'Nubosidad variable': la vida y sus contradiciones
remedios sánchez
Martes, 10 de agosto 2021, 00:21
Son los libros unos amigos misteriosos que aparecen en nuestras vidas en el momento preciso Ni antes ni después porque entonces se rompería la magia, ... ese vínculo entre el lector y el autor. 'Nubosidad variable' llegó a mis manos unas navidades como regalo de una amiga excelente, Blanca González, hoy profesora en Dubai, que quiso hacerme cómplice del secreto que esconden las novelas de Carmen Martín Gaite. Y de ésta en especial, que aborda el encuentro casual entre Sofía Montalvo y Mariana León, amigas íntimas durante el bachillerato, que coinciden casualmente después de treinta años, pero en el instante preciso en que ambas viven una crisis emocional. Sofía, con excepcional habilidad para la escritura, ejerce como ama de casa en una familia de clase media en la que los hijos han crecido demasiado rápido y ahora ejercen de ninis de familia bien y el matrimonio es una rutina sin sentido; por su parte, Mariana, se ha convertido en una psicóloga profesionalmente muy exitosa, pero con muchas contradicciones internas, una gran carga de soledad y una sensación de fracaso personal, de bloqueo que se esfuerza por esconder detrás de una racionalidad que, a veces, no sirve.
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La brillantez de la novela no está sólo en la exploración psicológica de los personajes y en esas contradicciones que las humanizan, sino en cómo Martín Gaite construye una original trama en torno a tres ejes que funcionan a modo de collage: las cartas que en esa fugaz conversación se comprometen a enviarse contándose cómo han desarrollado cada una sus vidas a modo de juego de espejos (y que solamente el lector conoce hasta el final de la obra); la narración de la rutina de sus cotidianeidad por otro, que está perfectamente hilvanada con esa correspondencia –las misivas de Sofía escritas en un cuaderno, al modo de cuando escribía en el colegio–, y que, a su vez, se enlaza con el tercer eje que es el pasado compartido, la memoria de aquel tiempo de pupitres cargado de esperanzas, de ilusiones, de futuro, de amistad cómplice que tiene una ruptura abrupta. De lo que pudo ser y no fue.
Porque luego, para ambas, de una manera u otra, llegó el desencanto, el momento en que se tambalea su identidad y es precisamente en este instante preciso en el que se vuelven a encontrar: la frustración de unos hijos cuyo desarrollo personal ella no es capaz de incentivar, en el caso de Sofía; el amor imposible y la soledad de vivir en la cúspide del triunfo profesional, para Mariana. Es la constatación de que habitamos un mundo de apariencias (la novela se publica en el año 1992, periodo de esplendor socioeconómico español y refleja muy bien las verdades/mentiras de aquel tiempo), pero que, cuando nos quitamos la careta para hablar con nosotros mismos, la verdad aflora. Y duele, a veces hasta hacernos huir sin darnos cuenta de que, vayamos donde vayamos (Mariana lo constata) nos llevamos nuestra mochila de naufragios y desencantos. Hay una frase –ya se indica que es del Eclesiastés– que es como un guiño en Nubosidad variable pero que trasciende a la propia novela: «¿Quién ennegreció el oro? ¿Por qué el oro fino perdió su brillo?» Ahí está una de las claves de la historia, en esos porqués y en esos quiénes que vinieron a marcar decisiones no meditadas que definen lo que hoy son cada una. Hasta que se dan cuenta de que el futuro aún no está escrito.
En esta esplendente novela, introspección psicológica, lirismo, amistad serenamente profunda y aquellos versos de Gil de Biedma: «Que la vida iba en serio/ uno lo empieza a comprender más tarde/ –como todos los jóvenes, yo vine/ a llevarme la vida por delante». Y la importancia de abrirse a la posibilidad de cambios inesperados, de auto-sorprenderse. Ya lo dice Mariana cuando se reencuentra con Sofía al principio de la novela sin darse cuenta de la trascendencia de su afirmación. De que es la única verdad que nos queda a la que podemos aferrarnos: «la sorpresa es una liebre, y el que sale de caza nunca la verá dormir en el erial». Nadie debiera perder esto de vista.
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