de poder trabajar con menores infractores «desde un punto de vista social, no como jurista».

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Emilio Calatayud, que fue el encargado de presentar a Sarah, le dio su bendición y le recomendó que no se hiciera fiscal, un consejo que hizo reír a los asistentes.

Sarah concluyó su alocución con un mensaje contundente: al contar sus aventuras y desventuras no pretende dulcificar la realidad. Ella no es el final feliz de una película lacrimógena. «La vida es una puta mierda. Hay guerras, hay muerte, hay hambrunas, pero lo que no podemos hacer es quedarnos sentados».

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