La enfermera con 'ángel' que luchó contra la covid desde los dos lados
Lola estuvo cerca de morir por el virus, al que derrotó gracias a sus compañeros de hospital y en especial a Cristina, su 'siamesa', que nunca la dejó sola
Lunes, 9 de mayo 2022, 00:28
Lola vive en Peligros y Cristina en la capital. La primera avisa a la segunda cuando sale de casa para llegar a la vez al ... parking de su hospital, el Clínico San Cecilio. Aparcan a la misma hora, se bajan de sus coches y empiezan el día juntas. Y juntas se cambian, desayunan y trabajan para hacer la misma operación cuando termina la jornada. Así todos los días. Casi calcados. Salvo aquel.
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Discurría noviembre de 2020. Lola se encontraba pachucha. Era el primer día tras el puente de Todos los Santos. El contexto era terrorífico. Granada atravesaba durante esos días la segunda ola, la peor de toda la pandemia. Por lo que Cristina temía que su compañera de mil batallas estuviera contagiada, algo que, por desgracia, se confirmaría después con un impacto sobre sus vidas absolutamente inesperado. Lola, sana como un roble y con una vitalidad a prueba de bombas, estuvo a punto de perder la vida.
Amigas en primera línea
Algunos años antes, Lola y Cristina se colocan para una foto. Con gafas de sol ahumadas, sonrisa de oreja y oreja y enrolladas en una cinta de embalaje, inmortalizan un momento importante: son las últimas profesionales sanitarias que abandonan el viejo Clínico, que echa el cierre tras varias décadas. Es marzo de 2018 y la mudanza al nuevo edificio delParque Tecnológico de la Salud se hace entre risas. Ellas son quienes cierran al salir.
en las flamantes nuevas dependencias del hospital del PTS. Cada una lo hace en una planta. Lola es supervisora de Enfermería en el servicio de Medicina Interna y Cristina, lo mismo, pero en el servicio de Digestivo. Es entonces cuando empiezan a crear su rutina diaria: salen de casa, se llaman para llegar a la par, se cambian... hasta que estalla la pandemia. Y les pilla en primera línea. Tanto es así que son ellas quienes se encargan de abrir, junto a otros compañeros, el primer ala específica para tratar la covid en el hospital. Pero el gran reto les cae después: tienen que volver a su viejo hospital, en Doctor Olóriz, pues es preciso montar una unidad de retén para pacientes mayores con mal pronóstico para aliviar al Clínico, que no da abasto. El encargo se lo hacen a Lola, que solo pide una condición: que le acompañe Cristina. Son momentos duros, donde trabajan codo con codo. Sin apenas medios y, a pecho descubierto, atraviesan un infierno del que salen indemnes. Atienden a cientos de pacientes infectados casi sin protección, pero el virus las obvia. Pasa de largo. «Nos creíamos invulnerables», reconoce hoy Cristina, que tan equivocada estaba entonces.
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La lucha de Lola
«Había llegado tras el puente de Todos los Santos algo resfriada. Recuerdo que se lo conté en el aparcamiento a Cristina, que me dijo que me hiciera una prueba. Estábamos en la segunda ola y había muchos contagios. En un principio no quise hacerme nada, pues creía que simplemente había cogido frío, pero luego me empezó a subir la fiebre y, efectivamente, estaba contagiada. Y me fui a casa», relata Lola.
La profesional empeoró y apenas cuatro días después tuvo que ingresar. ¿Dónde lo hizo? en la planta de Cristina. Pero su amiga y compañera poco pudo hacer por ella, pues Lola había iniciado un camino casi de no retorno a la UCI. No saturaba, sus pulmones estaban muy mal. El pronóstico no era nada bueno entre el desconcierto, no solo de su amiga, sino de casi todos los profesionales del hospital, donde Lola es una de las personas más conocidas. «Todo el mundo la quiere», confirma Cristina, que arroja luz a las profundidades de un relato lleno de sombras. En parte, porque Lola estuvo sedada e intubada durante casi todo el trance.
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«Lola dice que soy su ángel y yo le he dicho que tiene que estar fuerte por si acaso algún un día la necesito yo a ella»
Cristina
El 'ángel' de Lola
Su amiga no creía lo que estaba pasando. Las dos habían superado casi sin despeinarse la primera ola. Lola además era aún joven, sin kilos de más, ni patologías previas. Tenía un perfil completamente diferente al de los pacientes que habían estado atendiendo desde el principio. Pero los hechos se empeñaban en contradecir la lógica. «Empeoraba y empeoraba y nadie sabía por qué. Tuvimos que pronarla (ponerla bocabajo) en dos ocasiones a ver si mejoraba. Yno lo hacía», cuenta esta enfermera, cuya misión fue estar en continua comunicación con la familia de Lola, a la que siempre trataba de iluminar con un «rayito de esperanza». Aunque por entonces el panorama era más bien negro. Mientras Lola estaba sedada, Cristina no dormía. Reconoce que durante esos días estaba a todas horas en el hospital, junto a ella, sin desfallecer. Su amiga no recuerda nada, pero la conversación entre las dos nunca se interrumpió durante los 17 días que estuvo en la UCI luchando por su vida.
«Yo le pregunté al equipo que le atendía si le venía bien que le hablara. No sabía si podía perjudicarla. Ycomo me dijeron que no había problemas, le agarré la mano y empecé a contarle las cosas de siempre: cómo me había ido el día, algún cotilleo del hospital o bromeaba sobre su marido, pues hablaba mucho con él», relata Cristina, que de esos días se le quedó marcada una conversación con la familia de su amiga.
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«Estoy muy feliz por estar viva; por salir, comer, tomar una cerveza, por volver a ver a mi amiga y a mi gente del hospital»
Lola
Paciente y amiga de Cristina
Fue el día en el que todo parecía decidido. Lola tenía un TACque «no era compatible con la vida». Así que su amiga llamó a su familia para que tuvieran la oportunidad de despedirla, de verla por última vez. Así de duro. Lola recibió una mañana la visita de su marido, sus hijos y su hermano, que le llevó un ramo de flores. Cristina desconoce hoy, muchos meses después de aquella escena, si aquello le vino bien o mal a Lola, pero lo cierto es que su amiga empezó a mejorar milagrosamente. Y sin mucha explicación, emprendió el camino de vuelta a casa.
La vuelta
Ha pasado más de un año desde entonces. Ambas amigas recuerdan aquello como si hubiera sido un sueño. Sobre todo Lola, que dice que un día abrió los ojos y a allí estaba Cristina a su lado y todo el equipo: que le aplaudieron, vitorearon, le decoraron su habitación en planta y hasta le compraron regalos. Aquellos días fueron una locura. Cristina explica que su amiga había vuelto completamente desorientada. «Pajareaba cuando le quitaron el tubo», dice bromeando, ya sin presencia de un susto del que solo se recuperó cuando supo que su amiga no se iba a morir. «Ahí empecé a respirar», dice ella.
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Lola cree que su amiga es un «ángel» y nadie le va a poder convencer de lo contrario. Apenas puede agradecer a Cristina con palabras todo lo que hizo por ella. Tampoco las tiene para todos los compañeros de su hospital, que fueron a verla en la UCIy en planta «veinte millones de veces». Un calor que cree que ha sido lo que le salvó de caer en el precipicio al que se asomó durante aquellos infaustos días de 2020.
La enfermera pudo volver a casa varias semanas después de haber ingresado. Lo hizo en un estado de salud muy precario, que la ha tenido fuera de combate casi un año y medio. La lucha contra el virus le arrebató el 75% de su masa muscular. «Al principio solo podía mover el cuello», recuerda ella, que ha tenido que empezar de cero. En ese proceso de reaprender a vivir ha estado enfrascada todo 2021, hasta que, por fin, hace apenas unas semanas ha podido regresar a su trabajo.
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Tras muchos meses de baja, Lola se ha reencontrado con sus compañeros y con el virus que casi acaba con ella. Pero ya no le tiene miedo. Sabe que se tiene que mantener fuerte por si su «ángel» la necesita algún día. La vida les ha dejado margen a estas dos amigas para volver a tomarse cervecitas juntas y, como siempre han hecho, han vuelto a sus rutinas. Ya saben: llegar a la vez, aparcar, cambiarse y desayunar juntas, para juntas volver a casa a la misma hora después de trabajar en un hospital donde las conocen como las siamesas. No es para menos, ni siquiera el virus más letal de nuestra historia reciente ha sido capaz de separarlas.
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