La dura vuelta a empezar de los ganaderos de Granada un año después de la viruela
Baza y Huéscar ·
Los que lo perdieron todo han iniciado un exigente protocolo para que les dejen reponer sus ovejas mientras la sequía complica la recuperación al restoLas 321 ovejas que le mataron al ganadero Antonio Galera Tello eran hijas de las hijas, de las hijas de aquella primera que le compró ... su padre cuando tenía apenas quince años. A todas y cada una las había visto nacer y las había criado. A todas y cada una de las suyas –la rubia, la del lunar...– las reconocía mezcladas entre un millón.
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«Algo de mí se ha muerto con ellas, para mí eran más que animales, eran 40 años de trabajo», contaba desolado a IDEAL hace justo un año en su explotación vacía tras los sacrificios. Antonio Galera fue uno de los catorce ganaderos de las comarcas de Baza y Huéscar que tuvieron que sacrificar todas sus ovejas por los brotes de viruela ovina y un año después, intenta volver a empezar desde cero.
Tras el sacrificio de sus animales y la desinfección de la explotación, ha tenido que esperar un año para que la Junta le permita iniciar el estricto protocolo de seguridad que tendrá que superar antes de que le den luz verde para volver a criar ovejas. Esta semana, a su explotación han llegado 36 'ovejas centinela' que estarán a prueba. Se le realizarán dos test de sangre semanales para constatar que no hay presencia del virus y si superan así un mes de cuarentena, el ganadero podrá comprar más y seguir adelante.
La pesadilla comenzaba el 19 de septiembre de 2022. La aparición de un brote de viruela ovina y caprina (VOC), una enfermedad viral que llevaba erradicada en España desde 1968, desencadenaba la paralización y una auténtica catástrofe económica para el sector ganadero de los pueblos de las comarcas de Baza y Huéscar, en el norte de Granada y en la vecina Almería, a donde el brote saltaba desde Cúllar.
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Las medidas para atajar los brotes obligaron a sacrificar 4.345 cabezas de ovino y caprino en catorce explotaciones granadinas que lo perdieron todo. Además, en los perímetros de seguridad de cada brote, se prohibió salir a pastar a las ovejas, para evitar la propagación del virus, lo que supuso que otros 210 ganaderos se vieran afectados por los confinamientos y tuvieran que soportar los altos costes de la alimentación de las miles de ovejas encerradas.
Tras cuatro meses de duras medidas de seguridad y vigilancia para frenar el virus, altamente contagioso entre los animales, la Junta levantaba las restricciones en enero de este año. El sacrificio y la concienciación de los ganaderos granadinos logró que se atajara el virus en un tiempo récord. En Castilla-La Mancha, a donde también saltó la viruela ovina, los focos se prolongaron hasta mayo de este año y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha mantenido las restricciones hasta hace apenas unos días. No ha sido hasta el 3 de octubre cuando España ha recuperado el estatus de país libre de viruela ovina y caprina.
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Los estrictos protocolos de seguridad no han permitido, hasta un año después de la desinfección de las explotaciones afectadas por los brotes, iniciar las pruebas para repoblar. De los catorce ganaderos que tuvieron que sacrificar sus animales en Granada, siete han pedido permiso a la consejería de Agricultura para intentar volver a criar y están sometiéndose a un estricto protocolo de seguridad que constate que en sus explotaciones no hay rastro del virus que podría volver a desatar el caos.
El resto de los afectados, otros siete, o tiraron la toalla o prefieren esperar mejores tiempos para intentar volver a repoblar, ya que la situación de sequía está poniendo contra las cuerdas la rentabilidad de los ganaderos.
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De los siete valientes que sí han iniciado la carrera, dos han llegado ya a la meta, tras un mes de cuarentena y análisis exhaustivos de las 'ovejas centinelas' y acaban de recibir el visto bueno de la Junta para comprar más cabezas de ganado.
Las pruebas
Los otros cinco, entre ellos Antonio Galera que ha recibido a sus primeras ovejas esta semana, están en fase de vigilancia. Los animales, a los que se les realizaron test de sangre en el punto de compra, otra explotación de Cuevas del Campo, llegaban en un camión desinfectado y precintado por los veterinarios de la Junta a la finca de Antonio en Benamaurel.
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Desde entonces, al ganadero de 56 años, que vivió un auténtico duelo y reconoce que ha pasado el año más difícil de su vida, le ha cambiado hasta el tono de voz. Ahora es más alegre y transmite esperanza. «Estoy ilusionado pero tengo mucho miedo. Ha sido durísimo, en nuestra zona nadie nos quería vender ganado para empezar a repoblar, es como si tuviéramos la peste», explica. Este último año, Antonio se ha visto obligado a tirar de ahorros. Se ha dedicado a sus tierras, donde siembra alimento para el ganado, y a preparar su explotación. «Llevo un año limpiando, he desinfectado tres veces, los veterinarios que vienen a inspeccionar alucinan, he pintado hasta la última valla», señala orgulloso.
Le queda un mes de cuarentena y, después, si todo sale bien, quiere ir despacio para volver a formar un rebaño. «Me indemnizaron con 43 euros por cada oveja sacrificada y ahora tengo que comprarlas a 120 euros, el precio ha subido mucho y me va a costar». Pero Antonio tiene vocación de ganadero y ni una vez durante este año ha pensado en tirar la toalla. «Tengo fe en que lo voy a conseguir, pero también se que va pasar más de un año hasta que vuelva a levantar la explotación y empiece a ver a algún beneficio», asume. El escenario de sequía no ayuda. La falta de pastos obliga a alimentar a las ovejas con piensos, lo que también está complicando, un año después, la recuperación a los ganaderos que se vieron afectados por los confinamientos.
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