El oro colorado de Güéjar Sierra
La cosecha de cerezas se multiplica por tres en el municipio granadino, que se convierte esta campaña en el principal abastecedor de España por la merma de producción en Extremadura y Aragón
En la economía, esa ciencia que habla del dinero, hay indicadores formales e informales. Los primeros son el Índice de Precios de Consumo, el Producto ... Interior Bruto... y entre los segundos hay uno que explica muy bien lo que está pasando en un precioso pueblo situado en la falda de Sierra Nevada denominado Güéjar Sierra. ¿Cómo se explican que en un municipio de apenas 2.900 habitantes haya dos entidades financieras? No es nada casual: donde hay oficinas bancarias hay movimiento económico. Una actividad que se debe en gran medida al Prunus avium, el nombre científico de un árbol que puede crecer hasta los diez metros de altura y que produce un fruto carnoso y de intenso dulzor llamado cereza. Y en Güéjar Sierra hay para hartarse. Al menos este 'curso'. Se prevé una campaña superior a los 650.000 kilogramos. Esto significa unos 400.000 kilogramos más que el año pasado y unos 400.000 menos que la mejor de las temporadas.
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Una alegría para una localidad que vive fundamentalmente de la agricultura, el turismo y Sierra Nevada. De hecho, buena parte de los jornaleros que se hallan en estos momentos en la recolección de los cerezos trabajan la mitad del año en la estación invernal y la otra mitad en el campo. Se estima que un año bueno, un año en el que se supera el millón de kilogramos, pueden entrar en los hogares de Güéjar en torno a los 1,7 millones de euros gracias a este cultivo, convertido en un complemento de renta para unas 150 familias de Güéjar y en una fuente principal de ingresos para los hogares de los temporeros.
Se calcula que entre que empieza la faena, en la ultima semana de junio, y termina, en la primera de agosto, se ofertan en torno a 10.000 peonadas. Como cada peonada se paga a sesenta euros, estamos hablando de otros 600.000 euros. Entre los 1,7 millones que obtienen los productores y los 600.000 en salarios, nos vamos hasta la bonita cifra de 2,3 millones de euros. Volvemos al principio. ¿Se explican ahora por qué hay dos bancos en Güéjar Sierra?
La cereza de más de 32 milímetros, un producto delicatessen, se está pagando algunos días por encima de los 6 euros
Magnitudes, en cualquier caso, que tienen mucho de relativo. Las cifras dependen de algo tan aleatorio como es el tiempo. Si ocurren tres cosas, que haya unas 1.200 horas de frío –entre cero y diez grados–, que cada cerezo reciba al menos unos 200 litros de agua y sobre todo que no llueva en la época crítica de la recolecta, nos podemos ir perfectamente hasta los guarismos aportados al final del párrafo anterior.
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El otro factor clave es el precio. Este ejercicio está siendo propicio por dos motivos. El primero porque los grandes territorios productores de España, fundamentalmente el Valle del Jerte (Cáceres) y Aragón, han sufrido fuertes precipitaciones precisamente durante el periodo de la recogida, por lo que el fruto se ha dañado. Y el segundo porque la climatología ha sido benévola en Güéjar y, además, el ochenta por ciento de la cosecha está siendo de calibre grande, que se cotiza mejor. Para que se hagan una idea, en la Cooperativa Maitena del Genil se estaban abonando el pasado martes, 2 de julio, seis euros por el kilo de cerezas de más de 32 milímetros, 4,80 euros por las Premium, 3,40 por las Jumbo, 2,40 por la XL y 1,60 por las más pequeñas, las L.
Y ahí nos vamos a quedar, en la Cooperativa Maitena del Genil, una de las dos entidades, junto con Cerezas Sierra Nevada, que centralizan toda la producción y venta de estas delicias coloradas de Güéjar.
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Ajetreo en la cooperativa
Son las tres de la tarde. Las primeras furgonetas se aproximan a las dos líneas de descarga con el género recolectado a lo largo de la mañana –la jornada empieza a las siete y acaba a las dos de la tarde–. Los agricultores depositan poco a poco la mercancía en el interior de la nave en cajas de cartón de dos kilos, el formato estándar que luego se comercializa a los consumidores en los supermercados, grandes superficies y fruterías. La clasificación se realiza en las propias explotaciones. Dos o tres manipuladores, fundamentalmente mujeres, se encargan de catalogar sobre el terreno en función del grosor. Las grandes en unas cajas, la medianas en otras y las pequeñas en otras. Para ello usan calibradores y balanzas.
Todo el proceso es controlado desde una cabina, donde se pegan las etiquetas con la información de trazabilidad de cada una de las partidas. Antonio Ortega, el presidente de Maitena del Genil, comenta que la masa social de la SCA está formada ahora mismo por sesenta cooperativistas. «Aquí llegan todos nuestros socios en dos tandas, los pequeños entre las 15.00 y las 16.00 horas y los más grandes a partir de las 17.00 horas», explica. Los compradores tampoco tardan en hacer acto de presencia –hace años que se suprimió el sistema de subasta, que sí se sigue manteniendo en Cerezas Sierra Nevada–. En plena faena, pueden entrar entre 10.000 y 12.000 kilogramos por las dársenas de Maitena del Genil.
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«Debido a la situación adversa en Extremadura y en Aragón, estamos registrando una gran demanda, pero no disponemos de producto suficiente para abastecer nosotros solos todo el mercado», asegura Antonio Ortega. «A pesar de ello –agrega– sí estamos atendiendo los pedidos de nuestros clientes habituales, que se localizan fundamentalmente en la Costa del Sol y en las ocho provincias de Andalucía».
Hasta Maitena del Genil llegan fundamentalmente tres variedades: la Hudson, más tardía y más dura; la Silvia, la mayoritaria, con un impresionante sabor; y la Zumit, más blanda, con forma de corazón y con el hueso más pequeño. Aunque la gran penetración de la cereza de Güéjar Sierra en los canales de distribución se debe básicamente a su situación estratégica en las laderas de Sierra Nevada –hay explotaciones por encima de los 1.300 metros de altitud–. Los procesos vegetativos son más tardíos, por lo que surten cuando el resto de competidores ya ha dejado de suministrar su fruto.
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Fortalezas de los cultivadores de Güéjar, que también se enfrenta a algunos peligros. «Estamos muy preocupados –dice Antonio Ortega– por la dispersión de los cosecheros y porque hay demasiada gente haciendo la guerra por su cuenta». Una situación que puede acarrear problemas por falta de control. «Aquí tenemos todo perfectamente supervisado y sabemos de forma precisa cuál es la procedencia de todo lo que recibimos, pero ¿qué pasaría en caso de que se detectara fuera de nuestro ámbito alguna caja con algún fitosanitario no permitido», se pregunta Ortega. «Si nos paralizaran la cosecha tres o cuatro días, sería desastroso para Güéjar Sierra», advierte. Un asunto que el propio Ortega pretende trasladar al Ayuntamiento y a los cereceros mediante una circular.
«Hay temporadas buenas y temporadas malas, y esta no es mala»
La faena empieza nada más despuntar el sol en la finca de Juan Manuel González, el Cortijo de los Urbanos, desde donde se otea todo el valle del Genil. «Hoy pega el calor», comenta el agricultor mientras se ajusta la gorra. Al lado, Loba, una preciosa pastor belga de tres años, observa la escena con ganas de arrancarse a ladrar por la presencia de un señor que toma notas en una libreta y otro señor con una cámara colgada al hombro. «Tranquilos, que no hace nada», le dice Juan Manuel a los periodistas.
A pocos metros, en una parata, dos jornaleros recogen cerezas. «Hoy no hace falta la sudadera», dice José. «Este trabajo nos viene muy bien a la gente joven de Güéjar en estas fechas», refiere en relación a los veinticinco jornales que se echan de media cada campaña. «La tarea es llevadera», asegura.
Juan Manuel lleva años contando con la misma cuadrilla. Él conoce el cultivo mejor que nadie. «Tengo 63 tacos y llevo cincuenta con esto», afirma. «Hay temporadas buenas y temporadas malas, y esta no es mala», aclara. Le salen las cuentas. Coger un kilo de producto le cuesta 1,30 euros entre seguros y mano de obra; en la sociedad se está subastando la gorda por encima de los cinco euros.
«Esto es muy importante para la economía del pueblo», reflexiona. «No es la actividad principal para la mayoría de las familias, pero sí unos ingresos adicionales». Ingresos que son un estímulo para los comercios, los bares y los restaurantes, que los fines de semana se llenan de visitantes con ganas de degustar ese suculento manjar que son las cerezas de Güéjar Sierra.
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