«Se nos había olvidado lo que era vivir sin televisión; hemos vuelto a los 50»
Los vecinos de Guadahortuna cuentan cómo es su día a día desde que el pasado lunes se quedaron sin señal por el robo de cables y otros aparatos eléctricos de la torre de comunicación del pueblo
Paco coge el mando de la televisión y cambia de canal en busca de algún atisbo de vida en la pantalla, pero lo hace en ... vano. El hombre niega con la cabeza mientras un mensaje le advierte de lo que sucede: «Antena sin señal». Los vecinos de Guadahortuna están sin televisión desde el pasado lunes, cuando el municipio sufrió el robo de cables y otros aparatos electrónicos de su torre de comunicación.
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Desde entonces, su día a día ha cambiado. María ha perdido el hilo de su telenovela. Francisco tampoco puede seguir las noticias del telediario. «Así estamos hace ya casi una semana, buscando qué hacer y cómo entretenernos entre cuatro paredes», señalan. Pero la falta de conexión también ha provocado que se echen a la calle en busca de alternativas con las que matar el tiempo.
Juan se sienta en el comedor que comparte junto a otros vecinos en el hogar del pensionista y saca las fichas del dominó. Admite que estos días han incrementado sus conversaciones –también sus discusiones domésticas–, y los paseos por el pueblo o los juegos de cartas.
Es viernes, día de mercadillo. El ambiente se extiende desde primera hora de la mañana por las calles principales de la localidad en la que apenas hay dos mil habitantes y los residentes aprovechan para salir a comprar. Los saludos van siempre acompañados de las mismas preguntas: «¿En vuestra casa tenéis ya televisión? ¿Sabéis cuándo recuperaremos la señal?». Todas las respuestas son negativas y van acompañadas de incertidumbre.
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Quienes trabajan y están ocupados durante el día apenas notan la pérdida, están acostumbrados a ver la televisión lo mínimo o, en el caso de Paqui, a ni siquiera ponerla. «Mi marido y yo no lo hemos notado porque no tenemos tiempo», dice esta vecina. Su rostro cambia de expresión cuando recuerda que es viernes y que está por delante el fin de semana. «Ahí sí que es verdad que no sabemos lo que vamos a hacer», añade. Cae en la cuenta de que no van a tener la oportunidad de disfrutar de documentales, películas o series.
Regreso al pasado
La demora del regreso de los canales ha transportado a muchos a su infancia. «Se nos había olvidado lo que era vivir sin televisión; hemos vuelto a los años 50», dicen. Entonces mataban el tiempo en la plaza del pueblo, una rutina que han recuperado estos días.
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Pero aquellos que nunca quedaron atrapados por esta tecnología, tampoco la echan de menos. Juan se quedó anclado a la radio. Con ella se levanta y se acuesta. Nunca le ha dado ningún problema de conexión.
La mayoría coinciden con esta afirmación, aunque también están los afortunados, que tienen Netflix o alguna plataforma similar con la que consiguen no sentirse aislados. Quienes no cuentan con esta opción reconocen estar un poco desesperados. Entran, salen, leen, duermen, van al campo o se esmeran con las tareas del hogar...porque la falta de señal afecta también a algunas compañías de internet. «No nos imaginábamos volver a estar así», dicen. Aunque no es la primera vez que sufren este problema, nunca se había extendido durante tantos días. El alcalde de la localidad, Maximiliano García, afirmó este martes que la situación estaría solucionada en un par de días, pero la compañía que ha sufrido el hurto aún no ha podido restablecer la señal. Mientras tanto, la Guardia Civil investiga lo sucedido.
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Otra mirada
Sin embargo, no todos llevan tan bien no poder ver la tele ni tener wifi en casa. Los más jóvenes del pueblo han nacido unidos a las nuevas tecnologías. Hugo saca su móvil y cuenta con extrañeza que el dispositivo ya «solo funciona para llamar». Reserva los datos móviles para sus aplicaciones preferidas, aunque les confirmaron que el próximo lunes volverían a la normalidad, prefiere no arriesgarse y reservarlos por si el problema perdura. Están un poco enfadados y nerviosos, al igual que sus familiares, que insisten en la necesidad de tomar medidas para evitar que esta situación se repita.
Mientras tanto, se entretienen como pueden e intentan no pasar todas las horas libres del día que tienen con la mirada puesta en el techo. «No nos queda otra que esperar», sentencian. Los vecinos se resignan Ya les queda menos para regresar al siglo XXI.
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