La tierra de los balates
En los campos de Dúrcal existen balates centenarios de piedra sobre piedra seca acuñada con ripios para delimitar y proteger las fincas rurales
RAFAEL VÍLCHEZ
Lunes, 6 de febrero 2017, 02:42
En la localidad de Dúrcal perduran balates de piedra seca realizados hace siglos para enfrentarse a la orografía del terreno. El uso de la piedra ... como elemento de construcción no solo es hermoso sino muy duradero. Las edificaciones de piedra seca tienen un gran valor histórico y son un auténtico referente identitario en Dúrcal y en otras zonas.
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A lo largo de los siglos muchos campesinos de Dúrcal han extraído de los campos de cultivo las piedras que le impedían que se arara y crecieran correctamente las semillas. Estas y otras piedras procedentes de otros lugares servían para realizar muros para proteger y delimitar el terreno. En otros tiempos a los maestros balateros no les faltaba el trabajo por que se cultivaban todos los campos por muy pequeños y pendientes que fueran.
En Dúrcal y en otros pueblos, el abandono casi total de los métodos tradicionales de cultivo en zonas abancaladas y la consecuente falta de mantenimiento está poniendo en peligro la conservación del patrimonio agrícola. Un muro de piedra seca significa un muro sin argamasa que sostiene las piedras juntas. La construcción de un balate no es un trabajo fácil ni cómodo porque el manejo de piedras sobre piedras bien asentadas y que no se descompongan requiere de mucha experiencia, maña y fuerza.
Los balates de piedra seca ataludan las pendientes conformando los bancales o terrazas para, y entre otras cosas, ganar terreno cultivable en lugares donde antes lo impedían. Desde tiempos inmemoriales los vecinos de Dúrcal han elegido piedras con mucha resistencia para realizar balates, algunos con más de 50 metros de longitud y más de dos metros de altura. Con ligeros martillazos muchos durqueños han corregido a lo largo de los años los resaltos y aristas que quedaban en el balate o muro para ajustar las piedras grandes sin labrar y sin mortero de ninguna clase, colocadas unas sobre otras con mucha precisión y maestría y acuñadas con piedras más pequeñas llamadas ripios.
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