No todas las orugas salen en procesión
La oruga peluda de los prados se reproduce en el suelo, es inofensiva y, debido al tiempo seco y cálido de este invierno, prolifera estos días en la Dehesa del Generalife
Inés Gallastegui
Granada
Domingo, 19 de enero 2025
Muchos senderistas que han aprovechado estos días invernales de sol para recorrer el bonito trayecto desde la Alhambra hasta el Llano de la Perdiz se ... han encontrado en la pista que discurre entre pinos y olivares con miles de orugas recién salidas de sus nidos. Más de uno ha lanzado enseguida la 'Alerta: procesionaria', al pensar que se trata de ejemplares de la temida 'Thaumetopoea pityocampa', una plaga que devora las hojas de los pinos y cuyos pelos resultan urticantes para las personas y especialmente peligrosos para los perros. Sin embargo, la oruga peluda de los prados es una especie de 'prima' lejana que no daña a los árboles, ni a los humanos, ni a sus mascotas.
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El parque periurbano de la Dehesa del Generalife, donde el Patronato de la Alhambra gestiona 56 hectáreas de olivares ecológicos, es un paraíso para estos y otros insectos porque son de cultivo ecológico, es decir, no se rotura el suelo, no se utilizan pesticidas, herbicidas ni fertilizantes químicos y se abonan con el mantillo que producen los espacios verdes del recinto monumental, explica el jefe del departamento de Jardines y Huertas del patronato, José Carlos Ávila. Del abono se encarga un rebaño de ovejas en trastermitancia que en primavera pasta durante uno o dos meses en la zona, «dependiendo del pasto que haya».
En la Dehesa del Generalife apenas se ve procesionaria. «Hay pocos pinos y están dispersos. Nunca ha generado un problema grave. Hacemos un seguimiento y cuando vemos que hay más nidos ponemos algunas trampas», explica Ávila.
La confusión entre la 'Thaumetopoea pityocampa' y la 'Ocnogyna baetica' es habitual. Ambas alcanzan la fase de oruga en la misma época –a finales del invierno– y tienen un aspecto parecido, con franjas marrón oscuro o negro y naranja, pero la procesionaria, un poco más 'espigada', tiene una banda blanca en la parte que roza el suelo y tiene sus nidos en los pinos, en las ya conocidas bolsas o nidos en las copas.
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Antes de tiempo
Las costumbres de la 'Ocnogyna baetica', propia de la mitad sur de la Península Ibérica, son muy distintas, tal como explica el biólogo Juan Ramón Fernández, que también trabaja en la Alhambra: las hembras no suben a los árboles, sino que ponen los huevos en el suelo –entre 700 y 1.000 por puesta–, protegidos debajo de una especie de telarañas que ellas mismas tejen. «Cuando crecen, salen del 'campamento' y se pueden apreciar ya como orugas, en grupo primero y en solitario después», señala Fernández.
En esa fase se encuentran ahora mismo, por centenares. «Hemos tenido poco frío en lo que va de invierno y las orugas han emergido un poco antes de lo habitual», señala José Carlos Ávila, quien resalta que, pese a su parecido con la procesionaria, los pelos de la oruga peluda no son urticantes –se pueden coger con la mano sin peligro– y no representan ningún riesgo para los pinos ni los olivos.
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Sí pueden ser un problema en los cultivos herbáceos de la Vega, porque son unas voraces comedoras de brotes y hojas y atacan las huertas de habas, alcachofas o ajos, matiza. En la Dehesa del Generalife se alimentan de hierba y no dañan los árboles.
Caminar «anárquico»
La forma más sencilla de distinguirlas es observar sus movimientos: «La oruga peluda de los prados camina de manera anárquica, no en formación, mientras que la procesionaria del pino se mueve en las típicas procesiones que tanto llaman la atención», resalta el biólogo.
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En primavera, estos lepidópteros tejen sus capullos bajo la tierra, pasan el verano en esta fase y eclosionan como mariposas en otoño, iniciando de nuevo su ciclo reproductor.
Una curiosidad de esta especie es su dimorfismo sexual en su etapa adulta: «La hembra es una bolita peluda marrón con patas, ya que es áptera, es decir, no tiene alas, mientras que el macho es una bonita polilla arlequín con manchas negras y blancas», agrega Fernández.
Ambos expertos coinciden en que estos insectos son importantes en el ecosistema de la Dehesa del Generalife. «Durante el periodo invernal las larvas constituyen una fuente importante de proteínas para aves insectívoras de interés como las abubillas, zorzales, mirlos, pícidos (picapinos) como el picamaderos verde, y otras aves como currucas y petirrojos, por lo que no deben ser fumigadas», subraya Juan Ramón Fernández. «Son un eslabón más en la cadena alimenticia», resalta José Carlos Ávila.
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