Pepe Marín

De la recepcionista al Guardia Civil: los cinco momentos clave tras la primera agresión a Castillo Higueras

La mañana de su muerte se produjeron otros dos asaltos y la descripción coincidía con el atacante del exconcejal

Jueves, 30 de enero 2025, 00:32

Tres minutos pueden ser decisivos sin darse apenas cuenta. El 23 de enero de 2022 la calle San Antón amaneció semivacía, pero cinco personas, además ... de su presunto agresor, coincidieron con Castillo Higueras. Un Guardia Civil fuera de servicio y su pareja (recepcionista en un hotel cercano), su quiosquero, una corredora y un hombre misterioso que jamás se pudo identificar tuvieron un encuentro con la víctima tras su primera agresión. Todas esas vidas se volvieron a entrecruzar ayer en una sala de espera donde también estaban los familiares del fallecido y una pareja que, ajena a todo, había sido atracada aquella misma mañana por un hombre de chaqueta roja y gorro oscuro, una descripción que coincide con la que registraron los videos sobre el autor de la persecución y agresión al vecino granadino.

Publicidad

Poco antes de las 8.00 horas, un todoterreno dorado se detenía al ver a un hombre mayor sentado en el suelo que trataba de incorporarse. Era Castillo Higueras. Un hombre rapado, sin pelo, estaba a su lado y un poco más alejado un chico con un chaquetón rojo, mascarilla y un gorro de lana observaba la escena. Del coche se bajó un Guardia Civil fuera de servicio y su pareja, que se dirigía a trabajar a su puesto de trabajo en la recepción del hotel Casablanca. El Guardia Civil se puso a hablar con José Miguel, aturdido y pidió al resto de extraños que le ayudaran a levantarlo. Él cogió de un brazo, el agresor de otro y un desconocido al que jamás se llegó a identificar lo prendió por detrás, por la espalda. El agente, que testificó en el juicio, preguntó en numerosas ocasiones si le había pasado algo al señor mayor o si había sido víctima de una agresión, pero el exconcejal no comentó nada. Tenía la mejilla izquierda dañada de un golpe. Pero otro detalle más llamó la atención al agente: había un abrigo oscuro, entre canela y negro, en el suelo apartado. El presunto agresor dijo que era suyo. «La talla no tenía nada que ver con él, era mucho más grande», manifestó el guardia en el juicio. La mujer llamó a Emergencias, pero Castillo Higueras quiso marcharse. Andaba aturdido pero era capaz de mantenerse erguido. No le pusieron más impedimentos.

Ese fue el primero de los tres momentos que aquel día la mujer tuvo relación con el caso de Castillo Higueras. De forma paralela, una corredora observó la escena sin pararse a echar una mano. Ya había gente con el hombre que parecía haber sufrido algún percance. La mujer continuó la marcha, pero se fijó en una bandolera y un abrigo apoyado en el suelo, según ratificó ella misma en el juicio.

La víctima continuó deambulando por las callejuelas de San Antón y cruzó un pasaje en dirección la acera del casino. Detrás de él iba su agresor. Desde hacía ocho años el exconcejal de Cultura granadino compraba prensa en el mismo punto. Su quiosquero era ya su amigo y antes de las ocho de la mañana le preparaba sus periódicos. Los domingos, IDEAL trae varias revistas así que al propietario del quiosco le pareció ver de lejos a su querido cliente y empezó a recopilarlas. Pasó un rato y Castillo Higueras no había asomado por el establecimiento. El quiosquero salió a observar su calle. Vio a su cliente sin su gorra tradicional de béisbol y sin la bandolera. Normalmente caminaba con las manos agarradas detrás de la espalda, un poco agazapado, con el cuerpo echado para adelante. Aquel día su caminar era diferente y le dio por pensar que no sería su amigo, que siempre saludaba incluso hasta dos o tres veces.

Publicidad

Un hombre con chaquetón rojo seguía sus pasos «entre cinco y seis metros por detrás», según relató el quiosquero en el juicio. El chico de chaquetón rojo se dio cuenta de que el quiosquero no le quitaba ojo de encima. Pausó su marcha y se paró un segundo a saludar, bajándose la mascarilla. Señaló a Castillo Higueras dando a entender que iba dando tumbos por estar borracho. Ya estaba aturdido por una primera agresión. El quiosquero dijo con lamento que pensó que esa persona que daba tumbos era un desconocido, pero se le quedó mal cuerpo. Observó la escena hasta que los perdió de vista. El hombre de chaquetón rojo hizo como si fuera a cruzar hacia el Suizo, pero se dio la vuelta. El señor de los tumbos se perdió en el sentido calle Recogidas. Horas después, el amigo que compartía piso con Castillo Higueras se acercó preocupado. El hombre no había vuelto a casa.

Mientras tanto, el exconcejal caminaba desorientado entre vías solitarias hasta alcanzar la calle Padre Alcover. Estaba desubicado y poco pudo hacer para defenderse. Su presunto agresor le sorprendió y le golpeó de nuevo. Cayó de espaldas y a plomo, golpeándose la parte posterior de la cabeza contra el suelo, con elevación instantánea de ambas piernas por el impacto. En su estado, con solo un pequeño empujón habría sido suficiente para haberle podido robar. De acuerdo con lo que manifestó un inspector de Policía Nacional en el juicio, el agresor invirtió unos cinco minutos, sin apresurarse por la tranquilidad de las calles, para terminar de registrarle y robarle.

Publicidad

Tres casualidades en el mismo día

Instantes después y sin saberlo, la recepcionista del hotel que trató de socorrer al hombre aquella mañana tuvo el segundo contacto con el caso de Castillo Higueras. Una mujer llamó al telefonillo del hotel, que tiene dos entradas distintas. Le preguntó si tenía hospedado a un señor mayor. Había un hombre tendido en el suelo de la calle. La recepcionista dijo que no conocía a todos sus clientes y continuó su jornada.

Mientras tanto, los servicios sanitarios y la Policía Nacional se desplazaron a la zona. Cuando llegaron las patrullas, en dos coches Z, el hombre ya estaba en la ambulancia. Los servicios sanitarios recogieron del suelo sus enseres personales, entre ellos un abrigo oscuro. La patrulla observó que presentaba golpes en la cara y que alrededor de la escena del crimen había muchos papeles e incluso la estampa de una Virgen. Los policías vieron una cámara de seguridad en la zona y se dirigieron al hotel para revisar las imágenes.

Publicidad

Comentaron lo sucedido a la recepcionista, quien vio las imágenes con ellos y encontraron el vídeo de «una brutal paliza». Esa fue la tercera casualidad y el tercer momento en el que la mujer tuvo contacto con el caso de Castillo Higueras. Ella avisó a los agentes de que conocía aquel hombre y al agresor del chaquetón rojo, los había visto aquella mañana.

La Policía pidió a los familiares la ropa y los enseres que habían recibido en el hospital de Traumatología y analizaron los puntos de contacto donde en las grabaciones se apreciaba que el agresor del fallecido había tocado a la víctima. 16 muestras de ADN en cremalleras y bolsillos que sirvieron para hacer su perfil genético.

Publicidad

Dos asaltos más

Por último, en esta rocambolesca historia, la Policía Nacional después de ver las imágenes llamó a una joven y a su pareja que esa misma madrugada había sufrido un atraco en ese barrio junto a su casa. La chica había dado la descripción de que un hombre con chaquetón rojo la había cogido del cuello con la técnica 'mataleón' y forcejearon hasta que él se hizo con su bolso. El chaval no actuó solo. Otro hombre fue su cómplice y señuelo. La pareja estaba sentada en una acera y el chaval se acercó con la excusa de pedir fuego. En una de esas, salió corriendo como si hubiera cogido el bolso. El novio de la joven corrió detrás de él. A la chica no le dio tiempo de advertirle que lo tenía, el otro individuo la cogió por el cuello. Se examinó la correa negra y la hebilla del bolso que se quedó en las manos de su propietaria durante el forcejeo, pero había tantas restos de ADN que no se pudo aislar nada.

A las 6.30 horas de la madrugada hubo otro asalto. Sin embargo, los pantalones del atacante eran diferentes de la descripción que daban del agresor de Castillo Higueras. Las otras dos agresiones no se pudieron atribuir a este hombre por falta de pruebas.

Noticia Patrocinada

«Era una persona con muchas rutinas y me extrañó que no volviera»

El amigo y compañero de piso que durante años compartió rutina con José Miguel Castillo Higueras declaró también como testigo en el juicio. El hombre comentó que su amigo solía llevar una pulsera de Tiffany's, al igual que una cadena de oro, un reloj y mucho dinero en efectivo. El amigo de Castillo Higueras se preocupó y salió en su búsqueda hasta que recibió las malas noticias. «Era una persona con muchas rutinas y me extrañó que no volviera a casa. Se iba por la mañana a comprar la prensa, luego se echaba su café y hablaba con la gente que se encontraba. Después volvía, pero no lo hizo», sostuvo. Su compañero de piso negó que el hombre pudiera haber consumido alcohol aquella mañana, como declaró el acusado. «Hacía años que no bebía ni trasnochaba», concluyó.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad