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Los nuevos halcones del cielo de Granada
La Base Aérea de Armilla renueva su flota con once nuevos Airbus H 135, un helicóptero dotado con la última tecnología aeronáutica
Cuando uno mira hacia arriba en Granada, observa Sierra Nevada, observa la Torre de la Vela, observa la Luna de Federico García Lorca y observa ... también los helicópteros de la Base Aérea de Armilla, el centro de instrucción de este tipo de aeronaves más importante de España. Es cierto que, por ley, soslayan las zonas habitadas, pero en su tránsito hacia los cuatro puntos cardinales entran y salen bordeando la capital. Todos los granadinos los vemos a diario. Ahora el Ala 78 mira al futuro con la llegada de los once primeros Airbus H135, un autogiro de última generación que se suma a los catorce Eurocopter EC 120, más conocidos como Colibríes. La última unidad llegó el 20 de junio. Está previsto que venga una nueva remesa en cuanto el Gobierno firme el nuevo contrato con el fabricante, con la expectativa de que la flota esté completamente renovada para 2028. El precio de cada una de estas máquinas oscila entre los seis y los nueve millones de euros, en función del equipamiento, algo similar a lo que ocurre con el coste de los coches.
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A pesar de estos importantes cambios, la operativa de la Base Aérea de Armilla no se ha paralizado ni un solo día, todo un reto abordado con éxito por el coronel Miguel Durán, al frente de la jefatura de la Base desde julio de 2023. Los viejos Sikorsky han sido transportados hasta Mallorca, donde desarrollarán misiones de salvamento. Y en Armilla se quedan los Colibríes y los H135, con los que se forma cada curso a unos treinta y ocho alumnos tanto del Ejército como de la Guardia Civil y la Policía Nacional. De eso, de su capacitación, se encarga una veintena de instructores entre los que se encuentra el comandante Francisco Valero, jefe del Escuadrón 781 de enseñanza, integrante de la patrulla acrobática Aspa y uno de los grandes responsables de que la Base funcione con la precisión y la eficacia de un reloj suizo. Todos los días se realizan la friolera de cuarenta operaciones. Una cifra increíble.
¿Y qué ocurrirá con la Patrulla Aspa? Pues básicamente que tendrá que adaptarse poco a poco a la maniobrabilidad de los H 135, que son un poco más grandes, que están dotados de dos motores –el EC 120 tiene solo uno– y que está ensamblado con cuatro palas frente a las tres del Colibrí. Tiene otras muchas características que mejoran a este último: puede elevarse con un peso máximo de hasta 3.100 kilogramos; alcanza una velocidad de 280 kilómetros por hora; dispone de un piloto automático de cuatro ejes y un sistema de visión que representa de forma cien por cien fidedigna la forma del terreno y los obstáculos; se puede manejar con gafas de visión nocturna; e implementa un sistema de navegación que permite realizar aproximaciones instrumentales basadas en los satélites.
«Para mí estar aquí es un orgullo, lo más grande que le puede pasar a un oficial»
Miguel Durán
Coronel de la Base Aérea de Armilla
«Gracias a la completa tecnología de los H 135 los alumnos llevan una preparación excepcional»
Francisco Valero
Comandante
«Si los Colibríes son los utilitarios en automoción, los H 135 son los Tesla», reconoce Miguel Durán, que vive ya sus últimos meses al frente de la Base Aérea de Armilla –en septiembre se marchará, probablemente, al Estado Mayor en Madrid–. «Para mí estar aquí es un orgullo, lo más grande que le puede pasar a un oficial», dice el mando mientras vuelve su mirada hacia la ventana. «No solo tengo las mejores vistas de la Base, sino de toda Granada», confiesa entre risas mientras señala Sierra Nevada, que aún conserva su cresta manchada de blanco –este reportaje se realizó a mediados de junio–. En su despacho, recuerdos de su dilatada trayectoria militar y símbolos de la propia Base Aérea. Como el retrato en blanco y negro de su fundador, un señor con bigote y mirada de 'gentleman' que se llamaba Luis Dávila Ponce de León, descendiente del primer conquistador de la Florida.
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«La Base –explica– fue construida hace ciento tres años como apoyo a las operaciones en el Rif y el Norte de África (Desembarco de Alhucemas, Desastre de Annual...)». «Posteriormente perteneció a los dos bandos en la Guerra Civil, fue base de bombarderos, en 1950 se transformó en escuela de pilotos y en 1980 se habilitó para su uso actual», resume Durán.
Mientras tanto, los EC 120 y los H 135 no dejan de maniobrar. Todo está perfectamente organizado y sincronizado. Los primeros vuelos de instrucción se realizan en la propia Base, en los nueve kilómetros de su perímetro, en la pista de despegue y aterrizaje y en los brazos de entrenamiento, situados justo en el centro del recinto. En una fase posterior, ya sí salen de Granada, pero soslayando el casco urbano. Y por último se llevan a cabo las operaciones que requieren mayor grado de pericia en áreas militares, utilizando de forma gradual todo el instrumental.
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Nueve meses de aprendizaje
El periodo de aprendizaje es de nueve meses en el caso del Ejército del Aire, seis para la Guardia Civil y tres para el Ejército de Tierra. Después ya tendrán que especializarse en el manejo de aparatos como el Súper Puma, por ejemplo. «Gracias a los H 135 salen con una preparación excepcional», asegura Francisco Valero, que a todos sus méritos suma cinco misiones internacionales en Afganistán, múltiples vuelos de evacuación y transporte de personalidades del Estado, la Casa Real y la Presidencia del Gobierno.
Despegue.
Instructor da el 'ok' a un alumno que acaba de elevar uno de los nuevos helicópteros H 135 en la pista de despegue y aterrizaje de la Base Aérea de Armilla. J.P.Preparativos.
El instructor sujetándose el casco para una clase. J.P.Valero, que también está a la expectativa de destino, conoce por su nombre a las cuatrocientas personas que viven o trabajan en la Base. «Nosotros tenemos las llaves de esto, pero la propiedad corresponde a la sociedad», recalca. Y es que estas instalaciones militares de Armilla son verdaderamente modélicas. No solo por ser lugar de paso obligado para todos los que quieren pilotar en el Ejército o la Guardia Civil, sino por el altísimo nivel de excelencia tanto en la teoría como en la práctica.
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Además de los pabellones de residencia y los equipamientos comunes donde se desarrolla una vida lo más normalizada posible –cuenta, por ejemplo, con una piscina para sobrellevar los rigores estivales–, la Base está dotada con toda la tecnología y todas las aulas especializadas. La previsión es que para el próximo verano esté completamente finalizado el edificio que albergará los simuladores. Esta tecnología reproduce la experiencia de ponerse a los mandos de un H 135 en todas las circunstancias posibles. Con meteorología adversa, en terrenos montañosos, en el mar, con fuertes vientos... Un profesor que no sustituye al de 'carne y hueso', totalmente imprescindible, pero que abarata de forma notable cada una de las horas de capacitación.
Los datos
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25 Tras llevarse los Sikorsky a Mallorca, donde desempeñarán funciones de salvamento, la Base Aérea de Armilla se ha quedado con una flota de veinticinco helicópteros, catorce EC 120 y once H 135.
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400 La Base Aérea de Armilla tiene una población de 400 personas entre militares, técnicos, alumnos y personal de servicio.
La cabina se ubica dentro de un gran cilindro sobre el que se proyectan las imágenes, lo que supone una inmersión total en la realidad. También siguen en funcionamiento los emuladores del Sikorsky y del Colibrí, aunque se está valorando la posibilidad de llevarse el primero a Mallorca.
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Los hangares funcionan a pleno rendimiento. Un centenar de técnicos se afanan en realizar las revisiones periódicas y las generales, donde se desmontan, una por una, todas las piezas de los EC 120 y los H 135 para garantizar la seguridad y todas las prestaciones. Son uno de los eslabones básicos de la cadena.
La Base Aérea de Armilla ha cambiado mucho en estos 103 años para seguir siendo la misma: un referente nacional e internacional... a bordo de los H 135.
Créditos
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Texto y fotos: Jorge Pastor
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Infografía y formato: Carlos Valdemoros
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