De perder la pierna por una bomba en Siria a buscar trabajo en Granada: «Necesito empezar de nuevo»
Khaled huyó de la guerra andando con muletas durante meses, viajó en patera y vivió en un campo de refugiados antes de llegar a España
Khaled Hilal pasea orgulloso con su niña de seis meses en brazos. «De mis tres hijos, esta es a la única a la que he ... podido coger de bebé mientras ando», admite emocionado. Con los otros no pudo por una razón: no tenía aún la prótesis que le permite caminar. Perdió la pierna derecha en medio de un bombardeo en su Siria natal y ahí empezó el horror. No le gusta recordar su historia, le hace volver a su duro pasado y él solo quiere pensar en el futuro. Pero es digna de ser contada.
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El joven, de 29 años, jamás pensó en salir de Siria «aunque hubiera guerra, muertes y bombas». Tenía una tienda de reparación de electrodomésticos y había finalizado los dos años obligatorios en el ejército. «Solo quería vivir en paz y no luchar con nadie», asegura. Hasta que cayó aquella maldita bomba en su calle. Puso a salvo a su mujer, Ayaa, embarazada entonces de su primera hija, y a su padre. Después, salió a ayudar a los heridos. Fue entonces cuando cayó otra bomba y le pilló de lleno. «Me destrozó la pierna por encima de la rodilla, la encontraron a tres metros», recuerda. En aquel ataque murieron su cuñada y su tío, y su sobrina se quedó sin manos.
Siria no es país para discapacitados. Khaled tenía que huir, pero las mafias se aprovechan de la desesperación para cobrar cantidades desorbitadas para sacarlos de allí. «Mi familia se reunió y entre todos me dieron dinero para que escapáramos. Pasamos de una guerra de muerte a una guerra de hambre», lamenta. Tenía 22 hermanos -de dos madres- pero en estos años han muerto cuatro.
Una odisea de 15 meses
El viaje de Khaled, Ayaa y la pequeña Khansa, con solo 30 días de vida, se prolongó durante 15 meses. Primero, de Homs a Alepo -ciudades sirias-. Después, a Turquía. Y siempre andando con muleta. «En mi país me operó una veterinaria, no había médicos. Hice el camino sangrando. Además, nos movíamos de noche, por el día podían descubrirnos y era peligroso», recuerda.
La segunda parte del viaje, de Turquía a Grecia, fue en patera. Seis «horribles» horas de noche en un bote con capacidad para 20 personas en el que viajaban 60. «Había mujeres y niños, entre ellos mi bebé. Todo estaba muy oscuro», recuerda. En Grecia pasaron nueve meses en un campo de refugiados junto a miles de personas, «como animales salvajes». Allí pasó Khansa, que ahora tiene 5, su primer año de vida.
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Granada, su salvación
En 2016 cambió la suerte de la familia. Comenzaba el reparto de refugiados, y aunque varios hermanos de Khaled viven en Alemania, su destino asignado fue Granada. «Me hizo muy feliz llegar a esta ciudad de paz en la que podía descansar del viaje», comenta. Aquí nació su segundo hijo, Maher, de 4 años, y Martha, que ahora tiene seis meses y necesita ropa y artículos de bebé cuyo pago no pueden afrontar. A Khaled le volvieron a operar de la pierna y, por fin, consiguió la ansiada prótesis para caminar. «La mayor parte del dinero lo puso una buena amiga médico a la que conocí en el campo de refugiados», manifiesta.
«Pasamos de una guerra de muerte a una guerra de hambre»
Khaled Hilal- refugiado sirio
Pasaron por el Albergue de la Juventud y un piso en la Chana, y ahora viven en una vivienda social. No reciben ninguna ayuda y el trabajo tampoco llama a su puerta, por lo que conseguir pañales y leche para el bebé es lo que más les quita el sueño. «Solo quiero un empleo digno. En Granada ha trabajado en tiendas de alimentación, de taxista, jardinero, ayudando a personas mayores, etc. Gracias a la prótesis puedo andar, coger peso… De todo, y tengo carné de conducir. El problema es que cuando leen en mi currículum que tengo un 43% de discapacidad no me quieren contratar», lamenta Khaled. Él y su familia solo quieren «olvidar lo malo y empezar otra vez». Llegaron sin saber decir ni 'hola' y ahora pueden comunicarse y tienen amigos aquí. Su nueva vida ya ha comenzado: solo les falta un trabajo digno que les haga libres.
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