Dos mayores de Algarinejo vuelven de hacer la compra. Alfredo Aguilar

Viaje al corazón de Algarinejo, el pueblo más virulento de Andalucía

Las cifras se han multiplicado de tal forma que los vecinos «tienen miedo», dice el alcalde, aunque todavía no hay fallecidos en esta tercera ola

Martes, 19 de enero 2021, 00:21

Algarinejo está rodeado de olivos por todas partes. También por contagios de coronavirus. La localidad acumulaba ayer lunes una tasa de 7.659 positivos por ... cada 100.000 habitantes. Esto se debe al elevado número de contagios (193 en los últimos 14 días) en relación a su escasa población (2.520 habitantes). Para comparar el dato, la capital granadina será cerrada perimetralmente mañana miércoles por tener una tasa de contagios de 632,4, doce veces menos que Algarinejo. Es decir, que la tasa de contagios en el municipio granadino ha crecido desgraciadamente con velocidad supersónica hasta colocarse a la cabeza de todos los municipios de Andalucía.

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Todo ha ocurrido en apenas un mes. «A mitad de diciembre teníamos cero casos y una tasa de contagio también de cero. Un mes después, la tasa es de 7.600. Inexplicable», resume la situación el alcalde de Algarinejo, Jorge Sánchez Hidalgo (PP).

El problema es que no saben cómo pararlo, reconoce el alcalde:«Se han tomado todas las medidas. En el pueblo todo está cerrado menos los comercios no esenciales». Tampoco hay explicación oficial. Pero el alcalde achaca la situación a la facilidad de contagio del nuevo brote o cepa o lo que sea.

«Son mis percepciones personales. Aunque la Consejería de Salud me confirma que no es cepa británica. Pero me extraña, porque hay un nivel de contagio muy muy pero que muy alto, y no hemos hecho nada aquí diferente a lo que se haya podido hacer en cualquier otro pueblo».

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Algarinejo encendió la alerta nada más madrugar el 2021. El 2 de enero comenzaron a salir los primeros contagios. El día 4, el Ayuntamiento tomó las primeras medidas. «Solicitamos a la Junta de Andalucía el cribado masivo a la población, que se realizó el lunes día 11». El mismo día 4 también decretaron el cierre de todos los servicios municipales de atención al público. «Trabajamos mediante cita si es urgente o por teléfono».

Cerraron plazas y parques. Cancelaron todas las actividades deportivas y culturales. No tuvieron ni cabalgata de Reyes Magos. «También solicitamos el confinamiento voluntario de la población». Los bares, cerraron voluntariamente. Yse reforzó la vigilancia por parte de Policía Local y Guardia Civil.

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«Sin embargo sí hay clases. Hay un C.E.I.P, el Andrés Manjón, que tiene Infantil, Primaria, 1º y 2º de ESO. El Instituto está en Montefrío y ofrece 3º, 4º de ESO y Bachillerato. Pero no va nadie a clase. «La semana pasada, de 136 que hay matriculados asistieron 12 ó 13», cuenta el alcalde.

«No lo entendemos. Como alcalde, me gustaría que estuviera cerrado. La propia AMPA de Algarinejo pidió que no se tuviera que llevar a los niños y niñas al colegio». Pese a todo, la población ha respondido bien y se han quedado en casa. «Pero tienen miedo». La población está muy envejecida, y aunque todavía no hay fallecimientos en esta tercera ola –sí hubo uno en agosto–, el temor vive entre nosotros», reconoce.

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Carmen, desde el tercer piso de la plaza de España (a la izda.), y Mari Carmen, desde el segundo (dcha.), charlan a diario. Francisco muestra su móvil, con el que caza Pokemons con su amigo Rafa. El alcalde, Jorge Sánchez Hidalgo, en su despacho oficial en el Ayuntamiento. Alfredo Aguilar

Un día con los 'sebolleros'

Los algarinejenses tienen un gentilicio tan largo que mejor los llaman sebolleros, que por estos pagos se sesea como está mandado. Y ahora, en pleno confinamiento, apenas se dejan ver por las calles. Los que hay, están de compras.

Lo confirman Francisco y Rafa, dos chavales de 13 y 17 años que justifican su presencia en las calles. «Vamos a hacer la compra a mi madre», dice el primero, y muestra como salvoconducto un billete de veinte euros. «Y yo le acompaño, que somos vecinos», añade Rafa. De paso, móvil en mano, se dedican a cazar Pokemons . Lo último que uno podría esperarse.

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En el estanco junto a la Casa Consistorial hay un cartel que dice que solo se atiende de uno en uno. Pero el local es tan pequeño que apenas entrarían dos clientes. Preguntado el estanquero por la situación, responde lacónicamente.«Lo llevamos como podemos».

Más risueña es Mari Carmen, que en el balcón de su segundo piso en la Plaza de España pega la hebra con Carmen, su vecina del tercero. De balcón a balcón, intercambian chascarrillos y comentan la actualidad. «Aquí estamos, confinadas, como todo el pueblo. Solo salimos a la compra», explica.

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«Todo lo que sube, baja», termina el alcalde. «Esperemos que lo haga igual de rápido. No vemos otra solución».

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