El pueblo de Granada que era conocido por sus puestos de melones y sandías
Varios vecinos de Dúrcal se dedicaron en temporada a vender sandías y melones procedentes de La Mancha y otras partes en la Plaza de Isabel II, junto a la antigua carretera Bailén-Motril y a pocos metros de la iglesia
Hace muchos años en la Plaza de Dúrcal se podían adquirir melones y sandías de excelente calidad. Cerca del Pilar de Isabel II había grandes ... pilas de jamones muy dulces procedentes de La Mancha y otras partes. Sus dueños guardaban sus mercancías durante el día y la noche como oro en paño. Casi no pegaban ojo en estos lugares. Muchas de las personas que atravesaban el pueblo por la antigua carretera paraban sus vehículos para poder adquirir una o varias piezas caladas y pesadas con una romana. En Dúrcal estos tenderetes al aire libre eran habituales todos los años cuando el sol apretaba, en temporada de cosecha. Los puestos de melones en la Plaza de Dúrcal se hicieron famosos en el Valle de Lecrín. También en este lugar se podían adquirir higos chumbos ya cortados a cuchillo para facilitar su consumo. Algunos de estos manjares procedían de la zona de Ízbor. Eran otros tiempos.
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Dúrcal era y sigue siendo un pueblo fascinante. De indudables contrastes visuales. Llanos, bancales, secanos, puentes, baños sanadores, un río, montañas con misteriosas grutas, restos del pasado árabe, la cueva 'encantada' de 'Vacamía'… Por esto y mucho más, no es de extrañar que cada vez más personas escojan este bendito lugar para disfrutar de todos sus encantos. También en la Plaza de Dúrcal hubo un quiosco y un surtidor de gasolina de Paco Molina. Algunas plataneras de sombra ya desaparecieron. Eran también tiempos del tranvía eléctrico, las vagonetas de Dúrcal-Motril, los coches de viajeros, el cosario…
Dúrcal en otros tiempos, cuando se vendían melones y sandías en la Plaza y en algunas tiendas, fue tierra de emigrantes y vendedores de papas. Existe un dicho que dice que cuando los astronautas americanos pisaron por primera vez la luna se encontraron allí, de repente a 'Los Regalos' pregonando, más solos que la una, papas a dos pesetas el kilo. Asimismo, fuera de bromas, hace muchos años, Rosa la 'Rorra', vendía por el pueblo chucherías acunadas en su cesta de mimbre. Pura, tirando de su carrito pregonaba helado con su trompetilla. Manuel Padial se encargaba del cine, el Lecrín Cinema. Su hijo Paco manejaba las dos máquinas de 'echar' películas. Serrano mercaba jamones para revenderlos. Maria defendía su posada. Antonio 'El Sastre' y las modistas se empleaban a fondo para que todos los encargos estuviesen a punto. En la Plaza existía un precioso quiosco de la música que nunca debió quitarse. También en este pueblo había un palacio que debió conservarse. Y el Puente de Lata (del tranvía) sigue existiendo porque en una reunión muchos vecinos se opusieron a que fuera desmontado y vendido como chatarra.
Juan y Bautista se encargaban de la talabartería. Miguel vigilaba sus futbolines para que no le hiciesen trampa. Maria hacía tejeringos y freía papas. Los hermanos José, Ramón y Rafael confeccionaban sillas con madera de álamo y asientos de anea de la laguna de El Padul. Mateo vendía botones, cremalleras, quincallas, etcétera. Rosario y Ana, en sus respectivas tiendecillas, partían bacalao con mucha destreza, con un cuchillo muy afilado tipo guillotina. Alrededor de la plaza había espléndidos comercios. Funcionaban varios molinos. Gregorio Ortiz, Concha 'La Boticaria', Diego y otros, vendían vino mosto a granel. Francisco, ayudado por Fernando y Antonio, se encargaba del calzado para las fiestas y los días laborables. Los labradores adquirían albarcas de goma, elaboradas con ruedas de camiones ya gastadas, para las faenas de campo.
Juanico 'El Herrador' hacía su trabajo después de 'apañar' y ordeñar a mano a sus vacas. 'Pipa' y Justo pastoreaban las cabras del vecindario a cambio de una módica cantidad de dinero. Un niño de la 'Picanta', pregonaba tortas y bollos. José Valero vendía en su taberna de 'El Darrón' vino costa de Albondón. Juan, Diego, Francisco y otros paraderos se encargaban del pan elaborado en hornos alimentados con leña y piñas procedentes de Las Albuñuelas. Escamez, 'Pionono' Bautista, y un sin fin de taberneros más se encargaban de la bebida. Las tapas que se ponían en estos lugares sabían a gloria porque eran muy caseras.
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Federico y sus hermanos, y otros, se encargaban de los trabajos en madera; 'Bombea' trabajaba en su fragua. Candido, que también era zapatero, y demás compañeros, se encargaban de la banda de música. Y otros, imposible de enumerar, de la iglesia y la ermita de San Blas, la educación, el tranvía, las barberías, 'El Cable', la fabrica de gaseosas e hielo en barras, la fabricación de sogas y cuerdas, el aceite de orujo, el transporte, los riegos por turnos, los compradores de frutas… En 1912 fundó el sacerdote Rafael Ponce de León un periódico mensual en Dúrcal que todavía existe con rotundo éxito. Dúrcal en otros tiempos fue un pueblo de emigrantes, donde la gente salía a otras partes de España y otros países buscando mejores oportunidades económicas. Esta emigración se dio con la esperanza de prosperar y mejorar la calidad de vida de las familias.
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