«Al policía valiente de Granada sin nombre»

Al policía valiente sin nombre

Sr. Director: Esta semana he vivido una situación un poco angustiosa, y todo ha salido tan bien que me siento ... con ánimo y ganas de contarlo. Desde que nos dio un ictus a mi marido y a mí, vivimos en Granada con mi hermana, encima del restaurante donde se declaró un incendio el pasado miércoles. Rápidamente empezó a subir mucho humo por el patio y la escalera de la vivienda, la policía y los bomberos aconsejaron que evacuáramos el edificio. Con dificultad mi marido y mi hermana pudieron salir por su propio pie, pero yo no me puedo levantar ni andar sola. Todavía estaba en la cama, entonces apareció mi «salvador», un policía que me dio los buenos días, destapó la cama, me cogió en brazos (ni camilla ni silla de ruedas) y me bajó en volandas por las escaleras porque no se podía utilizar el ascensor. Me llevó con un cuidado y una delicadeza que me emocionaron, le repetía una y otra vez que muchas gracias y le pregunté cómo se llamaba y solo me contestó que era su trabajo y que hacía lo que tenía que hacer. Me acomodó cuidadosamente en la acera frente a la casa y entre la multitud y el lío de bomberos y policías no le volví a ver.