Dos miembros del servicio de rescate de montaña de la Guardia Civil trasladan a una persona herida. Ramon l. Pérez

«Encontramos a la monja acurrucada en la nieve, solo movía los labios: estaba rezando»

La Sección de Rescate e Intervención en Montaña (Sereim) de Granada recibe constantemente muestras de afecto de las personas a las que han salvado

Carlos Morán

Granada

Sábado, 29 de febrero 2020, 01:30

«Una vez rescatamos a una monja que pasó un montón de horas perdida. Cuando la encontramos, estaba acurrucada en la nieve y con un ... rosario entre las manos... Tenía los ojos cerrados, pero sus labios todavía se movían. Estaba rezando...». Los guiones que escribe la vida suelen ser insuperables. Lo saben bien los guardias civiles que forman parte de la Sección de Rescate e Intervención en Montaña (Sereim) de Granada. Ellos se mueven en un territorio incierto y lleno de trampas, un mundo inhóspito en el que, a veces, solo quedan fuerzas para musitar una oración. Dicen que incluso hay ateos que lo hacen. No era el caso de la mujer que tenían ante sí: ella era una religiosa.

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Seguro que, en un primer momento, los agentes pensaron que habían llegado tarde. Pero al acercarse vieron que su boca temblaba. Y no era solo por el frío. Estaba rezando, quien sabe si para pedir ayuda o para rogar que, si le tocaba expirar, el trance fuera rápido.

Pero la monja vivió para contarlo y, todos los años, su orden envía a los guardias un puñado de medallitas de la Virgen.

Es una de las muestras de afecto más entrañables que reciben constantemente los miembros del Sereim.

La historia que sigue también forma parte del 'museo del agradecimiento' de los rescatadores de la Guardia Civil.

«Estamos acostumbrados a las quejas, a las hojas de reclamaciones, porque la administración no funciona como nos gustaría porque los profesionales que nos atienden no lo hacen como entendemos que debieran haccerlo. Sin embargo, en esta ocasión, me veo en la obligación de dedicar unos minutos a redactar este sincero agradecimiento al grupo de rescate de Sierra Nevada». Los guardias civiles que forman parte del Sereim de Granada sí tienen quien les escriba: las víctimas que, gracias a ellos, sobreviven a un mal paso. El autor de la carta que abre este párrafo es un alpinista que, junto a un amigo, sufrieron una caída cuando realizaban una travesía por las cumbres penibéticas a principios de este año. Él y compañero de viaje resultaron heridos y no podían salir del atolladero. «La situación era francamente angustiosa», dice en la misiva que ha enviado al Sereim.

Entonces llamaron al 112 y les llegó ayuda del cielo. El helicóptero de la Benemérita se posó cerca de ellos y cuatro agentes del instituto armado les auxiliaron. Poco después estaban en un hospital de la capital granadina. «Probablemente, no les haga justicia a estos profesionales si me limito a definirlos como eso, buenos profesionales. En una situación de desamparo y vulnerabilidad como la que nosotros nos encontramos, uno no solo agradece la gran profesionalidad de estos señores; valoras, sobre todo, su calidad humana, su capacidad de hacerte sentir que ya está, que, a partir de ese momento, las cosas solo pueden ir bien. Y eso, la calidad humana, no va en el sueldo ni te la otorga el uniforme. Sencillamente se tiene y se transmite. Termino manifestando que es un honor y una tranquilidad para mí, aficionado a la montaña, vivir en un país donde existe un cuerpo de rescate en montaña como el que nosotros tuvimos la 'desgracia' de conocer«.

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