El pintor Eduardo Barahona expone hasta final de mes en Capileira

En la muestra se puede contemplar además de los óleos una serie de dibujos que rinden homenaje a los refugiados de todo el mundo

Rafael Vílchez

Lunes, 19 de septiembre 2016, 00:17

El prestigioso pintor madrileño Eduardo Barahona expone sus últimos trabajos en el Café-Cultural Magick, situado a la entrada del municipio alpujarreño de Capileira. La ... muestra podrá ser visitada todas las tardes y noches hasta final de mes. Barahona muestra en esta exposición su pintura vitalista de frutas magnificadas con mucho colorido y con mucha vida. También, por unas razones especiales y particulares que ha tenido el artista, se pueden contemplar en esta exposición una serie de dibujos muy temáticos para rendir homenaje a los refugiados de todo el mundo. Eduardo Barahona reside en Capileira desde hace 25 años y últimamente ha podido salir adelante de una grave enfermedad.

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El Café-Cultural Magick, abierto desde hace seis meses, es un precioso y envolvente centro de reunión para artistas y para la gente de Capileira y de otras zonas que quieran disfrutar del arte en todos los sentidos. En este estupendo lugar, además de poder tomar unas copas y unas excelentes tapas, se organizan también conciertos, obras de teatro, exposiciones fotográficas y de pintura, conferencias, presentaciones de libros Su número de teléfono es el 958957097.

El historiador y crítico de arte, Jorge Lope de Andrade (ya fallecido) dijo de Eduardo Barahona en 2010 que el pintor Eduardo Barahona, nacido y formado artísticamente en Madrid, recala el la Alpujarra granadina, donde ha desarrollado durante estos últimos años, su actual producción artística. Después de una larga trayectoria artística y profesional en Madrid, pues ha estado continuamente alternando su pintura con una intensa relación con el diseño gráfico, a través de su dedicación al mundo de la creación, dentro del campo de la publicidad y el mundo editorial, donde ha tenido importantes resultados como portadista, ilustrador y cartelista, además de sus loables trabajos como creativo de conocidas campañas de publicidad donde ha obtenido, a través de sus trabajos gráficos importantes premios y certámenes del sector.

Además, le ha dado lugar también, dados sus conocimientos y experiencia, la docencia en diversas universidades y escuelas superiores (ICADE, ESIC, Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, etcétera. Dada la inquietud y la curiosidad que siempre ha brotado de este artista y amigo, es comprensible que haya desarrollado tantas actividades, claro que, es más comprensible sabiendo los años que tiene, bueno que tenemos. Precisamente, la razón por la cual hizo que un día tomara la decisión de dejar Madrid y marcharse a la Alpujarra, lugar que ya conocía con anterioridad, por veraneos, fue tanto follón, tanto avatar, sobre todo en el mundo de la publicidad, donde en aquel momento álgido para el sector, aquello era una selva, más que una opción de trabajo, con todo lo que conlleva una jungla: gorilas trepas, buitres, lagartos, bichas, etc., etc..

Según Jorge Lope de Andrade Eduardo, en Madrid perteneció a un grupo o generación de pintores que se podría decir que eran los hermanos pequeños de la generación del grupo de El paso grupo que casi todos sus componentes arrastraban el boom de la época, dentro de un informalismo y abstracción, que se disolvió en los años 60. Y fue un poco más tarde cuando surgió un movimiento no menos desilusionante pero con cierta perspectiva de libertad y expresionismo y a veces con un realismo valiente y social, fue la generación del 68, Paris, Praga, la caída del Muro, etc. Entonces teníamos veinteitantos y entre los pintores incipientes que después lo serían de verdad, entre los que contaba Eduardo, eran Vicente Arnau, José Hernández, Eduardo Úrculo, Eduardo Naranjo, Cristóbal Toral, Pérez Villalta y Antonio López, que se podría decir que era como el papá, aunque no por años, sino por otras cosas.

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Eduardo Barahona ha dado y ha recibido influencias de los demás como todos, pero se podría decir que se ha mantenido lejos, fuera de los oropeles, quizás por que se ha dedicado a otras cosas, o por que no ha estado inmerso en la mercadotecnia del arte, quizá no lo sé. Pero yo pienso que cuando cuentan las cosas es al final, con esto no estoy diciendo, eso del artista muerto, artista bueno, no, pero pienso que las personas, los artistas y en este caso Eduardo Barahona ha madurado, y este es el momento de juzgarle. Es muy importante la trayectoria de un artista, aunque siempre se ha dicho que la obra de un artista es efímera, y quien la hace imperecedera es quien la mira. Por que a veces en este negocio del arte, de nada sirve su currículum, puede servir para su vecino, para presumir de ser amigo del artista, pero en realidad el artista vale lo que vale su última obra.

Tras diversas formas y estilos de expresión Eduardo Barahona ha transitado con pies de plomo y aun así, se ha caído muchas veces, pero como decía Churchill, el éxito no consiste en llegar arriba, sino en que cada vez que te caigas te levantes de nuevo, o como dice el mismo Eduardo: la única forma de aprender es equivocarse. Por eso, ahora creo que Eduardo ha dado en el clavo, ahora ha sido capaz de transformar en arte lo cotidiano. ¿Quién no tiene en su casa un frutero con frutas del tiempo?, ¿quién no ha pasado por una frutería o por debajo de un árbol frutal? Eduardo observó un día de las frutas, que además de sus purísimos colores, una serie de formas que lejos de las obsesiones que puede tener cada uno, no tenían nada que envidiar a la más sensual de las formas que uno se pueda imaginar, además del hacho de podérselas comer, poderlas tocar, poderlas sentir, ver, hasta olerlas.

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Eduardo sabía que en el mundo de la pintura existían unas expresiones que se llamaban bodegones, y él quiso demostrar que se podía sacar más partido a las protagonistas más importantes de los bodegones.Y por eso se le ocurrió magnificarlas, precisamente para acentuar más sus excelentes cualidades, dándoles así más realidad, más brillantez, más sensualidad tanto en su lugar de origen, los árboles, como sobre una tela magníficamente representada a través de la voluptuosas formas de sus arrugas, dobleces o sombras producidas por la cautivadora luz recibida desde un punto para acentuar volúmenes y sombras que nos hacen recordar a la pintura flamenca por su iluminación, contrastes, realidad y una depurada técnica difícil de conseguir a través solamente del pincel y muy poca materia, pues los volúmenes no se consiguen con materia sino con técnica y manejo de la luz y de las sombras.

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