Un recorrido por las estrechas y maltrechas aceras del Realejo

Los vecinos del barrio granadino se quejan del mal estado y la falta de mantenimiento de las calles

Lunes, 26 de mayo 2025, 00:06

El empedrao granaíno es muy bonito, estético y típico hasta que los vecinos tienen que pasar por sus estrechas y maltrechas aceras con un carrito ... de bebé, con el de la compra o unas muletas. O con el bastón de Antonio, el entrañable jubilado que custodia la calle Molinos desde el punto de la mañana calle arriba calle abajo. Algunas no llegan a medir treinta centímetros, lo que obliga a invadir la calzada y asumir el peligro del tráfico. En el barrio del Realejo hay una serie de puntos negros para los peatones que los vecinos critican y sufren a diario.

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Veinte centímetros de acera

Subir o bajar desde el Realejo a la Alhambra por la Cuesta del Caidero es una cuestión complicada. En dirección de subida, a mitad de camino, la acera va desapareciendo, se difumina paso a paso hasta apenas tener diez o veinte centímetros en su lado izquierdo. Hay que cruzar a la derecha, donde apenas tiene un metro de empedrado gastado y vetusto, o asumir el peligro del tráfico. El testimonio de Julia, propietaria de un restaurante en el Centro de Granada y vecina del barrio alto del Realejo es clarificador: «Estamos acostumbrados a estas aceras, a ir con precaución. Lo malo es cuando tratan de arreglar y en vez de mejoras hacen 'peoras'».

«Las aceras en el barrio es un debate eterno, de todos los días. Hay tramos de acera tan estrechos que son una insensatez»

Un semáforo en medio

La cuesta Vistillas de los Ángeles une calle Molinos con la cuesta de Escoriaza. En su parte superior, nada más comenzar, el semáforo que regula el tráfico se ha puesto en medio de la acera, con lo que apenas quedan unos centímetros a un lado y a otro del pilote que lo sostiene. María, que lleva en brazos un juguete hinchable de su hijo se las ve y se las desea para sortear el semáforo y, al final, termina bajando a la calzada. «Siempre igual, aquí se favorece siempre a los coches y nunca a los peatones. Lo mismo pasa con los bolardos. Para que no aparquen los coches en las aceras los ponen en ellas y nos dejan sin espacio».

Un eslalon en toda regla

Manuel va cargado con unas bolsas y encara por la calle Molinos el eslalon en el que tiene que esquivar los postes de una farola y de una señal de tráfico que hay plantados en mitad de la acera, ya de por sí tan estrecha que no caben dos personas, a la altura de la pizzería Il Capo. A todos estos obstáculos hay que sumar los bolardos que reducen aún más el ancho de la vía. Raúl, que tiene con su compañera un negocio de venta de arte y tatuajes lo explica con naturalidad. «Acabo de ser padre, y pasar con el cochecito de bebés es una tarea imposible. Pero vamos, que hace un tiempo quedé con un amigo que va en silla de ruedas y me dijo que quedábamos por San Matías, que al Realejo no viene porque si llega a entrar no puede salir».

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Acerá mínima y con escalón

La calle Santiago se estrecha como un embudo según llega a la Plaza del Realejo. De hecho, llega un momento en que no se puede ni tan siquiera caminar por ellas. En la zona de los números 16 a 10 es técnicamente imposible dada su estrechez. El peligro, además, al paso de autobuses y camiones de reparto asciende. Dos vecinas de la calle que andan con bastón definen el estado de las aceras: «Es horrible. Nos vemos negras para poder pasar. Son estrechas, pasa el autobús y no te puedes mover. Es muy peligrosa», confirman María Antonia y Carmina, que caminan juntas del brazo.

Acera mínima, tráfico intenso

No cambia la situación el la calle Santa Escolástica, el estrecho tramo entre pavaneras y la plaza Fortuny que, además, está muy transitada porque está plagada de tiendas y porque hay un tráfico intenso. Jorge, vecino del barrio y arquitecto de profesión, señala las limitaciones: «La estrechez de las aceras en el barrio es un debate eterno, de todos los días. Hay tramos de acera tan estrechos que son simplemente una insensatez».

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Record Guinnes en estrechez

Los distintos gobiernos municipales han tratado de buscar soluciones a esta cuestión. Por ejemplo, las calles en cuesta que unen Molinos y Santiago, Sor Cristina Mesa y Ponce de León, fueron arregladas y se probó nuevo diseño y material. Por un lado, acera y calzada quedaron a nivel y se quitó el empedrado. Enseguida surgieron las protestas de las organizaciones defensoras del patrimonio. Queda como símbolo el Hotel Molinos, cómo no en este barrio, Guinnes de los Récords como hotel más estrecho del mundo, con 5,2 metros en su zona más ancha.

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