Albaicineros de toda la vida en Plaza Larga. Pepe Marín

En el Parlamento de Plaza Larga

Un grupo de turistas japoneses se planta ante Casa Pasteles y fotografía el corrillo de albaicineros que arreglan el barrio y el mundo sentados con la fresca de la tarde

Javier F. Barrera

Domingo, 27 de julio 2025, 23:54

En el Parlamento de Plaza Larga se han reunido un buen grupo de albaicineros de todas las edades. Ya solo ocurre de vez en cuando, ... ahora que el barrio está lleno de 'perroflautas' y turistas, critican. «Por eso, en vez de niños hay perros. Los jóvenes ahora en vez de tener niños tienen perros y gatos». Por Casa Pasteles pasa un grupo nutrido de japoneses que al ver el corro y escuchar las explicaciones de la guía turística frena en seco. Sacan sus cámaras y móviles e inmortalizan un momento lleno de tipismo. No sabemos cómo se dirá 'tomar el fresco' en japonés, pero a ellos les ha gustado.

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Los parlamentarios albaicineros arreglan el barrio y el mundo en su corro, pero sobre todo recuerdan el pasado que se fue. Lo cuentan Cristina, Amalia y Carmen, de 82, 66 y 78 años, respectivamente. Eso sí que debían ser corrillos, y gente tomando el fresco. Entonces, aquí en Plaza Larga, a la sombra del viejo Albaicín, cuentan cómo fue y qué es lo que se perdió.

«Las tardes de verano en el Albaicín cuando éramos jóvenes eran unas tardes familiares, de unión con los vecinos. Pero eso ya se ha terminado», cuenta Carmen. «Los vecinos hacíamos sangría y nos sentábamos con las sillas de anea y charlábamos, se pasaba estupendamente. Ahora ni vecinos hay o no son como antes y ni te puedes sentar en la calle porque últimamente pasan muchos coches», se lamenta. «Y además, estamos más mayores», apuntala.

Cristina vivía en una casa de vecinos y la vida se hacía en el patio de la vivienda. «Éramos doce familias más cuatro o cinco hijos cada y alguna que otra abuela. A los pequeños y a los mayores los cuidábamos entre todos en el patio. En verano salíamos a la cuesta Alhacaba e incluso se sacaban hasta los colchones, del calor que hacía. Se sacaba agua de las tinajas, que la guardaban de lo más fresquita y se bebían en pipos. Luego me mudé a la plaza San Cristóbal y era lo mismo. Duró hasta que en los setenta se inventaron la televisión, los sillones y el sofá», sanciona con retranca. «Todo va cambiando», explica la actual situación Amalia. «Hay gente nueva viviendo en el barrio y quedan pocos albaicineros de toda la vida. O se han muerto o se han mudado a pisos más cómodos y con ascensores».

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La evolución

Cristina, por su parte, explica la evolución del Albaicín.«Veo que el barrio ha ido evolucionando y ya no quedan albaicineros: hay apartamentos turísticos y vienen solo por días».

«Una tarde como hoy, dice Amelia, con esta calor no salgo de casa». Cristina sí sale y va al centro cívico, «porque hay actividades y jugamos al bingo. Tenemos un coro y hemos actuado las mayores del barrio todo agosto pasado en el Generalife». El centro cívico de la plaza Aliatar les está ayudando mucho. Es también el centro de mayores. «Está abierto para todos». Es algo así como el nuevo foro, el nuevo patio de la casa de vecinos. Quedan los abres y sus terrazas, pero dicen que prefieren a los turistas. Tampo es como antes. «Una vez veníamos de andar y paramos en Casa Torcuato para pedir agua. En broma le pedimos la tapa. Y nos sacó un plato de boquerones».

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