El enterrador de varios cementerios de Granada que aprendió el oficio de su padre
José Manuel Padial Fernández, mantiene el oficio de enterrador heredado de su progenitor, en el camposanto de Dúrcal, construido hace 110 años
El actual panteón de Dúrcal se inauguró y se bendijo el día 1 de agosto de 1915. El nuevo emplazamiento en pleno campo, distante del ... caso urbano, reemplazó al antiguo camposanto situado en los patios traseros de la iglesia. Anteriormente se enterraba dentro de la iglesia. En 1885, se había reportado que el antiguo cementerio de Dúrcal estaba lleno, y finalmente, en 1888, el gobernador provincial ordenó la construcción de uno nuevo por no cumplir con las condiciones higiénicas y legales. Desde aquel lejano tiempo han ocupado el puesto de enterrador un ramillete de personas. Algunos con su familia residieron en la casa del enterrador, junto al cementerio, provista de un pozo en la explanada y una higuera centenaria. Actualmente de este trabajo se encarga José Manuel Padial Fernández, nacido en Dúrcal hace 38 años. Su padre, José (ya jubilado) también ejerció de sepulturero en Dúrcal.
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José Manuel Padial también es enterrador de los cementerios de Nigüelas, Cozvíjar, Cenes… También gestiona el tanatorio de Dúrcal desde que recibe la primera llamada de la familia de la persona que acaba de fallecer hasta el final. Desde el principio hasta el final se encarga él de hacerlo con mucha profesionalidad, finalizando su trabajo cuando le toca tapar el nicho. También se encarga de las exhumaciones de cuerpos.
Para él es un trabajo más que hay que realizarlo con mucho cariño y respeto. De manera oficial, José Manuel, lleva cinco años como enterrador, pero desde pequeño ha ayudado a su padre en tareas del cementerio. Antes, cuando no existía tanatorio en Dúrcal las cajas mortuorias 'dormían' en la cochera de su casa. En Dúrcal suelen haber al año cerca de medio centenar de entierros. Últimamente se han producido en una semana siete entierros. Uno cada día.
En varias localidades
El cementerio de Dúrcal tiene mucho espacio y ha sido ampliado varias veces. El Ayuntamiento se encarga, entre otras cosas, de que no falten nichos. José Manuel Padial es una persona muy querida y respetada por los que le conocen. Es un ser muy valioso y muy trabajador. Él hace el servicio fúnebre desde el principio hasta el final con la familia de la forma más cercana y humana posible. El estupendo párroco de Dúrcal, don Joaquín, ha recuperado la antigua tradición de celebrar en el cementerio la misa del Día de Difuntos. El agente funerario y sepulturero, José Manuel Padial, gestiona varios tanatorios públicos junto a la conocida y reconocida empresa que está asociado: Funeraria Romero. Padial es la cara visible en el Valle de Lecrín de esta empresa.
En otros tiempos hubo en Dúrcal el ataúd de las Ánimas Benditas. La función de la caja mortuoria era la de transportar los restos mortales de los más pobres, de la gente más necesitada que carecía de dinero para pagarse un entierro hasta el campo santo. En este lugar el cadáver se sacaba y se envolvía en una sábana para introducirlo en la fosa. De los féretros se encargaban de hacerlos a la medida los carpinteros. Una persona anunciaba casa por casa el nombre de la persona que había fallecido y cuando se celebraría la misa corpore insepulto. En Dúrcal existe todavía en el cementerio el cuarto de las autopsias, ya en desuso, donde se realizaban exámenes médicos detallados de algunos cadáveres que requerían exámenes externos e internos, análisis de órganos y toma de muestras para pruebas adicionales. También existió en el camposanto de Dúrcal un espacio para las personas que se habían quitado la vida. Estos lugares estaban ajenos al cementerio católico y se utilizaban para enterrar a aquellos que se suicidaban.
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El panteón de Dúrcal, como otros, pose grandes cipreses como símbolo de conexión con el más allá. Se plantaron en este y en otros lugares, según algunos ancianos, «por su forma de llevar las almas al cielo y su follaje perenne como símbolo de eternidad, asociándose también con el duelo y la conexión entre el cielo y la tierra». Civilizaciones como la egipcia, griega y romana ya colocaban flores en las tumbas, creyendo que acompañaban a los difuntos en su viaje. En Dúrcal y en otras zonas hubo las denominadas 'Lloronas', mujeres contratadas para lamentar a los difuntos en los funerales, conocidas también como plañideras. Su función era llorar de manera desconsolada y teatral durante los velatorios para simular el dolor de la familia y realzar la reputación del difunto, a menudo hablando de sus bondades. Esta tradición se remonta al antiguo Egipto y existió en diversas culturas.
Los Santos
En Dúrcal, como en otros lugares, es costumbre llevar muchas flores al cementerio de Dúrcal el Día de los Difuntos o unos días antes, como símbolo de respeto, amor y para honrar la memoria de los seres queridos. Esta costumbre se remonta a la antigüedad y las flores se han convertido en una forma de expresar los sentimientos y el recuerdo hacia los que ya no están físicamente. Las flores son un puente entre los vivos y los difuntos, representando el amor y el recuerdo que perdura. Algunos durqueños crían en un pequeño trozo de sus fincas las flores más tradicionales para esta época debido a su floración otoñal y resistencia para llevarlas al cementerio. Las flores que más aguantan en el camposanto son los crisantemos, y los claveles y gladiolos, por su robustez. Otras opciones duraderas son las rosas, las margaritas y los lirios.
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La misa de difuntos en el cementerio, que este año se celebrará en Dúrcal gracias al párroco, es una celebración religiosa para recordar, honrar y rezar por los fallecidos, con el objetivo de pedir por el descanso eterno de sus almas. Generalmente se celebra en el contexto de la solemnidad de los Fieles Difuntos (el 2 de noviembre). Unos días antes las familias limpian y adornan las tumbas y los nichos de sus antepasados. Aunque el día 1 de noviembre es el Día de Todos los Santos y el 2 es el Día de los Fieles Difuntos, a menudo se asocian y se celebran juntos, especialmente en los días festivos. La celebración del Día de Difuntos fue instituida en el siglo X por San Odilón de Francia. El día es una oportunidad para reflexionar sobre la vida después de la muerte y honrar la memoria de quienes ya partieron.
Hasta hace unas décadas los velatorios en Dúrcal y otros lugares se realizaban en la casa del difunto, una costumbre que se mantuvo durante mucho tiempo hasta que cambios sociales, sanitarios y urbanísticos impulsaron el nacimiento de los tanatorios. Esta práctica casera permitía a la familia y la comunidad reunirse, despedir al ser querido y compartir el duelo, a menudo durante varios días. Los familiares y vecinos solían colaborar trayendo comida y otros suministros. Un vecino de Dúrcal, Juan 'Regalo', fallecido hace poco tiempo a los 92 años de edad, asistía a todos los funerales de su pueblo. Desde su juventud, este comerciante de patatas, acudía a todos los entierros que se producían en Dúrcal para acompañar en el sepelio y dar el pésame a los dolientes. Muchísima gente asistió a su entierro. No podía ser de otra manera. Juan propagaba cariño, amor y respeto. Era una buena persona.
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