Conciertos grabados a fuego

El rock fue para las noches de verano

Los conciertos y festivales, tal y como los conocemos, no serían iguales sin Miguel Ríos y sus iniciativas. Cuando los grupos tocaban en plataformas de tractores y corrían el riego de terminar en el pilón, Miguel Ríos abrió a pico y pala un circuito antes inexistente

juan jesús garcía

Jueves, 5 de agosto 2021, 01:31

Tras tener un éxito planetario con el celebérrimo Himno de la Alegría, en la plomiza España franquista le cortaron las alas por una denuncia y ... pasó unos días gratis a la sombra bailando el Rock de la cárcel en primera persona. A la salida puso tierra y mar de por medio, en California, y lo que allí vio, entre otras cosas uno de los últimos conciertos de Elvis en Las Vegas y toda la movida ácida de la Costa Oeste en pleno flower power, le marcó para siempre. Intentaría por todos los medios importar aquellos coloristas y multitudinarios eventos musicales a la Unidad de destino en lo Universal. Lo ensayaría con los pioneros 'Conciertos de rock y amor', y ya definitivamente con la primera gira de festivales por todo el país: 'La Noche Roja'. Festival de «rock y rollo» como se leyó en la prensa, que acto seguido subrayaba que «los asistentes dejaron el recinto hecho un estercolero». Eran otros tiempos, o no.

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De lo que el granadino aprendió en aquella experiencia, surgiría el proyecto, corregido y aumentado de 'El rock de una noche de verano'. « El sueño era hacer una verdadera gira, como nadie había hecho hasta entonces… Los ingredientes serían los de siempre: verano, noche, rock y magia, pero esta vez lo haría a lo grande», contaba su promotor. La gira pasaría por los estadios de Granada el 9 de Julio de 1983, de Jaén el 10 julio de 1983 y de Almería el 23 de julio, reuniendo cifras que rondaron las 30.000 asistentes cada noche. «La mayor movilización de masas de la historia de la música en España», como ratificó el cantante. Además de los presentes, en Granada se retransmitió para los presos de la cárcel provincial, adyacente al campo de fútbol.

Según se lee en la prensa de la época el presupuesto de la gira fue de 250 millones de pesetas, más 190 millones de publicidad; 125 personas trabajaron en la producción, que ocupaban 44 habitaciones dobles de hotel cada noche, a los que hay que sumar otras 2.500 de seguridad entre todas las ciudades de parada. Pasarían casi un millón de espectadores. Bienvenidos hijos del rock and roll. Tenía razón el granadino, ni antes ni después ha vuelto a congregarse tanta gente para un concierto. Y bien lo sabe él, que tuvo que cancelar el giratorio Rock en el ruedo posterior.

Miguel Ríos gozaba de una popularidad gigantesca en ese momento. Su álbum Rock & Rios había batido records de venta y a cada cita se desplazaron espectadores en una magnética peregrinación desde cualquier punto de las provincias respectivas. Una autentica rockmería.

El programa ofrecía pasado, presente y futuro. La actualidad de un Ríos pletórico y arrollador, la despedida (secreta, se supo después) del grupo más influyente del rock español: Leño, y el arranque de la brillante carrera de Luz Casal. Todo ello aliñado con el punto circense que tanto le gustaba al organizador: funambulistas motorizados –que por cierto nadie recuerda-, cohetería, y el flipante rayo láser. El frescor del césped, las alegrías juveniles del momento, y el entusiasta espíritu de la transición hicieron el resto para que aquellas noches fueran memorables. Luego vendrían los años, las decepciones políticas y la hierba sintética, pero esta es otra historia.

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«En la movida del verano del 82 / la basca fue la estrella del Estado español / la juventud inventó su rito y su grito / era el rock de una noche de verano / fuisteis la razón / el viento del cambio / sois el rock de una noche de verano».

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