Los salvavidas de la piscina de la Chana
Ángeles de la guarda. El personal del complejo deportivo de Granada salva la vida de Joaquín, un policía local de 52 años que sufrió «muerte súbita» en el vestuario, ya que usaron de forma correcta el desfibrilador
Mala suerte es que te dé un infarto como un piano un viernes, 5 de agosto, pasadas las ocho de la tarde, en el vestuario ... de una instalación municipal donde ya no queda ni Rita la Cantaora. «Muerte súbita», diagnosticaron los galenos. Joaquín, 52 años, un deportista de competición, medalla en piragüismo y policía local en ejercicio, se desvaneció en un santiamén tras nadar 2.600 metros en una hora en la piscina municipal de la Chana y empezó a viajar al otro mundo si no hubiera sido porque José Ramón, David y Ángel se interpusieron a la parca y lo dejaron vivito y coleando hasta que llegó el 061. Esta última parte es la buena suerte que tuvo Joaquín gracias a la preparación de los dos operarios, el socorrista y la rápida intervención de los efectivos de Emergencias Sanitarias, los salvavidas de Joaquín en la piscina municipal de la Chana.
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«Ellos son mis ángeles de la guarda. Me han salvado», dice Joaquín delante de José Ramón, David y Ángel, a los que ha acudido a visitar en el centro deportivo de la Chana para agradecerles su templanza, que le ha permitido seguir con vida. Con todo lo grande que es, les ha abrazado y, de paso, les ha traído unas botellicas de vino y un tapeo para celebrarlo todos juntos.
«Ahora me siento muy bien», resume Joaquín su estado vital tras el susto, el paso por la UCIy por el Hospital Universitario Virgen de las Nieves. «Tengo muchas ganas de vivir, de poder conocer a mis nietos, cuando los tenga, y mucha ilusión». Ha aprendido, de paso, toda una lección. «Te cambia el chip. Quizá esta frase se vea como un tópico, pero es cierto». Comparte un ejemplo. «Llegas a casa el primer día y te das cuenta de las cosas que acumulas, y entonces valoras mucho más el contacto personal con la gente que te quiere». También habla y le preguntan por la muerte, porque Joaquín ha estado ante las mismísimas puertas. «Ya que he experimentado la sensación de morirme, pues le he perdido el miedo a la muerte. No es doloroso morirse, lo que tengo miedo es no vivir la vida. No tengo miedo a la muerte», zanja con una sonrisa para comerse la vida.
Lecciones aprendidas
Hay más lecciones aprendidas. Las que también cuentan José Ramón, David y Ángel. El primero, José Ramón, confiesa que le ha quedado una paz interior. «Reconforta saber que gracias a tu actuación hay una persona viva. Mientras le aplicábamos el desfibrilador pensaba en su familia. Que en su estado, en 'cero coma' se iba de aquí. En que la familia se quedaba con un problema gordo. Le estaba haciendo el masaje y pensaba en cómo se iba a quedar la familia si fallábamos y teníamos que comunicarles una noticia tan mala».
David recuerda es que lo importante es que actuaron muy rápido. «La clave para salvar una vida en estos casos es la rapidez. Y para eso tienes que estar preparado. Hay que tener la cabeza fría. Porque a lo mejor puedes tener conocimientos o no, pero hay un minuto en que tienes que tener la cabeza fría para actuar». Ángel también guarda sus recuerdos. «Es una experiencia que es poco agradable pero a la vez gratificante. Cuando ves que has realizado el trabajo bien, te queda la satisfacción». Sabe lo que dice: tras toda una vida de trabajo y servicio, se jubila en unas semanas, y con una amplia sonrisa.
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