Las playas de Granada a rebosar y la ciudad desierta . J. Martín / I. Gallastegui
Verano

Las playas de Granada a rebosar y la ciudad desierta (más o menos)

Turistas y locales extienden sus sombrillas y disfrutan de la costa mientras en la ciudad hay poco tráfico, pero en el centro sobreviven algunos granadinos sin vacaciones

Sandra Martínez e Inés Gallastegui

Almuñécar | Granada

Sábado, 2 de agosto 2025

El termómetro supera los 30º en Almuñécar cuando llega el mediodía y los bañistas abandonan sus toallas desesperados en busca de un chapuzón en el ... agua. «Es la única forma que uno tiene de aguantar aquí», dice María Ángeles mientras corre descalza hasta la orilla. No darse prisa es sinónimo de abrasarse los pies.

Publicidad

La playa a rebosar es el día a día de los municipios de la costa granadina durante los meses de verano, pero sobre todo en agosto. Lo saben bien en Almuñécar, donde no quedó ayer ni un pequeño hueco en el que clavar una sombrilla y extender una esterilla.

«Estamos en agosto, estas son las semanas en las que hay más gente», dice José, que regenta un chiringuito. Recibe de buena gana el bullicio que hay cada día, aunque reconoce que el lleno absoluto se da, principalmente, los fines de semana. Algunos deciden despejarse del sol en hora punta y disfrutar de una cerveza con vistas a la playa.

Javier Martín

Otros siguen esta misma rutina bajo su sombrilla y la acompañan de una bolsa de patatas y otros aperitivos. María Ángeles y su grupo de amigos son de los que repiten año tras año su visita a la playa de Almuñécar durante varios días. Su tradición reúne a personas de Granada, pero también de Málaga y de otros lugares de Andalucía.

Una historia similar tiene Joaquín y su familia. Procedentes de Madrid, veranean desde hace tres generaciones en el municipio granadino. «Mi abuelo compró una casa aquí y así lo hicieron sus hijos y ahora sus nietos», cuenta. Se siente afortunado. Su estancia se prolonga durante todo un mes y tiene la suerte de ver todas las caras de la playa. «Venimos a primera hora de la mañana entre semana para estar solos», dice. Después, recoge alguna de sus cosas y se marcha a comer.

Publicidad

Todo el día

Quienes se quedan están bien preparados. Cogen fuerzas con alguna ensalada, un poco de sandía y también con muchas cervezas y alguna que otra sangría. Protegen su piel con crema solar cuando los rayos son más intensos o se refugian con gorras y sombreros. Pero también están quienes deciden arriesgarse para lucir un bronceado intenso que les permita presumir de su estancia en la playa. «Todos nos vemos más guapos cuando estamos morenos», comenta Daniela. El tono de su piel roza el marrón cobrizo, pero no le es suficiente. Se extiende en su toalla nuevamente y deja que los rayos del sol penetren –aún más– en su cuerpo.

La búsqueda de la desconexión del día a día y el deseo de tener un ratito para descansar frente al mar se convierten en el aliciente que llena de familias la zona. Para Juan, nada se compara a una siesta en la playa. «Es la recompensa a quienes llevamos todo el año en las ciudades, expresa. Cuando el sol baja, se calza sus chanclas y echa a andar con su mujer por la orilla. Mira a lo lejos cómo el agua del mar también brilla. «Uno trabaja todo el año para disfrutar. Esto es vida», sentencia al tiempo que sigue con su marcha.

Publicidad

La capital en verano

Granada está desierta en agosto. Granada está desierta en agosto. Granada está desierta en agosto. Lo repito como un mantra porque ese es el titular del reportaje y, como todo periodista sabe, nunca hay que dejar que la realidad le arruine a uno un buen titular.

Dicen que la burbuja turística ha pinchado este 2025 en España, que el turismo nacional ha caído a plomo, espantado por los altos precios de los alojamientos y los restaurantes, y que los visitantes extranjeros no han sido capaces de reemplazarlos. Y Granada no es la excepción: en el primer semestre del año el número de viajeros cayó casi un 3% respecto al mismo periodo del año anterior, y nada hace pensar que el verano vaya a cambiar esa tendencia.

Publicidad

Granada, desierta. Inés Gallastegui

Pero si la burbuja ha pinchado, ha debido de hacerlo en plena Puerta Real, esturreando un reguero de guiris paseando Carrera de la Virgen abajo, Reyes Católicos arriba, comprando en las rebajas en Recogidas y tomando cervezas en las terrazas con agua fresquita pulverizada y en las barras con aire acondicionado de BibRambla. No son millones, pero están por todas partes.

El presidente de la Federación de Empresas de Hostelería y Turismo de Granada, Gregorio García, recordaba hace unos días que en julio la ocupación rondaba en la capital el 40%-45% y que quizá alcanzaría el 50% en agosto, incluso más los fines de semana. Nada alarmante, afirmaba, en temporada baja estival: «Está siendo un verano tranquilo. Se nota que hay menos gente en la calle y se gasta menos».

Publicidad

Pero en el kilómetro cero del granadinismo pasas lista y está todo el mundo: los músicos callejeros de la Fuente de las Batallas y el mendigo de la Iglesia de San Antón, los señores con sombrero panamá a la fresca de los plátanos de la Plaza del Campillo, las parejas mayores que pasean de la mano por la Carrera... y los extranjeros, que este 2 de agosto son clara mayoría, pero sin agobiar. No hay cola en Los Italianos, ni en la puerta de la Capilla Real, y en la Plaza de las Pasiegas solo un grupo de turistas mayores aplaude con poca convicción a un bailaor japonés. Parece que los turistas han decidido darlo todo y disfrutar de las últimas horas de tregua por si no sobreviven a la ola de calor infernal anunciada a partir de este domingo.

Menos tráfico

Donde sí se nota que casi todos los granadinos están en la página de al lado, debajo de una sombrilla, es en el tráfico: la Circunvalación está razonablemente tranquila, y en calles como Recogidas, el Camino de Ronda o Arabial los coches pasan con cuentagotas.

Noticia Patrocinada

«Eso de que Granada en verano es un desierto es un tópico», zanja Miguel, un hostelero del Realejo.«Claro que se nota que hay menos clientes, pero tampoco está la ciudad vacía. La mentalidad ha cambiado. Antes nadie se atrevía a salir a la calle con el calor, y ahora la gente se arriesga hasta con niños pequeños, seguramente porque la mayoría de los locales tienen ya aire acondicionado y, si no aguantan, se resguardan y ya está», reflexiona.

A veces el periodismo consiste en hacer una pelotita con todos los tópicos, salir a la calle y contar lo que hay. Si es que hay algo. Que no se enteren los jefes.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad