El caso de Puerta Real
Desciframos las pistas que revelan la historia del corazón de Granada
Las historias de detectives tienen un melancólico sonido de jazz rasgado. Sueña Chet Baker en mis AirPods, 'I Fall in Love Too Easily' y, mientras ... camino entre sombras, siento que me he metido en una película en blanco y negro de las buenas. Porque, díganme, ¿hay algo más detectivesco que avanzar a tientas por la noche cerrada de un gran apagón?
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La ciudad entera se sumió en una oscuridad, como si Granada se hubiera sumergido en una taza de expreso sin azúcar. Una negrura densa, íntima y perfecta para imaginar crímenes que nunca ocurrieron o quizás besos que nunca se dieron.
Dentro de las casas, iluminados apenas por la trémula luz de una vela, o de esa linterna que nadie recordaba tener en un cajón, se oían contar historias, con los niños quietos como estatuas, atrapados por el hechizo de un cuento. De pronto, a nadie le importó que el móvil estuviera muerto.
Pero a mí aquella noche sin luz me llevó justo al centro de la ciudad, donde las calles se cruzan como líneas del destino en la palma de una mano. Y allí, rodeada de silencio, reconocí en cada sombra revelada, una puerta al pasado.
Y aquí me tienen, lanzando otro caso al aire, buscando cómplices valientes. ¿Jugamos a ser detectives del tiempo?
Puerta Real fue, y sigue siendo, en el centro neurálgico de la ciudad de Granada. Junto al acceso a la calle Mesones, se encontraba siglos atrás la Puerta del Rastro que cruzaría el rey Felipe IV en su visita a la ciudad en 1624 y que dio el nombre de Real a esta zona.
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Poco tiene que ver la Puerta Real que hoy conocemos con la que pisó el carruaje de 'El Grande'. Entonces el Darro aún corría libre atravesado a esta altura por el Puente de la Paja. Hasta aquí llegaba la muralla de Bibataubín, y comenzaba la mancebía de la Manigua, un barrio de pasiones ocultas y noches de paso. La Alhóndiga Zaida, la primera fundada por los cristianos tras la conquista, ocupaba el espacio donde más tarde se levantaría el mítico café Suizo.
Cada uno de estos episodios, de los muros derribados a los cafés perdidos, de la arquitectura soñada al rugido inesperado del río, ha cincelado el alma de Puerta Real. No es solo un lugar; es un personaje con cicatrices, secretos y una memoria que ningún reventón podrá borrar.
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Créditos
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Texto Amanda Martínez Granada
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Formato Carlos Valdemoros Granada
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