La libreta del director

Abandonar las trincheras

El secretario provincial de CC OO habla de diálogo; pocas cosas se me antojan más revolucionarias. Falta en Granada ese foro de reflexión y encuentro. Pero, sobre todo, evitar la confrontación y buscar acuerdos sin perseguir la rentabilidad electoral. Escapar del corto plazo

Quico Chirino

Granada

Domingo, 9 de marzo 2025, 00:02

Acudo el jueves al congreso de CC OO; donde coinciden todos: Gobierno, Junta, Ayuntamiento, Diputación, patronal… La responsabilidad, a veces, es compatible con las apariencias. ... Dani Mesa me anticipa en los pasillos que, en su discurso, reivindicará el «diálogo». Pocas cosas hay más revolucionarias.

Publicidad

No es lo mismo hablar que hablar con otro. Ni escuchar que escucharse. Sobran aquellos que hablan mucho pero solo se escuchan a ellos mismos.

En el reciente cónclave de UGT, Yolanda Díaz me confundió con un camarada por llevar un pañuelo –ella pensó– como el de Pepe Álvarez. Lo he cambiado por otro de lunares y José Antonio Montilla me dice que parezco un palestino. Acabaremos en el Sercla.

De los discursos me gustan aquellos fragmentos que podrían encajar perfectamente en las intervenciones de la parte contraria. Algo parecido debe ser el sentido común. «En Granada no hay espacio de diálogo y toca abandonar las trincheras. Vamos a desayunos y nos escuchamos los unos a los otros. Pero no hay una mesa donde sentarse. Granada no puede permitirse fracasar en sus aspiraciones», anoto en la libreta las reflexiones de Dani. ¿Quién está en contra?

Probablemente falten las dos cosas. El espacio para reflexionar y discutir y también la voluntad de alguno de los actores para llegar a acuerdos; propiciar consensos sin importar que políticamente los rentabilice el adversario. Mientras sigamos instalados en ese punto nos gobernará el cortoplacismo. Nos pasa.

Publicidad

En Granada sale más rentable quedarse quieto. Hay quienes sin moverse del mismo metro cuadrado han sumado trienios en puestos públicos. Senadores, diputados y cargos orgánicos que se han marchado sin que escuchemos su tono de voz. Porque se promociona más con el asentimiento y la complicidad que con la discusión. Apunto la reflexión de la escritora Julia Navarro el miércoles en el Aula de Cultura de IDEAL. «Es más difícil decir 'no' a los tuyos que a los de enfrente. Espero que en el futuro haya mucha gente que diga que no».

La disciplina de voto dentro de los partidos es un fundamento oculto que ha dado estabilidad a la democracia pero también la ha desvirtuado por momentos. Un diputado no tiene que respaldar por obediencia lo que conviene a su líder, sino aquello que interesa a los vecinos de su provincia a los que debe el cargo. Lo decía Antonio Jara en la charla que mantuvimos hace unas semanas: «Los políticos se enfrentan entre ellos en la Diputación de Granada, pero ninguno es capaz de enfrentarse a su partido en Madrid o en Sevilla».

Publicidad

El atrevimiento no suele ser compatible con la subsistencia. Cuando se está en cualquier parte únicamente por subsistir o mantenerse no se pueden acometer cosas importantes. Apunto en el cuaderno la reflexión de Julia Navarro: «Vivimos en una época ñoña. No hay que molestar. Lo políticamente correcto me da miedo».

Es el mayor riesgo para un opinador, un político o un periodista: la indiferencia. Ser recordado por sus ñoñerías.

Pero al que molesta, a quien provoca e incordia, lo intentan encasillar tras intereses aviesos. Cuando hemos defendido un AVE directo, cuando hemos destapado los enjuagues de la Aesia, o cuando denunciamos que en Andalucía hay retrasos de 32 meses para el certificado de discapacidad, impulsamos aquellas causas que, teóricamente, compartimos todos. Basta con repasar las declaraciones de unos y otros en la hemeroteca reciente. «Hay que abandonar las pandillas», vuelvo al discurso de Dani Mesa. Sobran motivos que nos unen.

Publicidad

Cuestión de salud pública

Tras el congreso de CC OO quedo el jueves con una decena de directivos de empresas granadinas. Me quito el pañuelo; por si acaso. Hablamos de la Capitalidad Cultural y de la necesidad de hacer lobby para conquistar y comprometer espacios. Se avanza, pero me falta aún palpar un proyecto que debe abandonar el plano de la intelectualidad y lo abstracto. Y suceden cosas importantes. Como la exposición que se inaugurará este próximo martes y que reunirá en la Fundación de CajaGranada, probablemente, a los 45 artistas andaluces vivos más relevantes en décadas: Luis Gordillo, Soledad Sevilla, Pérez Villalta, Abraham Lacalle, Inmaculada Salinas, Santiago Ydáñez, Rubén Guerrero, Miki Leal, Ángeles Agrela, Patricio Cabrera... Pero hay que encajarlo todo en una estrategia y en un proyecto. [Lean el artículo que publicamos de Miguel Ángel del Arco].

También puede abrirse pronto el proceso para la agencia estatal de Salud Pública, a la que aspira Granada. El Gobierno no ha decidido aún cómo será. Algo habrá aprendido de lo sucedido con la agencia espacial y, sobre todo, con la de inteligencia artificial. Fueron las dos primeras y las únicas descentralizadas que salieron a ¿concurso? Buena voluntad, pero también un expediente mal resuelto. Insisto: no podemos pasar página. Al menos, hasta que el Gobierno admita que no se explicó bien y provocó un daño a Granada.

Publicidad

Ahora tiene la oportunidad de resarcirlo. Si la Aesia la otorgó a dedo a La Coruña, la Agencia de Salud Pública también puede concederla por la misma vía. Y asumir el coste político de la decisión; gane quien gane.

Todas las instituciones y agentes granadinos deben hacer presión conjunta, en lugar de perder el tiempo en confrontaciones que solo nos restan méritos. El grupo de trabajo –del que poco se ha sabido– se constituyó el 13 de marzo de 2023, hace ya dos años. Hay que afianzar y defender la Escuela de Salud Pública, apostar por el PTS y por la Facultad de Medicina.

Noticia Patrocinada

Toca abandonar las trincheras.

Hombres con proyectos

El lunes me recoge Manolo Mingorance para acercarnos hasta Huétor Santillán. A la una del mediodía huele a arroz con carne y verduras. Cuando una casa desprende este aroma se presume honrada y decente. «¡Hora libre, chicos, hora libre!», grita la única voz que rompe la labor y la calma. «Donde vivo solo hay ruido. Aquí he descubierto la tranquilidad». Al fondo, en algún corral, ladra un perro. Juan y Antonio me enseñan la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre. Llevan el tiempo suficiente aquí dentro para haber asumido que, ante los forasteros, tienen cara de sospechosos. «Pregunta lo que quieras», me dicen mientras entramos en la cocina, donde un par de chavales mueven el arroz. Pero resulta que el sospechoso soy yo. Nunca se me dio bien dármelas de complaciente. «Yo consumía cocaína; llevo aquí cuatro meses», me cuenta uno al ver que no hago preguntas. Menudo periodista. «Estoy aquí por alcohol. Hace 25 años consumía heroína pero me costó menos dejarla. Si vas con alguien y pides una Coca-Cola cree que te pasa algo, que estás malo».

Son veinte los usuarios que se mueven por la casa; ahora en ampliación. Aprenden a tener un orden, a responsabilizarse de un encargo; comparten confidencias pero tienen prohibido ser amigos en la calle. A menudo, las buenas compañías son las peores. Tampoco están permitidos los «tratos». Nada de cambiar cigarrillos por limpiar el baño. «Aquí los días se hacen largos, pero los meses muy cortos», me resume Juan.

Publicidad

Hacen un corro los veinte y se presentan. Manolo Mingorance me cuenta que, en este hogar, ha vivido gente de todos los niveles. Magistrados, médicos… «La droga ha roto con las clases sociales». Empiezan a confesarse ante un desconocido que, encima, lleva una libreta bajo el brazo. No tomo notas para no violentarlos, pero las frases se quedan como cicatrices. «Yo estoy por la cocaína. Tengo una mujer, un crío pequeño… No podía más». «Lo mío era la 'base'. Había tocado fondo y quiero ser feliz». «Iba por el camino equivocado». «Yo fumaba porros, alcohol y cocaína… todo lo malo», confiesa un chaval de veinte años.

En la puerta, un casillero con fichas de colores indica dónde está cada usuario. En la calle, de permiso, en la cocina… Cada uno se hace responsable de sus pasos; tremenda responsabilidad, cuando están aquí por sus pasos perdidos. Cuando se acercan a la tablilla y cogen un trozo de madera, leen los versos de Benedetti: «No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda».

Publicidad

Las segundas oportunidades son las primeras.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad